Piketty y los ruidos
Los m¨¢s conservadores temen que las tesis del franc¨¦s remodelen el paisaje pol¨ªtico
El economista franc¨¦s Thomas Piketty ha conseguido, con su monumental obra, lo que ninguno de sus colegas antes: introducir la desigualdad en el frontispicio de la pol¨ªtica econ¨®mica del siglo XXI, tras largas d¨¦cadas de ser orillada por la econom¨ªa neocl¨¢sica, que la consideraba una caracter¨ªstica natural del capitalismo de segundo orden. A partir de ahora, en la memoria econ¨®mica de cualquier medida que se tome habr¨¢ que introducir, adem¨¢s del factor de su coste, o de sus consecuencias ambientales, el de si beneficia o perjudica a una distribuci¨®n de la renta y la riqueza desbocada a favor de los poderosos.
Ante tan gigantesco desequilibrio en el seno de los pa¨ªses, la desigualdad llevaba tiempo siendo estudiada con intensidad. Los anteriores trabajos de Piketty en colaboraci¨®n con otro joven economista franc¨¦s residente en Estados Unidos, Emmanuel S¨¢ez, los de Gabriel Zucman (de la London School of Economics), los del FMI o la OCDE, o los textos del Nobel Joseph Stiglitz (El precio de la desigualdad, editorial Taurus)¡ son ejemplos notables de ello. Pero por hache o por be, sus tesis no hab¨ªan alcanzado la difusi¨®n y la influencia de las de Piketty. Tanto es as¨ª que los think tanks conservadores se han alarmado de que se haya desvelado esta tendencia tan turbadora, consecuencia de las pol¨ªticas econ¨®micas aplicadas en los 35 ¨²ltimos a?os, y, sobre todo, de las soluciones que propone el economista para combatirla. En un texto reciente lo explicitaba sin disimulos James Pethokoukis, del Instituto de la Empresa de Estados Unidos: el trabajo de Piketty debe ser rebatido con urgencia porque de lo contrario ¡°se propagar¨¢ entre los intelectuales y remodelar¨¢ el paisaje pol¨ªtico-econ¨®mico en el que se librar¨¢n las futuras batallas de las ideas pol¨ªticas¡±.
?Qu¨¦ sostiene Piketty? Que mientras los rendimientos del capital aumenten m¨¢s que el crecimiento econ¨®mico de un pa¨ªs se incrementar¨¢ la desigualdad. Que ¨¦sta es una tendencia de largo plazo. Que en el siglo XIX, parte del XX y lo que llevamos del XXI ello ha sido as¨ª, y que la ¨²nica interrupci¨®n a esta tendencia se produjo en los a?os de la revoluci¨®n keynesiana, de las pol¨ªticas del New Deal contra la Gran Depresi¨®n, y del nacimiento del Estado de bienestar. Tambi¨¦n dice que la desigualdad es tan enorme que para combatirla habr¨¢ que establecer impuestos confiscatorios (de hasta el 80% de su riqueza) a los m¨¢s ricos, adem¨¢s de hacer pol¨ªticas redistributivas p¨²blicas a trav¨¦s del gasto. Para llegar a estas conclusiones se basa en un aparato matem¨¢tico sencillo y en un trabajo emp¨ªrico (series hist¨®ricas de 200 a?os) arrollador.
Una buena parte de los que han apoyado a Piketty en la denuncia, no lo hacen en relaci¨®n con la ¨²ltima parte de su obra, las soluciones, que les parecen la zona m¨¢s endeble de su estudio del capitalismo actual. En general, las cr¨ªticas han sido de cuatro clases diferentes. Las primeras, las m¨¢s directamente ideol¨®gicas, provienen de los sectores m¨¢s derechistas y neoliberales de la academia, los mercados y la pol¨ªtica: no se hable m¨¢s, Piketty es un marxista (incluso un estalinista, han llegado a decir), y ya est¨¢ todo explicado. Pero ¨¦l lo desmiente con rotundidad: a lo m¨¢s que ha llegado es a asesorar al Partido Socialista franc¨¦s; no ha le¨ªdo El capital, de Marx, ni tiene pasado juvenil revolucionario; su inspiraci¨®n y su ideolog¨ªa provienen del art¨ªculo primero de la Declaraci¨®n de Derechos del Hombre, de 1789, que dice: ¡°Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales s¨®lo pueden fundarse en la utilidad com¨²n¡±.
Thomas Piketty ha conseguido introducir la desigualdad en el frontispicio de la pol¨ªtica econ¨®mica del siglo XXI
La segunda tanda de cr¨ªticas llega de los que opinan que no es un buen economista y que el aparataje estad¨ªstico que inserta en su libro es deficiente. Son las que ha enunciado el Financial Times, entre otros. Piketty ha sido humilde: seguro que sus bases de datos hist¨®ricos contienen errores y habr¨¢n de mejorarse, pero ello no cambia en nada la evoluci¨®n del sistema a largo plazo hacia una desigualdad creciente. El tercer segmento de cr¨ªticos es, probablemente, el m¨¢s interesante: la desigualdad actual no s¨®lo proviene de la riqueza acumulada y de la riqueza heredada por unos pocos (el c¨¦lebre 1% de Occupy Wall Street), sino de los salarios disparatados que se est¨¢n pagando a algunos ejecutivos, en el sector financiero pero no s¨®lo en ¨¦ste. Seg¨²n uno de los ¨²ltimos informes salariales elaborados por los sindicatos de Estados Unidos, la paga de un consejero delegado (CEO) es hoy 331 veces m¨¢s alta que la de la media de sus empleados y 774 veces la de quienes menos cobran. Y se pone un ejemplo ilustrador: los trabajadores m¨¢s humildes de la cadena de supermercados WalMart deben trabajar durante ocho meses y medio, en jornadas de 40 horas semanales, para embolsarse lo mismo que el CEO del grupo en una hora. Para estos cr¨ªticos, la inequidad salarial es el principal factor explicativo de la desigualdad.
El ¨²ltimo grupo de cr¨ªticas se fundamenta en el car¨¢cter distorsionador de los impuestos m¨¢s confiscatorios. Muchas veces, la incautaci¨®n de las rentas de los m¨¢s ricos (aunque ¨¦stas sean desaforadas e irreales en relaci¨®n con el valor a?adido que su trabajo posee) genera tal desest¨ªmulo en la producci¨®n econ¨®mica, en la actividad, que el resultado es una reducci¨®n real del producto social a repartir. Por ejercer una pol¨ªtica contra la desigualdad (que en t¨¦rminos morales puede estar justificada) se empeora la situaci¨®n de los m¨¢s desfavorecidos, en t¨¦rminos meramente econ¨®micos.
El argumento final de Piketty no es moral ni econ¨®mico, sino pol¨ªtico: concentraciones extremas de la riqueza como la que se dan en nuestras sociedades amenazan los valores de la meritocracia (es decir, de la econom¨ªa de mercado) y de la justicia, y la cohesi¨®n social sobre la que se asientan las democracias. Lo que est¨¢ en peligro es la democracia. Olvid¨¦monos de exageraciones como la de que la obra de Piketty (para quien Larry Summers ha pedido el pr¨®ximo Nobel de Econom¨ªa) es superior a la de Adam Smith, Keynes o Marx. Lo que s¨ª es cierto es que las tesis de un cient¨ªfico social franc¨¦s no hab¨ªan influido tanto en el mundo anglosaj¨®n desde Alexis de Tocqueville.
Le capital au XXI si¨¨cle. Thomas Piketty. Seuil, 2013. 624 p¨¢ginas. El libro lo editar¨¢ en espa?ol el pr¨®ximo oto?o el Fondo de Cultura Econ¨®mica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.