Juvenil oreja para Jim¨¦nez
El toricantano tore¨® con hondura, se gust¨® por naturales y garbosas trincherillas y dijo que tiene madera de torero
La oreja que cort¨® el toricantano Javier Jim¨¦nez al sexto de la tarde no redime ni a la ganader¨ªa, que cosech¨® un fracaso de ¨¦poca, ni a los toreros, que sue?an con el toro tonto que aburre a las ovejas, ni a la empresa, que se empecina en el error a?o tras a?o. Pero Jim¨¦nez consigui¨® levantar la voz el d¨ªa de su alternativa, y eso es lo m¨¢s importante; al menos, para el chaval, que ten¨ªa una dif¨ªcil papeleta de la que puede depender su temporada.
Jim¨¦nez est¨¢ placeado, se le ve suelto y debe ser un aspirante incansable de la mano del padre de Espartaco, su consejero, que no lo dejar¨¢ vivir fuera del toro. No se acopl¨® con su primero, preso, quiz¨¢, de los nervios del deb¨², mat¨® mal y todo qued¨® en una preocupante inc¨®gnita. Antes de que doblara el toro, que ten¨ªa cara y aspecto de novillo, lo capote¨® por tafalleras y chicuelinas en un claro aviso de que ve¨ªa a por todas. El sobrero, que sustituy¨® al en¨¦simo inv¨¢lido nobil¨ªsimo, con escasas fuerzas, le permiti¨® encontrar la serenidad ansiada y lo mulete¨® con suavidad y templanza en una labor que no lleg¨® a alcanzar el cl¨ªmax de las grandes faenas, pero supo a gloria despu¨¦s de una tarde pesada y aburrida. Tore¨® Jim¨¦nez con hondura, se gust¨® por naturales y garbosas trincherillas, abus¨® del pico y dijo, eso fue lo mejor, que tiene madera de torero.
Pero dicho queda que esa oreja, cogida, quiz¨¢, con alfileres despu¨¦s de un pinchazo, no redime una tarde para la historia negra de esta plaza.
Domecq/ Ponce, El Cid, Jim¨¦nez
Toros de Juan Pedro Domecq-Parlad¨¦, ¡ªel sexto, como sobrero¡ª mal presentados, inv¨¢lidos, nobles, mansos y descastados.
Enrique Ponce: media estocada y dos descabellos; estocada ca¨ªda (silencio).
Manuel Jes¨²s El Cid: estocada (silencio); dos pinchazos y estocada ca¨ªda (silencio).
Javier Jim¨¦nez, tom¨® la alternativa: sartenazo ensartado en los costillares que asoma, pinchazo y estocada (ovaci¨®n); pinchazo y casi entera (oreja).
Plaza de la Maestranza, 3 de mayo. Tercera corrida de feria. Algo menos de tres cuartos de entrada.
Una se?ora, con las gafas de ver caladas, le¨ªa un libro electr¨®nico en la grada mientras El Cid naufragaba inseguro ante el rajado tercero; al mismo animal al que momentos antes hab¨ªa recibido por ver¨®nicas con un capote del tama?o de una s¨¢bana de cama de matrimonio.
Del mismo modo salud¨® Ponce a su segundo, pertrechado tras un muro infranqueable de tela. Y al primero, el joven de la alternativa lo pasaport¨® de un fe¨ªsimo sartenazo en el costado, que el animal mostr¨® a toda la concurrencia, pues no hubo manera de sacar el estoque de lugar tan cruel para el torero.
As¨ª, por desgracia, transcurri¨® un festejo taurino en el que no hubo toros y escase¨® el toreo; ni siquiera parec¨ªa Feria de Abril, pues no es habitual que el s¨¢bado de preferia luzca vac¨ªo la mitad de los tendidos de sol.
Es decir, que el reaparecido Ponce tras su cogida su Valencia no anim¨® la taquilla; ni El Cid ni Javier Jim¨¦nez, a pesar de que vino arropado por un nutrido grupo de forofos partidarios.
Fracaso sin paliativos Juan Pedro Domecq con una corrida muy desigualmente presentada, inv¨¢lida, descastada, nobil¨ªsima y tonta, de esas que no ofrecen seriedad de toro bravo y espantan la emoci¨®n. La terna, con la excepci¨®n referida, solo pudo intentar justificarse de un error nuevamente cometido, cual es pedir y suplicar por los toros de Juan Pedro.
A pesar del petardo ganadero, hubo puntuales momentos que merecen ser destacados. Primero, la Maestranza recibi¨® con un cari?osa ovaci¨®n a Enrique Ponce, al que oblig¨® a saludar tras el pase¨ªllo; los sevillanos mostraron su afecto y confianza al joven Javier Jim¨¦nez durante la ceremonia de la alternativa, en la que Ponce lo sermone¨® con un largo parlamento. Y Alcalare?o salud¨® tras dos buenos pares al quinto de la tarde. No hubo m¨¢s.
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