El ojo
El ojo de Esther Quintana est¨¢ cegado para siempre. El nuestro va camino de quedar igual de cegado, pero sin la crueldad f¨ªsica
Uno de los problemas habituales de los medios de comunicaci¨®n para llegar a morder la verdad es la urgencia del proceso informativo. A la velocidad con la que transcurre la vida p¨²blica, no es f¨¢cil volver atr¨¢s, revisar la p¨¢gina, resituar al espectador en el pasado para ofrecerle la versi¨®n final de cualquier pol¨¦mico suceso. Por eso la mentira es utilizada tanto en nuestra explanada pol¨ªtica. Los que recurren a la falsedad lo hacen porque saben que cuando la verdad se abra camino ser¨¢ de manera tan tard¨ªa que estar¨¢ caducada, que tendr¨¢ el sabor de una bebida gaseosa destapada desde hace meses. En el caso de Esther Quintana las cosas no han funcionado de manera distinta.
Esta mujer perdi¨® el ojo durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012 en Barcelona. Los jueces han tardado un a?o y medio en desmontar las versiones oficiales, que negaban el uso de las pelotas de goma, y han ratificado que la causa de la lesi¨®n no es otra que el impacto de ese material antidisturbios sobre el rostro de una mujer que no se encontraba en ninguna escaramuza violenta, sino a punto de regresar a casa tras participar en la manifestaci¨®n. Quedan probadas la imprudencia y la desproporci¨®n y se desmonta una serie encadenada de mentiras, versiones manipuladas desde la autoridad para conceder que la ¨²nica persona que dijo la verdad desde el primer momento fue la v¨ªctima.
El ojo de Esther Quintana est¨¢ cegado para siempre. El nuestro va camino de quedar igual de cegado, pero sin la crueldad f¨ªsica. Quien debi¨® dar explicaciones del suceso, aclararlo, reparar a la v¨ªctima, ha quedado muy atr¨¢s en la hemeroteca. El m¨¢ximo responsable pol¨ªtico seguramente ya disfruta de otra cartera de poder m¨¢s discreta y confortable, y si repara en la sentencia ser¨¢ en un recorte de prensa que le prepara su gabinete junto al cruas¨¢n y el caf¨¦ de por la ma?ana, mientras la desproporci¨®n y la imprudencia siguen siendo su mejor estrategia profesional. Y la verdad se ha quedado en la cuneta, como una lata vieja y oxidada que miras al pasar a toda velocidad por la carretera y te hace pensar en qui¨¦n tirar¨¢ esas cosas por ah¨ª que tanto afean el paisaje.
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