La importancia de Barranquilla
Los a?os que el Nobel pas¨® en la ciudad costera colombiana se tienen por los m¨¢s importantes de su formaci¨®n literaria
En la vida de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez se entrecruzaron un lugar y una fecha sin los cuales resulta imposible entender la biograf¨ªa sentimental y literaria del Nobel.
El lugar se llama Barranquilla, una ciudad bulliciosa y cosmopolita del Caribe colombiano, tan irreverente que el escritor manifest¨® en alguna ocasi¨®n que all¨ª ¡°no hay fama que dure tres d¨ªas¡±. La fecha: 1950, a?o en que Garc¨ªa M¨¢rquez, de 22 a?os, se instal¨® por segunda vez en Barranquilla, donde ya hab¨ªa cursado estudios de secundaria y donde hab¨ªa de trabar una amistad intensa con un grupo de intelectuales parranderos que dejaron una huella profunda e imperecedera en su existencia.
Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa abandonado en 1948 sus estudios de Derecho en Bogot¨¢, a ra¨ªz de los disturbios desatados en la capital por el asesinato del popular pol¨ªtico Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n, y empezaba su andadura como periodista en el diario El Universal de Cartagena. Un par de a?os despu¨¦s, de viaje en la vecina Barranquilla para hacer un reportaje sobre un circo, se acerc¨® a una c¨¦ntrico caf¨¦ donde, seg¨²n le hab¨ªan contado, se reun¨ªan unos j¨®venes que amaban con id¨¦ntico fervor la literatura, la amistad, el alcohol y la juerga. Tambi¨¦n le hab¨ªan contado que varios de esos j¨®venes hab¨ªan le¨ªdo, y comentado con admiraci¨®n, los cuentos que ¨¦l hab¨ªa publicado en algunos diarios de Bogot¨¢. De ese modo Garc¨ªa M¨¢rquez conoci¨® a Germ¨¢n Vargas, Alfonso Fuenmayor y ?lvaro Cepeda Samudio, periodistas y empedernidos lectores, que de inmediato lo adoptaron como miembro del grupo. A trav¨¦s de ellos conoci¨® a otros j¨®venes bohemios de la ciudad y lleg¨® a Ram¨®n Vinyes, un intelectual catal¨¢n de casi 70 a?os, que regentaba una librer¨ªa y guiaba como un maestro a los muchachos en sus lecturas.
Garc¨ªa M¨¢rquez decidi¨® quedarse en Barranquilla. El grupo de amigos pas¨® a reunirse en el restaurante bar La Cueva, propiedad del tambi¨¦n catal¨¢n Eduardo Vil¨¢. Alfonso Fuenmayor le consigui¨® un trabajo en el diario El Heraldo que le permiti¨® pagarse una habitaci¨®n en una modest¨ªsima pensi¨®n de cuatro plantas, frecuentada por prostitutas, a la que los amigos bautizaron El Rascacielos. La funci¨®n de Garc¨ªa M¨¢rquez en El Heraldo consist¨ªa en seleccionar teletipos, pero muy pronto el reci¨¦n llegado comenz¨® a escribir una columna llamada La Jirafa (apodo con que se dirig¨ªa en la intimidad a su entonces novia y posterior esposa, Mercedes Barcha). Para ello utiliz¨® el seud¨®nimo de S¨¦ptimus, personaje de la novela ¡®La se?ora Dalloway¡¯, de Virginia Wolf, escritora inglesa que hab¨ªa descubierto gracias a sus amigotes de La Cueva y que tanto habr¨ªa de influir en su cosmovisi¨®n literaria. Para escribir esas columnas se nutr¨ªa con frecuencia de teletipos curiosos que ca¨ªan en sus manos. Pero, lo m¨¢s importante, en ellas desperdig¨® tambi¨¦n muchas pistas de lo que iban a ser algunas de sus grandes obras literarias, incluida Cien A?os de Soledad.
En paralelo a su trabajo en El Heraldo, Garc¨ªa M¨¢rquez fue jefe de redacci¨®n de un singular experimento period¨ªstico: un semanario de literatura y deportes llamado Cr¨®nica, cuyo director y fundador era Alfonso Fuenmayor y en el que escrib¨ªan otros de los amigos del grupo. La existencia de Cr¨®nica fue ef¨ªmera ¨Cde abril de 1950 a junio de 1951-, pero en la revista quedaron plasmadas algunas brillantes obras maestras del periodismo.
Garc¨ªa M¨¢rquez vivi¨® menos de cuatro a?os en Barranquilla (se march¨® a Bogot¨¢ en 1953), pero fueron tan intensos y enriquecedores que el escritor siempre los consider¨® los m¨¢s importantes en su formaci¨®n literaria. A lo largo de su obra dej¨® constancia de ese amarre afectivo con la ciudad costera. En Los funerales de la Mam¨¢ Grande incluy¨® a un grupo de amigos a los que describe como ¡°los mamadores de gallo de La Cueva¡± (mamador de gallo es una modalidad de bromista). En El coronel no tiene quien le escriba aparecen tres dependientes de la sastrer¨ªa del pueblo llamados Alfonso, ?lvaro y Germ¨¢n, un homenaje a sus mejores amigos barranquilleros. Los tres vuelven a figurar con sus nombres de pila en la obra cumbre del escritor, Cien a?os de soledad. Esta vez se les suma un tal Gabriel (que no es otro que el propio autor), y todos son disc¨ªpulos del ¡°sabio catal¨¢n¡±, que en la vida real era el erudito Ram¨®n Vinyes. A comienzos de los a?os 50, Garc¨ªa M¨¢rquez sopes¨® poner el nombre de Barranquilla a su mundo de ficci¨®n literaria, pero Vinyes (que hab¨ªa de fallecer dos a?os despu¨¦s en Barcelona) lo disuadi¨® y lo anim¨® a encontrar un nombre con m¨¢s resonancia m¨ªtica. El resultado fue Macondo.
De aquella breve pero decisiva etapa de Garc¨ªa M¨¢rquez qued¨® para la posteridad el denominado Grupo de Barranquilla, que se estudia en las facultades de literatura de medio mundo como ejemplo de lo que un entorno pude influir en la trayectoria de un escritor. Cuando recogi¨® en 1982 el Premio Nobel, Garc¨ªa M¨¢rquez organiz¨® una fiesta para sus amigos barranquilleros que hab¨ªa invitado a Estocolmo, y all¨ª les dijo, palabras m¨¢s, palabras menos: ¡°Yo siempre tuve la certeza de que iba a ser escritor, pero sin ustedes y sin Barranquilla no habr¨ªa sido Premio Nobel¡±.
Marco Schwartz es director de 'El Heraldo de Barranquilla'.
Babelia
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