Esta fiesta es una ruina

Visto lo visto, la soluci¨®n al problema es harto dif¨ªcil. Entre las desertoras figuras, cuya ausencia se nota en la taquilla ¡ªy vaya que si se nota¡­¡ª, los toros nobil¨ªsimos, pero faltos de motor en sus entra?as, y toreros mec¨¢nicos, fr¨ªos y vulgares, incapaces de interesar al respetable, da la sensaci¨®n de que esta fiesta ha entrado en una espiral ruinosa de la que no ser¨¢ sencillo salir.

Una tarde m¨¢s no se pic¨® ning¨²n toro, lo que, a estas alturas, ha dejado de ser noticia y pone de relieve la profunda degeneraci¨®n de la caba?a brava. Pero a los seis, en mayor o menor medida, les rebos¨® la nobleza, y algunos, incluso, estuvieron adobados con migajas de casta, y todos de buena condici¨®n y calidad contrastada. Y lo curioso es que no pas¨® nada; bueno, pasaron dos horas y media de un aburrimiento insoportable, que no vislumbra nada bueno para esta fiesta.

?Y los toreros? Pues, un misterio indescifrable; Feria de Sevilla, tarde de lujo, toros a su gusto y manera, y van los tres y salen de la plaza con media estocada en las agujas. Tan incomprensible como cierto.

No resulta f¨¢cil acertar con las verdaderas causas del desastre. No se sabe si es que el toreo ya solo es patrimonio de artistas excelsos; o que no todo el mundo puede hacer una gran obra el d¨ªa y a la hora que marca el cartel, o, sencillamente, es que Castella, Escribano y Fandi?o dieron ayer todo lo que llevan dentro y se ha visto y comprobado que su bagaje es ligero y de escaso recuerdo.

No se entiende nada la labor de Castella, torero valiente, t¨¦cnico y experimentado en mil batallas. Sin ¨¢nimo de exagerar pudieron llegar a cien entre capotazos y muletazos que dio a su primero, noble y repetidor, y solo acert¨® a aburrir a las ovejas. No es que el animal fuera de bandera, pero el torero estuvo rematadamente mal. Su faena fue interminable, reiterativa y destemplada y construida toda ella desde la mediocridad, aunque lo mat¨® muy bien de una soberbia estocada. M¨¢s animoso se le vio ante el cuarto, otro bomb¨®n, y tras un pase cambiado por la espada cay¨® de nuevo en el toreo acelerado y con escaso gusto.

Una gran parte del p¨²blico critic¨® la decisi¨®n presidencial de no conceder la oreja del segundo a Escribano. Algo habr¨ªa hecho el muchacho; pues s¨ª, que mand¨® a la otra vida a su oponente de un fe¨ªsimo bajonazo; y aun as¨ª ped¨ªa la gente la oreja (d¨®nde hemos llegado¡­). Recibi¨® a sus toros de rodillas en los medios, los banderille¨® con mucha voluntad, pero ya est¨¢, y los mulete¨®, esa es la verdad, con mucho gusto, con suavidad, gracia y templanza. Mejor a su primero, que se mov¨ªa m¨¢s, y aprovech¨® sus animosos andares para trazar un toreo salpicado de hondura por ambas manos. Pronto se apag¨® el quinto y su labor se redujo a un manojo de buenos naturales a c¨¢mara lenta. A los dos los mat¨® mal y volaron las orejas. Pero en los dos destac¨® a la ver¨®nica, que conste.

Hab¨ªa inter¨¦s por ver a Iv¨¢n Fandi?o (Iv¨¢n Jim¨¦nez lo renombraron en el programa oficial, os¨², os¨²¡­) y decepcion¨®, para qu¨¦ vamos a poner pa?os calientes. Brind¨® su primero al p¨²blico y se vio desarbolado por un toro que le enganch¨® pr¨¢cticamente todos los muletazos que esboz¨®. Mejor¨® ante el noble sexto, pero dijo poco, casi nada, y no emocion¨®.

Que no se olviden los nombres de Javier Ambel, Jos¨¦ Chac¨®n, Vicente Herrera, Pedro Lara, Miguel Mart¨ªn y Jes¨²s Arruga. Todos ellos brindaron momentos de buen toreo con el capote y los garapullos.