Todos los colores
Fracasar¨ªa quien hilvanara una gama de su misma estirpe y de notas m¨¢s o menos similares. Una cosa es la armon¨ªa y otra la monoton¨ªa
Los cuadros que m¨¢s se venden son aquellos en los que domina el azul y son de tonalidad suave. La sensaci¨®n de sosiego que procuran al comprador parece ser el secreto de su ¨¦xito. Son amables, no invasivos, amigos mansos como las p¨ªldoras sedantes que tambi¨¦n, a menudo, adoptan el color azul p¨¢lido. Los cuadros deben hacernos gozar y si se adquieren en cuanto distinguidos objetos de compa?¨ªa es comprensible que se prefiera aquellos de personalidad pac¨ªfica o de apaciguado humor. As¨ª son de hecho las banderas de la Unesco y de las Naciones Unidas, las V¨ªrgenes milagrosas y los oc¨¦anos sin temor a naufragar.
El sistema general de los colores es, sin embargo, mucho m¨¢s complejo. No podr¨ªa soportarse un cuadro en que todos sus tonos ronden lo bonito. Como tampoco ser¨ªan valorados aquellos que rondaran abusivamente lo siniestro.
La ronda del color es, efectivamente, un cortejo, pero no es un cortejo m¨¢s. No es incestuoso ni tampoco horizontal. Fracasar¨ªa quien hilvanara una gama de su misma estirpe y de notas m¨¢s o menos similares. Una cosa es la armon¨ªa y otra la monoton¨ªa. Pero, efectivamente, lograr un efecto genial es dif¨ªcil, casi azaroso y altamente secreto.
Lograr un efecto genial es dif¨ªcil, casi azaroso y altamente secreto
Muy secreto, digo, porque de hecho cada color y en cada tono dice ac¨²sticamente algo sobre s¨ª y, aun balbuciendo, da pie para entender qu¨¦ prefiere su alma en cada paso. Este momento, en que el pintor pone todo su o¨ªdo en el habla del color ya incluido en la obra constituye la mayor encrucijada del proceso. Ya se ha pintado, por ejemplo, una mancha amarilla sobre la tela, pero ?y ahora qu¨¦? Otra raci¨®n igualmente amarilla, pero de otra paternidad o, mejor, un enemigo rojo de indeterminadas proporciones.
Los colores musitan sus querencias inmediatas y es necesario poner mucha atenci¨®n. Pero oy¨¦ndolas, unas veces se les hace mucho caso y otras no porque precisamente en la elecci¨®n desobediente y atrevida se halla una de las claves de pintar bien. Este color presente parece demandar a su allegado, pero si en lugar de procur¨¢rselo se la deniega, es posible que rabie de manera radiante y multiplique la belleza de la composici¨®n. ¡°Est¨¢s m¨¢s guapa cuando te enfadas¡±, se dec¨ªa en las pel¨ªculas de los a?os cincuenta, y colores enfadados con sus nuevos vecinos pueden ser, por su ira, asombrosamente iridiscentes.
El pintor Cruz Novillo me dec¨ªa en su estudio, donde combinaba dos o tres pinceladas con sentarse a fumar mirando fijamente al cuadro, que una obra buena ser¨¢ aquella que consiga mantenernos absorbidos durante toda una tarde. Pero ?cu¨¢l ser¨ªa el truco? El truco, tanto en la abstracci¨®n como en la figuraci¨®n radicar¨ªa en la calidad y el dinamismo de la conversaci¨®n que los colores entablar¨ªan entre s¨ª a trav¨¦s de las formas en que se ubiquen.
Que un cuadro interese durante horas ser¨¢, pues, consecuencia del inter¨¦s que suscite su tertulia interior. De modo que no habr¨¢ una atrayente interlocuci¨®n si se entabla entre elementos similares. Por el contrario, colores bonitos y ¡°feos¡± (si es que existiera esta distinci¨®n) se conjuntan en un parlatorio donde sus oposiciones o desacuerdos aumentan la intriga del espectador.
En cada cuadro atractivo o seductor se juntan colores con estatus junto a otros que, a solas, parecer¨ªan sosos o de orden menor. Sin embargo, el rol que desempe?an estos ¨²ltimos ser¨¢ decisivo para el resultado final. Un resultado que transmitir¨¢ su mayor inter¨¦s gracias a la conflictiva coyunda de las gamas libremente elegidas y las lib¨¦rrimamente sobrevenidas, entre la pasi¨®n, el oficio y la temeridad.
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