Armas Marcelo: ¡°En la democracia ahora mandan los tontos¡±
El escritor y periodista publica 'R¨¦quiem habanero por Fidel', novela que cierra su trilog¨ªa sobre Cuba
J. J. Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) tiene claro cu¨¢ndo regresar¨¢ a Cuba, un pa¨ªs que lo enganch¨® hasta hacerle viajar a ¨¦l en 26 ocasiones, y que no pisa desde 2000. ¡°Ser¨¢ en el entierro de Fidel Castro¡±, asegura. El periodista y escritor acaba de publicar R¨¦quiem habanero por Fidel (Alfaguara), novela en la que conviven hechos y personajes reales con otros ficticios, y que cierra la trilog¨ªa que le dedica a la isla caribe?a despu¨¦s de As¨ª en La Habana como en el cielo (Debolsillo) y El Ni?o de Luto y el cocinero del Papa (Alfaguara). Walter Cepeda, coronel retirado de la Seguridad del estado y un revolucionario convencido, se tiene que enfrentar al hecho de que su ¨²nica hija se ha exiliado a Barcelona; esta le llama un d¨ªa para anunciarle que el dictador ha muerto; a ra¨ªz de la noticia, que nunca se llega a confirmar, Cepeda va hilando una ristra de recuerdos. La pregunta que sobrevuela toda la narraci¨®n es la de si merece la pena haber vivido una existencia como la suya entregada a la causa del castrismo.
¡°Fidel Castro es un fantasma que representa una obsesi¨®n por un hombre solo, que se integra en el discurso junto con el sexo, con la broma, la m¨²sica o la santer¨ªa; mantiene toda la actualidad y la realidad, a la espera de qu¨¦ pase despu¨¦s de ¨¦l¡¡±. Juan Jes¨²s Armas Marcelo sujeta un purito ¡ªcanario¡ª entre sus dedos y afirma que, si en un momento ¨¦l mismo fue castrista, ahora despu¨¦s de los resultados que ha dado el r¨¦gimen ¡°es imposible que nadie lo sea¡±. Que hayan transcurrido muchos a?os desde la ¨²ltima vez que pis¨® la isla, sostiene, no hace que la narraci¨®n sea defectuosa. En R¨¦quiem habanero por Fidel relata episodios como la ejecuci¨®n de Arnaldo Ochoa el Calingo ¡°el general m¨¢s laureado de la historia de Cuba, no lo pod¨ªa permitir Padre Dios¡¡± u otros que nadan en las brumas de la leyenda, como aquel que dice que Che Guevara fue tiroteado tras el debate sobre si Cuba se deb¨ªa acercar al modelo de comunismo chino. Pasan los a?os y en Cuba ¡°no var¨ªa nada¡±.
Armas Marcelo, que ahora ocupa la direcci¨®n de la C¨¢tedra Mario Vargas Llosa, habla como un torrente en su casa, en la que el amarillo predomina. En su biblioteca se apilan cientos de libros de manera ingobernable. ¡°Voy a Cuba porque tengo esa pasi¨®n est¨²pida y loca, all¨ª me siento euf¨®rico¡±, una Habana que ahora describe como ¡°un santuario en ruinas¡±, vulnerable a una triste lluvia. Y que le deja agotado: ¡°Por mucho que me satisfaga, co?o, ahora quiero separarme de Cuba por lo menos tres o cuatro novelas¡±. Pero un registro a la salida de ese viaje realizado en 2000 le hizo desistir de verla. ¡°Me aprietan las clavijas por un par de cajas de puros y les dije: ¡®No tengo a?os para que ustedes me asusten¡±. Despu¨¦s, Guillermo Cabrera Infante fue tambi¨¦n testigo de esa promesa de no regresar: ¡°A ver si es verdad¡±, le dijo el autor de Tres tristes tigres, cart¨®grafo de una Habana inolvidable, con un (c¨®mo no) puro entre los dientes. Y ya exiliado.
El coronel Walter Cepeda es un personaje hecho de retazos de otros reales que el periodista conoci¨® en la isla. En R¨¦quiem habanero por Fidel el lector encuentra a Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, a Heberto Padilla, o Jorge Edwards, y al propio Armas Marcelo ¡°realizando un cameo¡±. ¡°Me gusta el mestizaje de realidad y ficci¨®n, y yo he visto la pel¨ªcula desde ambos lados¡±. El protagonista Cepeda ocup¨® un importante cargo como los ojos y los o¨ªdos de Ra¨²l Castro, y ahora tiene el privilegio de conducir un taxi y as¨ª tener acceso a los d¨®lares de los turistas. Una lata de mejillones que le env¨ªa su hija desde Espa?a supone un fest¨ªn para ¨¦l, en un pa¨ªs ¡°donde hay tres grandes problemas: el desayuno, el almuerzo y la cena¡±. Pero Cepeda es uno de esos hombres que se pliegan a respirar de otra manera, como describe el periodista; a¨²n teniendo la oportunidad de vivir otra vida persiste ¡°ese elemento religioso¡± que va en ser af¨ªn a Castro.
La banda sonora de la novela la ponen los aullidos de una perra de nombre Mar¨ªa Callas que se mezcla con los recuerdos de Walter Cepeda. En R¨¦quiem habanero por Fidel algo se adelanta de lo puede suceder despu¨¦s. ¡°Ya est¨¢ hecho el reparto, y puede derivar a un comunismo chino, el capitalismo m¨¢s salvaje. ?He llegado a ver un Mercedes de oro en la puerta del Hotel Beijing, todo amarillo menos las gomas! Pero eso se desmoronar¨¢, y habr¨¢ una democracia liberal tutelada por los hijos de los que est¨¢n, que ser¨¢n los due?os de la tierra¡¡±. En la novela Cepeda mantiene una conversaci¨®n con un periodista polaco, que se basa en otra que tuvo el propio Armas Marcelo entre g¨¹isquis. ¡°En Polonia se apag¨® la luz un viernes¡±, le contaba; cuando se encendi¨® despu¨¦s del fin de semana, el reparto ya estaba hecho. As¨ª de f¨¢cil fue la transici¨®n del sistema comunista al capitalista.
¡°La ¨²nica invasi¨®n con resultados es la que han hecho los exiliados en Florida, que ahora es el segundo estado m¨¢s productivo despu¨¦s de California. Si los cubanos han construido esto en libertad, ?por qu¨¦ no van a reconstruir Cuba de la misma forma?¡±. Aunque la democracia tampoco le traiga a este autor motivo de excesiva alegr¨ªa: ¡°Esta adulterada bajo el poder del dinero y la avaricia, y en ella mandan los tontos¡±.
La imagen que Armas Marcelo tiene de Che Guevara se aleja mucho del mito. ¡°Era un enfermo de psiqui¨¢trico, un personaje al borde del fascismo, que pretende crear un hombre nuevo¡ Todo procede de la imagen en una camiseta, y quien hizo la fotograf¨ªa Alberto Korda se lamentaba en privado de que no hab¨ªa recibido un solo d¨®lar; todo se lo comi¨® la Revoluci¨®n¡±.
El autor de R¨¦quiem habanero por Fidel jam¨¢s ha conocido al militar y revolucionario que inspira su escritura. ¡°Me propusieron ir a verlo, pero no tuve ning¨²n inter¨¦s¡±. A ¨¦l le gustar¨ªa un encuentro sin embargo con el hermano menor, ahora presidente de Cuba. ¡°Ra¨²l es un ser humano que se preocupa por las notas y los novios de sus hijos, las cosas del mundo, es m¨¢s dom¨¦stico. Con ¨¦l me tomar¨ªa un ron y hablar¨ªa de las cosas cotidianas y de la casa, del hambre de la gente o del trabajo. Fidel habla consigo mismo, que es Dios¡±. J.J. Armas Marcela gesticula con dramatismo: ¡°Se ve arriba en una gran pol¨ªtica, discutiendo con otros dioses del poder, los conoci¨® a todos, ?a todos los dej¨® asustados!¡±. Menos a uno, afirma: un joven Adolfo Su¨¢rez que descendi¨® del avi¨®n que lo llev¨® a Cuba corriendo, cuando Fidel Castro ¡°ya era una especie de momia sovi¨¦tica¡±.
?J. J. Armas Marcelo habla de que, como sucede en la novela, las nuevas generaciones tienen otro sentir con respecto a Cuba, con ¡°un sistema tan arbitrario que algunos que me han tratado de convencer despu¨¦s se exilian¡±. Y da como ejemplo su encuentro con el hijo de Silvio Rodr¨ªguez, gran nombre de la Trova Nova, en Miami. ¡°Se llama Silvito el Libre¡±.
Mientras este novelista codicioso de historias pide salud para contar todas las que le llegan, se pregunta como un ni?o goloso. ¡°?Ser¨¢ esta la novela que mate a Fidel Castro?¡±.
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