El Reina Sof¨ªa invoca a la multitud
El museo nacional re¨²ne cerca de trescientas obras para reflexionar sobre el juego y la dimensi¨®n p¨²blica en el arte
Un columpio de madera sin desbastar, colgado por el artista conceptual Vito Acconci en 1977 en el centro de una instalaci¨®n sobre c¨®mo los soldados estadounidenses convirtieron a Italia en su patio de recreo tras la Segunda Guerra Mundial, es la ¨²ltima invitaci¨®n al juego de la muestra Playgrounds. Reinventar la plaza (hasta el 22 de septiembre en el Reina Sof¨ªa). Un juego en el que, seg¨²n el relato ofrecido, no hay vencedores posibles y s¨ª una multitud de vencidos, como queda demostrado al principio del recorrido en la serie de Henri Cartier-Bresson Primeras vacaciones pagadas,en la que los instantes adem¨¢s de decisivos resultan bastantes pat¨¦ticos; siglos de luchas sociales por conquistar el asueto desembocan ante el objetivo del fot¨®grafo en un ejercicio ciertamente ansioso de la pereza.
El equipo comisarial de la muestra recurre a la mezcla de medios (imagen petrificada o en movimiento, planos arquitect¨®nicos, grabados, pintura, escultura o instalaciones) para reflexionar acerca del ocio y sus rebeld¨ªas, del papel del campo de juego en la creaci¨®n o de las plazas como escenarios para el activismo desde aquel lejano siglo XIX en que el carnaval, con su invitaci¨®n liberadora a la inversi¨®n, cautiv¨® la imaginaci¨®n de artistas como Goya, Guti¨¦rrez Solana o Ensor.
Los maestros tenebrosos conviven en la primera sala con las acuarelas bolivianas de Melchor Mar¨ªa Mercado (1819-1871), con la surrealista Maruja Mallo o las alucinaciones del barcelon¨¦s Efr¨¦n ?lvarez (1980) en lo que ser¨¢ una constante (mezcla desinhibida de ¨¦pocas, procedencias y estilos) de la exposici¨®n. Antes, sobre una pared, el visitante se ha podido detener en La commune (de Paris, 1871), pel¨ªcula en la que el iconoclasta quehacer cercano al documental de Peter Watkins dota al acontecimiento hist¨®rico de un extra?o aire carnavalesco.
No es el ¨²nico punto del recorrido en el que la mascarada colectiva se confunde con la reivindicaci¨®n pol¨ªtica. Ah¨ª est¨¢ la obra de Marcelo Exp¨®sito, que adem¨¢s de aportar dos de las cerca de 300 piezas escogidas, forma parte del ¡°comit¨¦ cient¨ªfico¡± de la muestra y escribe un texto sobre el tema en el cat¨¢logo, libro que aspira a ser le¨ªdo como un ensayo independiente.
La contaminaci¨®n se hace del todo evidente cuando el relato se ocupa de los movimientos sociales que ocuparon plazas y parques de todo el mundo en 2011. Entre gui?os al situacionismo o el movimiento holand¨¦s de los provos, a festivales del proletariado italiano de los setenta o a un partido de b¨¦isbol disputado en 1989 por la ¡°joven pl¨¢stica¡± cubana, hay referencias a luchas colectivas en la City londinense, Guatemala o el barrio de la Alameda de Sevilla, documentaci¨®n de la g¨¦nesis de los escraches en Argentina a principios de la pasada d¨¦cada y un tenderete titulado Activist Club en el que se puede leer a Manuel Castells o mirar v¨ªdeos de flo6X8, colectivo cuyo arte pol¨ªtico se hizo famoso por tomar por buler¨ªas las oficinas de Bankia. La mezcla proyecta sobre el conjunto una sombra de juego fr¨ªvolo.
Antes de que las utop¨ªas queden te?idas de descontento y frustraci¨®n, la exposici¨®n se detiene en asuntos como los parques de atracciones, la pasi¨®n surrealista por los tableros de juego o el turismo y el ocio, cuya historia se fija en cuatro fogonazos: la serie de Cartier-Bresson, la c¨¦lebre imagen de un d¨ªa en la playa, de Weegee, en la que no queda libre ni un palmo de arena de Coney Island, y los trabajos de Xabier Ribas sobre domingueros espa?oles y Martin Parr, cuyo sarcasmo acaba congelando la sonrisa.
De las varias tramas de esta propuesta dos funcionan mejor que el resto: esta puede abordarse como una exposici¨®n sobre la infancia y tambi¨¦n como una cita con la arquitectura. Lo primero resulta obvio. M¨¢s en las fotos de Centelles y de los neorrealistas italianos que en las acciones de Palle Nielsen o Peter Friedl. Uno abri¨® las puertas a las huestes infantiles para que tomasen en 1968 el Museo de Arte Moderno de Estocolmo y el otro anda embarcado desde hace dos d¨¦cadas en su proyecto Playgrounds; siete mil im¨¢genes de columpios y toboganes vac¨ªos de todas partes del mundo.
Un par de salas en el centro del recorrido viene a demostrar que tras las grandes guerras, cuando ¡°la ciudad se convierte en un lugar para el juego¡±, seg¨²n Manuel Borja-Villel, director del museo, aparecen los proyectos para humanizar el urbanismo con fines l¨²dicos. Y si algo uni¨® las fantas¨ªas m¨¢s o menos realizables Aldo Van Eyck, Lina Bo Bardi o los colectivos Archigram y Archizoom fue su oposici¨®n a las teor¨ªas de Le Corbusier, para quien los espacios comunes de las famosas unidades habitacionales lo fueron, seg¨²n los comisarios, tambi¨¦n de control.
Babelia
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