Vigencia y esplendor de Onetti
En el vig¨¦simo aniversario de su muerte, el uruguayo es uno de los autores latinoamericanos m¨¢s reivindicados Su viuda traza un retrato del escritor
¡°?Qui¨¦n se va a acordar de Onetti dentro de 20 o 30 a?os?¡±. Esa pregunta que se hac¨ªa el propio Juan Carlos Onetti llega ahora a su primer tiempo: hace 20 a?os, el 30 de mayo de 1994, muri¨® en Madrid el escritor uruguayo. Una pregunta que ya antes de fallecerr empez¨® a tener respuesta positiva y que ha aumentado en cascada en dos d¨¦cadas. La pen¨²ltima respuesta llega en la voz de Dorothea Muhr, Dolly, la mujer con la que vivi¨® desde los a?os cincuenta. Ella ha vuelto a Madrid estos d¨ªas. Recuerda, no, evoca al escritor con r¨¢fagas acerca de su vida, creando una especie de homenaje a uno de sus t¨ªtulos m¨¢s conocidos, Dejemos hablar al viento,a?adiendo aqu¨ª, ¡°sobre Onetti¡±.
¡°?Qui¨¦n se va a acordar de Onetti dentro de 20 o 30 a?os?¡±, cuenta Dolly que dec¨ªa con frecuencia el autor de El pozo, El astillero, La vida breve o Juntacad¨¢veres. Es la reflexi¨®n de esta mujer de 89 a?os, violinista, en el madrile?o Centro de Arte Moderno, donde se han preparado varios homenajes. ¡°C¨®mo no se van a acordar si era un adelantado a su tiempo. Y su tiempo es m¨¢s este¡±.
Onetti frente al mundo pero alejado del ruido de la vida. El murmullo entrando por su ventana en Madrid, donde lleg¨® exiliado de la dictadura de su pa¨ªs y tras haber estado preso. Sus lectores que no paran de crecer y los escritores que no cesan de reivindicarlo y convertirlo en uno de los autores latinoamericanos m¨¢s admirados por ellos. Empezando por Mario Vargas Llosa. Era anterior al boom latinoamericano junto a Borges, Rulfo o Asturias, entr¨® en ¨¦l sin mucha alharaca, y sigui¨® de largo. J¨®venes autores hablan de ¨¦l. El Nobel surafricano J. M. Coetzee ha pedido novelas suyas, cuenta Dolly.
El escritor, nacido en 1909, se adelant¨® tanto que le qued¨® tiempo para estar en casa, en cama, con su whisky, con sus charlas. Existencialista, moderno, avanzado¡ Onetti no cre¨ªa del todo lo que ocurr¨ªa a su alrededor. ¡°No porque no creyera que fuera bueno, sino porque no le interesaba ser una especie de servidor de la fama¡±.
Dejemos hablar a su mujer con su musicalidad argentina en estos recuerdos sueltos como el viento que va y viene...
¡°?l solo quer¨ªa leer, quer¨ªa escribir, quer¨ªa estar en su hogar¡±.
¡°No eligi¨® ser as¨ª, no pens¨® en ser as¨ª, un poco aislado y todo eso. Simplemente era as¨ª¡±.
¡°Tal vez lo ¨²nico que le alter¨® fue cuando le concedieron el Cervantes en 1980. La noche anterior a recibirlo, del 22 al 23 de abril, ?no durmi¨® nada! Luego no asisti¨® a la fiesta. As¨ª es que me toc¨® ir a m¨ª a poner la cara¡±.
¡°Una de nuestras pasiones era la novela negra. Nos intercambi¨¢bamos libros y ten¨ªamos nuestras propias claves¡±.
¡°Se habla mucho de los autores que le gustaban o lo hab¨ªan influido como Faulkner o Joyce o Proust¡ ?Conrad? Pocos hablan de Conrad y le apasionaba¡±.
¡°Periodista fue su primer trabajo. En una agencia de noticias. Le gustaba informar de la Segunda Guerra desde Buenos Aires porque era el primero que se enteraba de lo que suced¨ªa. A veces hablaba de lo mucho que le hab¨ªa ense?ado el periodismo: te ense?a a contar a ir al grano, de lo que en verdad interesa a la gente¡±.
¡°Se ha hablado tanto de su existencialismo, su lado pesimista y esas cosas¡ La verdad es que le molestaba que se insistiera tanto en su parte de sombras. Cre¨ªa, y yo tambi¨¦n, que ten¨ªa un poco de todo. Encara la realidad¡±.
¡°Y ten¨ªa un gran humor sin que fuera muy bien entendido¡±.
¡°Se rebelaba contra la decadencia. Le dol¨ªa envejecer¡±.
¡°Ten¨ªa una gran capacidad para expresar y hacerle sentir al lector cosas que este a¨²n no hab¨ªa vivido¡±.
¡°Y la m¨²sica. Era fan¨¢tico de Gardel. Le encantaba la m¨²sica cl¨¢sica¡ Bach¡ Beethoven¡ Shostak¨®vich¡ ?Todo eso despu¨¦s de Gardel, claro!¡±.
¡°No rele¨ªa sus obras. No le¨ªa cr¨ªticas. Dec¨ªa que, como el perro, no volv¨ªa sobre su v¨®mito¡±.
¡°Cada vez que lo leo me enternezco. Y me r¨ªo. Y comprendo¡±.
¡°Madrid, gracias a los amigos, fue el lugar para refugiarse de la dictadura uruguaya que lo amarg¨® tanto. Su habitaci¨®n aqu¨ª era un trozo de Uruguay¡±.
Y las r¨¢fagas evocadoras de Dorothea Muhr siguen por Madrid. La violinista habla, y a su alrededor parece acudir un pasaje de Dejemos hablar al viento, escrita en Madrid y con la cual Onetti cerr¨® el ciclo de Santa Mar¨ªa, donde hay poco espacio para el amor, todos est¨¢n abatidos por los sue?os y las realidades; menos una pareja de ancianos que venden cuerdas para viol¨ªn sin haberse dejado de querer ¡°mediante la iron¨ªa, la burla y la ineludible ternura¡±.
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