La iglesia del Santo Vinilo
Desde hace una eternidad, la industria musical espa?ola solo se manifiesta p¨²blicamente para emitir quejas. Llora tanto que olvida reclamar su condici¨®n de (imprescindible) agente cultural; puede que ni siquiera haya interiorizado esa labor clave.
Por eso, nos resulta tan llamativo lo que hacen por ah¨ª fuera: reivindicar su conexi¨®n con la m¨²sica. Anticip¨¢ndose al Record Store Day ¡ªque este a?o se celebra el pr¨®ximo s¨¢bado¡ª se editan libros sobre la meloman¨ªa. Uno de ellos, Passion for vinyl, lo saca una empresa tan poco glamourosa como Record Industry BV, una f¨¢brica de vinilos en la ciudad holandesa de Haarlem.
En realidad, tiene medio siglo de historia detr¨¢s. Es heredera de la independiente Artone, que en 1969 fue adquirida por la multinacional CBS. En las siguientes d¨¦cadas, su factor¨ªa funcion¨® como principal suministradora de discos para las filiales europeas de CBS. No pudo hacer lo mismo con el CD, que CBS / Sony prefiri¨® fabricar en Austria. En 1998, la planta de Haarlem parec¨ªa abocada al cierre.
Se combina la ceremonia sagrada del tocadiscos con la escucha utilitaria en compacto y mp3.
Surgi¨® Ton Vermeulen, que compr¨® el negocio y supo reanimarlo. Vermeulen hab¨ªa editado dance music, lo que tiene sentido: fueron los pinchadiscos, con su demanda de maxis, los que mantuvieron las prensas activas cuando reinaba el CD. Aprovechando el actual boom del vinilo, Record Industry BV ha prosperado, aunque sin llegar al ritmo de producci¨®n de la era Thriller, cuando se trabajaba en tres turnos, 365 d¨ªas al a?o.
Passion for vinyl cuenta esa modesta epopeya pero dedica el grueso de sus p¨¢ginas a entrevistas con tres docenas de personas relacionadas con la m¨²sica: t¨¦cnicos, disqueros, minoristas, dise?adores gr¨¢ficos, recopiladores, artistas (Henry Rollins, Mala DMZ, Ed Motta etc).
En contra del t¨®pico, pocos son fundamentalistas. Passion for vinyl muestra una variedad de experiencias vitales: en general, se combina la ceremonia sagrada del tocadiscos con la escucha utilitaria en CD y mp3. De hecho, hasta aparecen fan¨¢ticos de las pizarras, las placas de 78 rpm. El retrato final es el de un mercado fragmentado en nichos.
Un tipo listo es el alem¨¢n Andreas Spreer. Su sello cl¨¢sico, Tacet, publica referencias en vinilo, CD, SACD, DVD-A y Blu-ray. Para resolver la din¨¢mica del Bolero, de Ravel, Spreer ide¨® un LP donde el surco viajaba desde la galleta hasta el borde del disco.
No todos est¨¢n contentos con la mitificaci¨®n del vinilo. Nigel House, copropietario de la tienda Rough Trade, se inquieta por el car¨¢cter tot¨¦mico del elep¨¦: ha detectado compradores que los guardan sin usarlos, prefiriendo las descargas o el streaming para el consumo diario.
Seg¨²n el audi¨®filo Michael Fremer, la degradaci¨®n del sonido es anterior al CD o el mp3. Parti¨® de la implantaci¨®n de las grabaciones digitales: evoca su decepci¨®n al escuchar el primer LP que prescind¨ªa de la cinta anal¨®gica (se trataba de Bop till you drop, obra de ¡ªbonita paradoja¡ª Ry Cooder). Bernie Grundman, experto en mastering, se horroriza: el est¨¢ndar de la industria es ahora el volumen agresivo, al borde de la distorsi¨®n, algo que no ocurre con el vinilo, por sus condicionantes t¨¦cnicos.
Y no pod¨ªa faltar el coleccionista loco. Craig Kallman, capo de Atlantic Records, asegura almacenar 750.000 discos. Su haza?a queda relativizada al saber que Kevin Lewandoski, fundador de Discogs.com, tiene en su base de datos cuatro millones de lanzamientos. Y cada semana se a?aden unos cuantos miles.
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