Pena m¨¢xima
La leyenda se nutre de penaltis marcados y penaltis fallados en proporci¨®n tal que da para escribir una enciclopedia
Viendo Informe Robinson uno se pregunta por qu¨¦ el deporte goza de ese programa. El canal de pago recoge en ese archivador historias particulares, ajenas a las premuras de la actualidad, miradas transversales. La pregunta es por qu¨¦ no se concede un espacio similar a las bellas artes ni a la econom¨ªa o a la historia pol¨ªtica, ni a la arquitectura ni al dise?o, ni siquiera a la ciencia. El deporte recibe ese trato deferente en los medios, elev¨¢ndose por encima de todo el resto de disciplinas. La prima a nuestros futbolistas en el Mundial, inalcanzable en otro oficio, es una consecuencia de esa matem¨¢tica constante.
En la ¨²ltima entrega del estupendo programa, El penalti de Nash, el profesor Natxo Palacios-Huerta, injerto de la London School of Economics y el Athletic de Bilbao, explicaba la relaci¨®n entre la teor¨ªa de los juegos del premio Nobel John Nash, aquella mente maravillosa, y los lanzamientos de la pena m¨¢xima. Tras estudiar una cantidad ingente de penaltis ha llegado a establecer un par¨¢metro. En el 60% de la ocasiones gana en la tanda de penaltis el equipo que chuta primero y tambi¨¦n el que peor ha jugado el partido. Los lanzadores tienden a primar su lado natural al golpear el bal¨®n. Los porteros muestran tambi¨¦n alguna tendencia detectable.
La leyenda se nutre de penaltis marcados y penaltis fallados en proporci¨®n tal que da para escribir una enciclopedia. El programa nos cuenta que la selecci¨®n holandesa contaba con un informe detallado sobre Espa?a por si se llegaba a los penaltis en la final del Mundial. Tambi¨¦n el Chelsea decidi¨® la final de Champions de 2008 contra el Manchester United por penaltis, con la ventaja de saber que el portero rival mostraba tendencia a tirarse hacia el lado natural del lanzador y que si Cristiano Ronaldo se deten¨ªa un instante antes de chutar, golpear¨ªa hacia la derecha. Todo sucedi¨® seg¨²n el plan, pero nadie contaba con que el capit¨¢n Terry resbalara, bajo la lluvia, en el quinto disparo. Y que, en el desempate, Anelka incumpliera la orden marcada. El entrenador, Avram Grant, sigue maldici¨¦ndose por no ejecutar su impulso de sustituirlo antes de que tirara aquella pena m¨¢xima. En el casino humano las matem¨¢ticas no siempre se cumplen.
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