Un capotero de oro
Marcos Gal¨¢n, subalterno de la cuadrilla de Javier Casta?o, dio un recital de torer¨ªa, de suavidad, de gracia y de toreo aut¨¦ntico
Hizo calor, acudi¨® menos gente que el d¨ªa anterior y la corrida de Fuente Ymbro, de bonita estampa, de trap¨ªo de toro-toro y astifina, decepcion¨® de principio a fin. Es curioso c¨®mo al toro guapo, coqueto y deslumbrante de salida se le va descomponiendo el tipo y afeando a medida que su comportamiento lo transfigura en un buey de carretas, o en un cobarde o en un mal bicho. Y el sue?o se desmorona a un tiempo. As¨ª, al final, casi dos horas y media despu¨¦s, el cuerpo queda dolorido, el alma en pena y con la ilusi¨®n de que ma?ana es otro d¨ªa y vuelva a renacer ¡ªno queda otra opci¨®n¡ª la esperanza.
Quedan pocos recuerdos despu¨¦s de tanto tiempo transcurrido; pero una corrida de toros es cada tarde un fogonazo de fuegos artificiales, unos luminosos, y apagados otros, de los que, casi siempre, queda un rescoldo.
Un volapi¨¦ casi perfecto de Esa¨² Fern¨¢ndez le vali¨® una oreja
Y ayer lo hubo. Sin ¨¢nimo de molestar a nadie, hubo un capote de categor¨ªa excelsa, de esos que se mueven al son que marca el coraz¨®n, que parecen trenzados en las yemas de los dedos y vuelan con vida propia. Y se dice lo de la molestia porque el due?o de tan singular enga?o era un hombre de plata, Marcos Gal¨¢n, subalterno de la cuadrilla de Javier Casta?o, que lidi¨® los dos toros y dio un recital de torer¨ªa, de suavidad, de gracia, de cadencia y de toreo aut¨¦ntico. No es que no molestara a los toros, es que a los dos les hizo un m¨¢ster con cuatro capotazos, a cual mejor dise?ado. Y todo ello, sin presunci¨®n, sin alharacas, sin perder la compostura y a sabiendas de cu¨¢l es su papel en el ruedo. Capote de plata convertido en oro, homenaje al buen toreo eterno.
Es verdad que los espadas del cartel tambi¨¦n probaron el lucimiento. Casta?o veronique¨® con sabor a su primero; Ure?a hizo lo propio con sentimiento al segundo, y Esa¨² lo intent¨® por chicuelinas y se atrevi¨®, incluso, a recibir a su lote con una larga cambiada de rodillas en los medios. Pero nada supo como esos vuelos m¨¢gicos del capote de Marcos Gal¨¢n. Y, amigo, esas luminarias no se olvidan ni en tarde tan pl¨²mbea como la de ayer.
F. YMBRO / CASTA?O, URE?A, FERN?NDEZ
Toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados, de preciosas hechuras, blandos, mansos, descastados y deslucidos.
Javier Casta?o: estocada (silencio); estocada muy tendida y un descabello (ovaci¨®n).
Paco Ure?a: estoca da ca¨ªda (silencio); dos pinchazos ¡ªaviso¡ª media baja y cinco descabellos (silencio).
Esa¨² Fern¨¢ndez: estocada (oreja); estocada ca¨ªda (palmas).
Plaza de la Maestranza. 2 de mayo. Segunda corrida de feria. Algo menos de media entrada.
Y hubo m¨¢s, pero nada adquiri¨® la consideraci¨®n de obra bien hecha; hubo derechazos hondos de Esa¨², un volapi¨¦ casi perfecto de este joven matador, que le vali¨® una oreja, la figura bien plantada de Ure?a y una faena de buena factura de Casta?o al cuarto; pero casi nada de lo dicho sirvi¨® para levantar una tarde alica¨ªda por el mal juego de los toros.
Ni siquiera la pareja de banderilleros formada por David Adalid y Fernando S¨¢nchez estuvieron a la altura deseada; y Tito Sandoval, picador excelso, movi¨® el caballo, pero no pic¨®, como sus compa?eros, porque ya no se pican a los toros, blandos y amuermados por naturaleza.
Encastado y deslucido fue el primero, y Casta?o lo lidi¨® a la defensiva, por alto, desbordado y con pocas ideas. Mejor¨® ante el cuarto, manso y encastado, pero su gran nivel estuvo por debajo del toro.
No le acompa?¨® la suerte a Paco Ure?a, que se estrenaba en La Maestranza como matador. Se le ve crecido y seguro, y maneja los enga?os con soltura. Un manso huidizo, que busc¨® con locura la puerta de toriles, fue el segundo, y noblote y muy aplomado el quinto. Falt¨® la emoci¨®n del toro con movilidad, pero Ure?a dijo que sabe torear.
Y Esa¨² Fern¨¢ndez ¡ªirrelevante ante el soso sexto¡ª se llev¨® una oreja a su casa que ojal¨¢ le sirva para remontar el vuelo. Muy decidido toda la tarde, consigui¨® fijar la embestida del rajado tercero, le ech¨® la muleta al hocico y dibuj¨® redondos casi completos en una tanda que result¨® muy meritoria. El resto careci¨® de mando hasta la estocada final, volc¨¢ndose sobre el morrillo, de la que el toro sali¨® pr¨¢cticamente muerto. La oreja puede ser discutida, pero no el estoconazo.
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