Escuchas
El premio Pulitzer para 'The Guardian' y 'Washington Post' es una prolongaci¨®n del agradecimiento general a las revelaciones de Edward Snowden
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Hace unas semanas, la publicaci¨®n de Internet Pop Bitch, que recoge aportaciones de particulares, dej¨® caer que algunos de los profesionales que se dedican a las escuchas del espionaje brit¨¢nico escriben a veces un mensaje curioso a sus amigos ¨ªntimos. Se limitan a transcribir la letra de la canci¨®n que en ese momento est¨¢n escuchando. Esta sensaci¨®n de transparencia en la corriente de comunicaci¨®n en la que vivimos puede que est¨¦ alcanzando rango de paranoia, pero ejemplifica que vivimos tras muros de cristal. Las c¨¢maras en la calle, la recolecci¨®n de datos personales, los errores inform¨¢ticos masivos que han permitido, en un episodio reciente, que las contrase?as de miles de usuarios quedaran al descubierto, forman un panorama sorprendente.
El premio Pulitzer para The Guardian y Washington Post es una prolongaci¨®n del agradecimiento general a las revelaciones de Edward Snowden. No porque vayan a tener una consecuencia directa sobre nuestras vidas, sino porque contribuyen a sacarnos levemente de la oscuridad en torno al mundo en el que vivimos. Aunque algunos puristas y exagerados ya piden para el inform¨¢tico que abandon¨® el servicio de espionaje nada menos que el Nobel de la Paz, tampoco parece probable que entre Estados pueda despreciarse la labor del espionaje sin renunciar a la defensa. Ayer, el Gobierno brit¨¢nico nombr¨® nuevo jefe de escuchas mientras niega aclaraciones sobre el caso Snowden por razones de seguridad. De la misma manera que los ciudadanos no parecen dispuestos a racionar el uso de los avances tecnol¨®gicos que facilitan su vagabundeo por el inmenso oc¨¦ano digital en aras de su propia privacidad.
Nace quiz¨¢ un nuevo ¨¢mbito de desconfianza. Parecido a un estado de clandestinidad, donde los protagonistas adoptan personalidades ficticias y protegen cada paso con comprobaciones que les garanticen que nadie les sigue ni les tiende una emboscada. El camino de ida ha consistido en entregarnos al intercambio de informaci¨®n y participar alegremente de nuestra conversi¨®n en paparazi de nosotros mismos bajo la tentaci¨®n de que tras las redes sociales se esconde la tierra prometida. Puede que el camino de vuelta consista en la reinvenci¨®n de la privacidad, el anonimato y la discreci¨®n. O puede que no haya vuelta atr¨¢s.
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