El pasado
Es dif¨ªcil imaginarse a Gerry Adams como un antiguo matarife. Tiene pinta de profesor venerable, de humanista ilustrado, y fue una de las personas decisivas para detener la sangr¨ªa del Ulster
No tengo inter¨¦s en conocer a gente cuya obra venero, tal vez por temor a que el ser humano me decepcione, que no me parezca estar a la altura de su arte, pero practico otras formas de mitoman¨ªa. Puedo emocionarme ante la tumba de creadores geniales que me han regalado sensaciones impagables. Cada vez que escucho ese precioso testamento de Brassens titulado S¨²plica para ser enterrado en la playa de S¨¨te me pregunto por qu¨¦ no he visitado todav¨ªa ese mar inspirador para homenajear a un poeta al que amo. Y, por supuesto, lo que m¨¢s deseaba conocer en Belfast, en esa ciudad donde han ocurrido tantas cosas terribles o trascendentes, era la casa en la que naci¨® Van Morrison, imaginar en ese paisaje de su infancia los primeros rugidos del le¨®n, c¨®mo se forj¨® esa voz para expresar con tanta belleza y desgarro los sentimientos m¨¢s hondos.
Pero tambi¨¦n vi otras cosas en Belfast que te remit¨ªan a un pasado reciente de sangre y tinieblas. Por ejemplo, flip¨¦ ante el nombre de una de sus calles m¨¢s populares. Se llamaba calle Kal¨¢shnikov. Con dos cojones. Imagino el fervor homicida de los patriotas que le pusieron el nombre. Qu¨¦ miedo.
Es dif¨ªcil imaginarse a Gerry Adams como un antiguo matarife. Tiene pinta de profesor venerable, de humanista ilustrado, y fue una de las personas decisivas para detener la sangr¨ªa del Ulster y alcanzar la muy complicada paz. Pero vete a saber si sus antiguas responsabilidades como jefe del brazo pol¨ªtico del IRA inclu¨ªan darle matarile por sospechas de chivateo a una viuda joven que hab¨ªa parido 10 criaturas. Bueno, era la guerra entre vecinos, barbaries cometieron todos, no conviene revisar las mutuas atrocidades del pasado, etc¨¦tera. Esos razonamientos pueden ser pragm¨¢ticos, pero dan grima. Los muertos no pueden quejarse, pero no estar¨ªa mal que le preguntaran a sus familiares y a la gente que les quer¨ªa su opini¨®n sobre la memoria hist¨®rica.
Esa man¨ªa ancestral de degollarse entre los vecinos vive momentos de esplendor universal. En Egipto, Irak, Afganist¨¢n, Siria, Ucrania, Congo y no s¨¦ cu¨¢ntos sitios m¨¢s. Sospecho que su ejemplo sirve para que se extienda moda tan siniestra. Qu¨¦ terror los nacionalismos y las religiones. Y no hay palabras cuando van juntos.
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