El Greco y Picasso: un di¨¢logo decisivo
El malague?o fue una de las claves para la difusi¨®n internacional de la obra del cretense
El ¨²ltimo entre los grandes maestros antiguos espa?oles en ser reconocido, El Greco, fue tambi¨¦n la influencia m¨¢s determinante para animar el movimiento m¨¢s decisivo para el desarrollo de la vanguardia del siglo XX: el cubismo; o sea: que, al final, el pintor cretense result¨® ser demasiado moderno para los antiguos y, a la par, fuente de inspiraci¨®n para el arte contempor¨¢neo, aunque previamente estuviese a la sombra durante casi tres siglos. En todo caso, al mencionarlo antes en relaci¨®n con el cubismo, ya se entiende que Pablo Picasso fue una de las claves para su difusi¨®n internacional. El artista malague?o tuvo oportunidad de descubrirlo casi en plena adolescencia, pues lo frecuent¨® en el Museo del Prado desde 1897-98, cuando cursaba estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando e, inmediatamente despu¨¦s, en la Barcelona modernista, donde se estaba fraguando un culto fervoroso en torno a El Greco.
El inter¨¦s por El Greco entre las huestes vanguardistas de comienzos de la pasada centuria, fueran posimpresionistas, fauvistas, expresionistas o cubistas no estuvo motivado solo por la fascinaci¨®n de lo antes menospreciado o desconocido, sino tambi¨¦n obviamente por razones formalistas, ya fuera su ins¨®lita gama crom¨¢tica, el exagerado alargamiento de sus figuras o su composici¨®n aplanada. A todo ello, en el caso de Picasso, se sumaba otra, de naturaleza antropol¨®gica, de corte identitario e, incluso, si se quiere, ed¨ªpico. En relaci¨®n con la primera, la de la espa?olidad de El Greco, Picasso la compart¨ªa con otros colegas contempor¨¢neos de su pa¨ªs en ese momento hist¨®rico cr¨ªtico de la Generaci¨®n del 98, obsesionada por redefinir y regenerar nuestro pa¨ªs; pero, con la segunda, la ed¨ªpica, se entremezcl¨® la apote¨®sica celebraci¨®n oficial espa?ola del tercer centenario del nacimiento de Vel¨¢zquez en 1899, el cual, entre la d¨¦cada de 1860 y la de 1890, se convirti¨® internacionalmente en la gran figura del arte occidental que todav¨ªa sigue siendo y el ejemplo m¨¢ximo propuesto por el padre de nuestro pintor, Jos¨¦ Ruiz Blasco, profesor de dibujo de Bellas Artes. Aunque el joven Picasso nunca reneg¨® de Vel¨¢zquez, la tentaci¨®n de buscarle un rival hist¨®rico a su altura y entonces no demasiado conocido, como El Greco, result¨® irresistible y art¨ªsticamente muy estimulante.
Es cierto que, con el paso del tiempo, Picasso reequilibr¨® su admiraci¨®n por ambos maestros, como as¨ª lo plasm¨® el artista malague?o en el t¨ªtulo de un cuadro de sus ¨²ltimos a?os, El mosquetero (1967), en cuyo bastidor firm¨® como Domenico Theotocopoulos van Rijn da Silva, una forma de homenajear a sus tres ¨ªdolos del pasado: El Greco, Rembrandt y Vel¨¢zquez, pero, durante el primer tramo de su carrera, entre el periodo azul?y el cubismo, su obsesi¨®n creadora dominante fue el cretense. As¨ª, entre 1897 y 1914, de una u otra forma, Picasso vuelve una y otra vez sobre El Greco y lo hace mediante obras tan significativas como las que dedic¨® a la tr¨¢gica y prematura muerte de su suicidado colega y amigo Casagemas o con la crucial Las se?oritas de Avignon, pero la obra del cretense aletea por sobre casi toda su feraz y decisiva etapa de la gestaci¨®n y el desarrollo del cubismo, cuando buscaba unificar el fondo y la figura de sus composiciones pict¨®ricas. Posteriormente, esta obsesi¨®n grequista de Picasso no fue tan exclusiva, aunque sin desaparecer jam¨¢s de su horizonte, como, entre otros, as¨ª lo avala tambi¨¦n su cuadro Retrato de un pintor a partir de El Greco (1950), casi una transcripci¨®n modernizada de Retrato de un pintor (Jorge Manuel Theotoc¨®puli) (h. 1600-1605) del cretense.
Entre 1897 y 1914, de una u otra forma, el malague?o vuelve una y otra vez sobre la obra del cretense
De manera que la relaci¨®n entre El Greco y Picasso fue muy intensa y duradera. En realidad tanto que se puede rastrear la huella del primero en el segundo en no menos de aproximadamente un centenar de obras, dibujos y pinturas, que Picasso ejecut¨® a lo largo de casi 70 a?os; o sea: pr¨¢cticamente durante casi toda su dilatada y feraz trayectoria art¨ªstica. Y no digamos, si analizamos esta influencia desde una perspectiva cualitativa, porque El Greco aparece en Picasso en momentos decisivos: la gestaci¨®n de la monocrom¨ªa ¡ªel color¡ª o la destrucci¨®n de la perspectiva ¡ªla composici¨®n¡ª, por citar solo dos pasos y aportaciones decisivos del artista malague?o.
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