Canogar, Tierno Galv¨¢n y el lienzo perdido
Una ic¨®nica tela de Rafael Canogar, encargada por Tierno Galv¨¢n para servir de fondo en sus m¨ªtines y acab¨® extraviada, reaparece en Madrid 37 a?os despu¨¦s
Las obras de arte, como las personas, est¨¢n cargadas de historias. Ser¨ªa fascinante conocer las aventuras de gloria y desastres por las que muchas han pasado desde que salieron de manos de artistas. Algunas muestran sus cicatrices en los museos y ni las restauraciones m¨¢s sofisticadas consiguen borrar las ¨²ltimas huellas del sufrimiento vivido en medio de desastres naturales, maltrato por ignorancia o desidia. Muchas sucumben a la desgracia, pero hay otras que parecen estar dotadas de una naturaleza excepcional y en contra de toda previsi¨®n retornan a la vida cuando ya se hab¨ªa firmado su acta de defunci¨®n.
La obra protagonista de esta historia fue realizada por Rafael Canogar (Toledo, 1935) en 1976 a petici¨®n de Tierno Galv¨¢n, entonces l¨ªder del PSP. Tierno quer¨ªa una obra de arte como tel¨®n de fondo de sus m¨ªtines y Canogar, que aunque nunca ha tenido carnet de partido ha sido un colaborador activo y generoso de causas democr¨¢ticas, se puso a ello. Parece ser que fue Manuel Mor¨¢n el encargado de contactar con el artista. Canogar form¨® un d¨ªptico con dos lienzos de grandes dimensiones, 2 metros de alto por 4.40 de largo; muestra un friso en el que unos personajes enlutados agitan y entrelazan las manos formando un muro impenetrable que avanza hacia el espectador, como si de un batall¨®n civil se tratara. Uno de estos personajes, el cuarto por la izquierda, es el propio Canogar, el ¨²nico autorretrato que se le conoce. Es un trabajo que recuerda obras tan populares como la inspirada en la Amnist¨ªa o La escapada. En 1975 Canogar hab¨ªa abandonado ya la figuraci¨®n y abrazado la abstracci¨®n, pero acept¨® encantado el encargo. El ¨®leo no tiene t¨ªtulo y aparece firmado en la parte inferior a la derecha y en la posterior con la fecha de 1976.
El profesor Tierno utiliz¨® la obra en actos del partido y en unos cuantos m¨ªtines para las elecciones generales de 1977, un desastre para el PSP que supuso su desaparici¨®n como fuerza pol¨ªtica aut¨®noma y les dej¨® llenos de deudas. Es en esos d¨ªas cuando Canogar tiene las ¨²ltimas noticias de su d¨ªptico. Tierno le llama por tel¨¦fono para preguntar si le puede devolver la tela para venderla. Canogar, sorprendido, responde que ¨¦l no la tiene. Luego ya ninguno se vuelve a ocupar de la pintura.
El profesor Tierno utiliz¨® la obra en actos del partido y en unos cuantos m¨ªtines para las elecciones generales de 1977
La siguiente escena se produce 37 a?os despu¨¦s, en las v¨ªsperas del d¨¦cimo aniversario del atentado del 11-M, en la sede de Asociaci¨®n Nacional de Presencia Gitana; su presidente Manuel Mart¨ªn Ram¨ªrez (Madrid, 1938) manda buscar un mural hecho por los alumnos de la Escuela Intercultural Infantil de la Asociaci¨®n en memoria de las v¨ªctimas del Pozo del T¨ªo Raimundo. Alguien trepa por la escalera y coge uno de los muchos grandes rollos amontonados entre el polvo en lo alto de la biblioteca. Al bajarlo al suelo y desenrollarlo, Mart¨ªn Ram¨ªrez reconoce la escena urbana en blanco y negro que alguien le entreg¨® para su cuidado hace m¨¢s de tres d¨¦cadas y que ¨¦l hab¨ªa olvidado totalmente.
La sede de Presencia Gitana es un modesto local atestado de expedientes, carpetas, libros y viejos ordenadores situado en uno de los bajos de la calle Valderrodrigo, en Saconia. Antes estuvieron en la calle Apodaca, junto a la glorieta de Bilbao, hasta que Fuerza Nueva se instal¨® en las proximidades y se convirtieron en unos vecinos mas que inc¨®modos. Los gitanos se marcharon con su sede a unas oficinas de la calle Vel¨¢zquez y desde febrero de 1981 trabajan en Saconia. En los tres espacios, la obra de Canogar ha ocupado siempre el mismo lugar: los altos de las estanter¨ªas de las respectivas bibliotecas.
Sentado en el modesto sof¨¢ de su despacho, Mart¨ªn Ram¨ªrez, soci¨®logo y editor con toda una vida dedicada a defender los derechos de los gitanos, rebusca en su memoria los detalles de la entrega del cuadro. Fue en 1976. Cuenta que el portador era un hombre joven vinculado al partido comunista, todav¨ªa ilegal en Espa?a. "Entr¨® y me pidi¨® por favor que le guardase los ¨®leos. No le di mayor importancia. Piense que en aquellos a?os convulsos todo pod¨ªa ocurrir. Por la asociaci¨®n entraba much¨ªsima gente con los problemas m¨¢s duros que se pueda imaginar. Descarto que hubiera mala intenci¨®n. Supe despu¨¦s que aqu¨¦l hombre hab¨ªa muerto y yo ni remotamente me acord¨¦ de los rollos que estaban bajo mi custodia hasta el d¨ªa en que nos pusimos a buscar los murales de los ni?os".
Despu¨¦s de la escena feliz del reencuentro, Rafael Canogar carg¨® los rollos en el coche y se los llev¨® al espectacular estudio en el que trabaja, en las proximidades de Atocha
Ese mismo d¨ªa, sin demora, al reconocer la obra y firma de Canogar el l¨ªder de Presencia Gitana busc¨® la manera de contactar con el artista. En las p¨¢ginas de El Pa¨ªs vio que estaba exponiendo en la galer¨ªa madrile?a Fern¨¢ndez-Braso, en la calle Jorge Juan. Marc¨® el n¨²mero de tel¨¦fono y pidi¨® hablar con el patriarca y fundador del local, Manuel Fern¨¢ndez-Braso. El encuentro entre el artista, el galerista y el cuidador se produjo inmediatamente.
Fern¨¢ndez-Braso (Villanueva del Arzobispo, Ja¨¦n, 1940) uno de los galeristas esenciales en la difusi¨®n de artistas espa?oles desde los a?os 70, rememora el momento. "Fue muy emotivo para todos. Con mucho cuidado se desenrollaron las obras y ah¨ª aparecieron ante todos con la misma intensidad y fuerza que les hab¨ªa movido en aquellos a?os de lucha en favor de la democracia y la libertad. Eran a?os en los que realmente se estaba jugando todo. Era pintura de guerra para alcanzar la tan deseada paz". Sin dejar de mirar la obra recuperada, ahora extendida en el suelo, los tres estuvieron recordando aquellos a?os turbios, densos, emocionantes y rebosantes de sue?os.
Despu¨¦s de la escena feliz del reencuentro, Rafael Canogar carg¨® los rollos en el coche y se los llev¨® al espectacular estudio en el que trabaja, en las proximidades de Atocha. Entre exposici¨®n y exposici¨®n el artista toledano (sigue siendo uno de los que m¨¢s expone y vende dentro y fuera de Espa?a) ha encontrado tiempo para mirar detenidamente el d¨ªptico. Le duele ver los desconchones y surcos que afectan el medianil de las telas y sus extremos. Una vez tensada la tela gracias a los bastidores podr¨¢ estudiar a fondo su restauraci¨®n. No entiende que se haya podido doblar sin ning¨²n cuidado, y se percata de c¨®mo el paso del tiempo y el descuido han sido definitivos.
Sentado ante la obra, Canogar cuenta que no cobr¨® ni una peseta por ella. "En esos a?os era frecuente que algunos artistas colabor¨¢semos con campa?as pol¨ªticas, y ¨¦ramos combativos. Pero yo nunca he sido militante de ning¨²n partido".
No piensa poner la obra a la venta, aunque le gustar¨ªa que formara parte de alguna exposici¨®n. "Supongo que el precio ser¨ªa de algo m¨¢s de 200.000 euros, pero no tengo la menor intenci¨®n de desprenderme de ella despu¨¦s de tanto tiempo".
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.