¡®La visi¨®n de San Juan¡¯, su pintura m¨¢s espa?ola
La obra retrata almas que piden a Dios que la justicia caiga sobre sus perseguidores
Si hubiera que escoger una obra de El Greco entre las que mayor impacto causaron en los artistas espa?oles de los siglos XIX y XX ser¨ªan muchos los dedos de los expertos que no dudar¨ªan en se?alar La visi¨®n de San Juan (1608-1614), un ¨®leo de 224,8 cent¨ªmetros por 199,4, pintado en los ¨²ltimos a?os de su vida para un altar lateral de la iglesia de San Juan Bautista de Toledo. Conocido tambi¨¦n como Visi¨®n del Apocalipsis o Apertura del quinto sello, narra el momento en el que las almas perseguidas exigen a Dios que la justicia caiga sobre sus perseguidores. La figura de San Juan vestida de azul frente a las ¨¢nimas desnudas que se retuercen ante la ca¨ªda de las telas blancas que garantizan su salvaci¨®n, en medio de los rojos, verdes y ocres cl¨¢sicos del pintor es una de las obras que m¨¢s pasiones sigue despertando a los ojos de los creadores.
Uno de los primeros propietarios conocidos de la obra fue Antonio C¨¢novas del Castillo. El ensayista, historiador, dirigente conservador y presidente del Gobierno encarg¨® restaurar la tela ya que, cuando ¨¦l la adquiri¨®, presentaba desperfectos en la parte superior. La intervenci¨®n fue tan dr¨¢stica que lo que se hizo fue cortar por lo sano, de manera que desaparecieron nada menos que 175 cent¨ªmetros de la parte superior del cuadro; una aut¨¦ntica poda que explica que las manos de San Juan queden demasiado cerca del final del lienzo. Es un defecto que sin embargo fascin¨® a los manieristas y que ha alimentado pintorescas especulaciones sobre lo que se reproduc¨ªa en la parte superior.
Ignacio Zuloaga (?ibar, Guip¨²zcoa, 1870-Madrid, 1945), obsesionado con El Greco y unos de los m¨¢ximos responsables de su renacer, compr¨® a los herederos de C¨¢novas del Castillo La visi¨®n de San Juan por s¨®lo mil pesetas. En Par¨ªs logr¨® que la vieran todos los intelectuales del momento con los que ten¨ªa una estrecha relaci¨®n. As¨ª, llev¨® la tela a Picasso y el artista malague?o qued¨® tan fascinado que, seg¨²n varios estudios, sus Se?oritas de Avignon tienen una evidente influencia de La visi¨®n de San Juan.
El propio Zuloaga homenaje¨® el lienzo de El Greco en Mis amigos (1920-1932), una obra de gran formato en la que aparecen catorce intelectuales con los que ten¨ªa una relaci¨®n pr¨®xima o de admiraci¨®n. Y como fondo unificador de todos ellos, aparece La visi¨®n de San Juan. En 1956, el Museo Zuloaga decidi¨® vender la obra al Metropolitan de Nueva York y all¨ª se exhibe desde entonces como una de las joyas esenciales de su colecci¨®n permanente bajo el t¨ªtulo Opening of the Fifth Seal.
Uno de los primeros propietarios conocidos de la obra fue Antonio C¨¢novas del Castillo
El Greco no s¨®lo tuvo influencia en Zuloaga, sino en un n¨²mero considerable de artistas espa?oles y latinoamericanos, como se puede apreciar en la exposici¨®n de El Prado. ?sta se inicia con dos delicadas acuarelas de Mariano Fortuny, una de ellas copia de La Trinidad de El Greco. Javier Bar¨®n, comisario de la muestra, se?ala a Fortuny como uno de los primeros pintores espa?oles que se acercan a El Prado y copian las obras del maestro. En definitiva, recalca Bar¨®n, que ya fuese copiando del natural o a partir de l¨¢minas, como hizo Picasso cuando desde Barcelona hacia cabezas "a la manera de El Greco", se consigue "una difusi¨®n espectacular" de la obra del artista griego.
A continuaci¨®n cabe destacar la copia del Caballero anciano de El Greco realizada por Ricardo de Madrazo en 1873 y, volviendo a Zuloaga, su Anacoreta, con evidente inspiraci¨®n en el San Bernardino del artista griego. Bar¨®n llama la atenci¨®n sobre los rostros de ambos personajes: "Se podr¨ªa abordar de manera aislada el tratamiento de los rostros en El Greco y en c¨®mo muchos otros adoptan su manera de entender el retrato". Nada menos que siete obras de Picasso, ¨®leos de dibujos, se muestran aqu¨ª para reforzar la teor¨ªa del comisario
Joaqu¨ªn Sorolla, Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo, Ram¨®n Pichot o Santiago Rusi?ol son otros de los grandes nombres espa?oles que se acercan al maestro griego y ocupan un lugar destacado en la exposici¨®n de El Prado. Rusi?ol pose¨ªa dos grecos que hab¨ªa comprado en Par¨ªs y nada le gustaba m¨¢s que mostrarlos y ejercer de difusor en todos los ¨¢mbitos en los que se mov¨ªa. Ram¨®n Pichot retrat¨® a Rusi?ol como El Caballero de la mano en el pecho.
Zuloaga homenaje¨® el lienzo en Mis amigos, obra en la que aparecen 14 intelectuales
El gran muralista mexicano Diego Rivera conoci¨® de primera mano las manchas de color y la monumentalidad de El Greco durante sus estancias en Madrid, en la primera d¨¦cada del siglo XX. En El Prado pasaba horas contemplando a los grandes maestros intentando descifrar hasta el ¨²ltimo detalle de sus obras. En el ¨¢mbito presidido por Laocoonte, la segunda obra que m¨¢s ha influido en los artistas posteriores a El Greco, se exhiben varias del artista mexicano: Vista de Toledo (1912) y la Adoraci¨®n de la Virgen (1913), la primera pintura en la que integr¨® el cubismo.
Del padre del muralismo, Jos¨¦ Clemente Orozco se exhibe una r¨¦plica del monumental Prometeo (1944) realizado en el Pomona College de Claremont (California), una de sus composiciones m¨¢s complejas y en las que utiliz¨® el San Sebasti¨¢n de la catedral de Palencia. En las ant¨ªpodas formales de los mexicanos, pero con uso muy familiar del colorido, se expone Morfolog¨ªa psicol¨®gica (1939) del chileno Roberto Matta, quien conoci¨® la obra de El Greco en Espa?a y en Par¨ªs y ya nunca se pudo desprender de su visi¨®n. Su juego de rosas verdes y amarillos le sirve de manera perfecta para sus exploraciones del inconsciente.
La estela del surrealismo, sirve para introducir otro nombre espa?ol, ?scar Dom¨ªnguez con La pareja (1937), antes de llegar al ¨²ltimo ¨¢mbito en el que se encuentran dos obras de uno de los artistas que m¨¢s ha homenajeado a El Greco, tanto en sus textos, como en sus pinturas: El retrato imaginario de Felipe II (1967) y Ancestro 3 (1977) de Antonio Saura. ?ste "ve¨ªa en el Greco, como en Goya", concluye el comisario, "un rasgo distintivo de lo espa?ol, la ausencia de armon¨ªa".
En definitiva, la exposici¨®n propone reflexionar sobre qu¨¦ es lo que descubren estos artistas del XIX y XX como para conseguir ese renacimiento de El Greco. De nuevo el comisario adelanta una posible respuesta: "Estilizaci¨®n, movimiento, ritmo y el lujoso tratamiento del color" y "como persona, creo que les fascina su mezcla de culturas, su condici¨®n de outsider".
Babelia
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