Desmoralizar
Si el juez Elpidio Silva es una v¨ªctima de la persecuci¨®n, la estampa es nefasta. Pero si es un chalado desmadrado, a¨²n es peor
En el campo de labranza del sistema judicial espa?ol, cuando el arado medi¨¢tico escarba entre sus surcos se traslada una idea de infertilidad. Ha sucedido con el juicio contra Elpidio Silva. Si el juez es una v¨ªctima de la persecuci¨®n, la estampa es nefasta. Pero si es un chalado desmadrado, a¨²n es peor, porque lleva a?os ejerciendo sin que haya significado un problema profesional hasta que se ha topado con un banquero poderoso y desafiante. Si realmente utiliza todos los resortes de picapleitos para entorpecer su juicio por prevaricaci¨®n y promocionar su carrera populista, no parece lo m¨¢s inteligente permitir que se le aparezca la Virgen, con nombre de Mar¨ªa Tard¨®n, y que su recusaci¨®n del tribunal sea, no solo entendible, sino razonable dada la participaci¨®n de esta magistrada en la antigua Cajamadrid de Blesa & C¨ªa.
El caso Silva ha transformado en verbena el caso Blesa. El banquero provoca una de las cotas m¨¢s altas de indignaci¨®n ciudadana, porque personifica el saqueo de las finanzas p¨²blicas desde la asociaci¨®n con pol¨ªticos y personajes poderosos de ese sistema que muchos consideran contaminado e irrecuperable. La m¨¢s seria advertencia contra el mal funcionamiento judicial en nuestro pa¨ªs llega de los jueces. Todos ellos denuncian en sus declaraciones p¨²blicas la precariedad de sus recursos, la raqu¨ªtica colaboraci¨®n gubernamental y el des¨¢nimo generalizado. El descr¨¦dito aumenta con medidas como el cobro de cuotas para acceder al sistema y la legislaci¨®n de urgencia en asuntos como la justicia universal y esa cascada de liberaciones de narcotraficantes y delincuentes internacionales porque la prisa y la sumisi¨®n gu¨ªan a los pol¨ªticos m¨¢s que la pericia y el estudio calmado.
Las declaraciones del fiscal general alrededor de la falta de medios para la labor judicial de los departamentos anticorrupci¨®n culmina este panorama desolador. Se percibe que las armas judiciales son insuficientes para combatir un ecosistema pol¨ªtico donde se al¨ªan arribistas y sobornadores. Sin investigaci¨®n, medios, dedicaci¨®n y protecci¨®n institucional la lucha contra el fraude languidece, descarrila y es derrotada por defensas ¨¢giles, combate a remo contra motores fuera borda. El pa¨ªs se fundamenta en la divisi¨®n de poderes y la eficacia institucional, no en la pantomima de sus juicios m¨¢s desmoralizadores.
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