Saqueos, planes y una ¡®femme fatale¡¯
El trabajo de los traductores es precario y est¨¢ mal pagado: la crisis se ha cebado con sus tarifas
Los traductores son el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la parte creativa de la cadena del libro. Ah¨ª los tienen: trabajando en solitario como los autores ¡ªellos tambi¨¦n lo son del texto en la lengua de llegada¡ª, pero sin el reconocimiento ¡ªsi quiera exiguo¡ª de que aquellos disfrutan. Todav¨ªa son muchos los editores que relegan el nombre del traductor exclusivamente a la p¨¢gina de cr¨¦ditos, como si fuera algo de lo que avergonzarse; en ese sentido, me atengo desde hace a?os a una regla personal: por principio desconf¨ªo del editor que no estampa el nombre del traductor en la p¨¢gina de portada, muy cerca del autor. Por lo dem¨¢s, y como se sabe, el trabajo de los traductores es precario y est¨¢ mal pagado: la crisis se ha cebado particularmente con las tarifas, que, en los casos en que no han descendido dram¨¢ticamente, siguen ancladas en los tiempos anteriores al crash de 2008; la codicia ha llevado a no pocos editores a contratar a traductores intrusos con escasa formaci¨®n que aceptan salarios esquiroles a cambio de sus perpetraciones literarias, algo que se nota en los disparates que uno llega a leer. Y no digamos nada de la vieja aspiraci¨®n de cobrar un porcentaje por los derechos de traducci¨®n, a menudo ignorada o reducida a simb¨®lica calderilla por editores partidarios de la acumulaci¨®n primitiva. Uno de los casos m¨¢s flagrantes de timo al traductor es el de las ¡°versiones¡± o ¡°adaptaciones¡± de obras teatrales de autores extranjeros, en las que el ¡°autor¡± fusila sin recato ni sonrojo una traducci¨®n anterior, sea o no de derecho p¨²blico, y cobra (bastante) por ello, a menudo sin conocer bien la lengua original (por ejemplo, el griego cl¨¢sico o el ingl¨¦s isabelino), y todo ello sin que nadie se atreva a chistarle. Miguel S¨¢enz, que ha padecido innumerables plagios y saqueos en las ¡°adaptaciones¡± y ¡°versiones¡± de sus traducciones del teatro de Brecht, y ?ngel Luis Pujante, que tambi¨¦n sufre constantes usurpaciones y rapi?as de las suyas de Shakespeare, son solo dos de los numerosos autores-traductores afectados por esa pr¨¢ctica a la que la SGAE, entre otras instituciones, deber¨ªa estar particularmente atenta. Para todos los interesados en la defensa de los derechos de propiedad intelectual de los traductores recomiendo el muy razonable y sint¨¦tico Code for theatre translations and adaptations elaborado ya hace muchos a?os por la Translator¡¯s Association de la Society of Authors brit¨¢nica. De nada, a mandar.
Lola
Mientras espero a que termine de cocinarse el rape con crema de calabacines y curry verde que he elaborado siguiendo las sencillas instrucciones de la nueva aplicaci¨®n 1080 recetas de cocina, de Simone Ortega, una excelente idea electr¨®nica, impulsada por su hija In¨¦s, que ya he incorporado a mi androide, termino de leer el breve ensayo biogr¨¢fico Marlene Dietrich (Errata Naturae), de Franz Hessel, del que recuerdo con especial placer su Berl¨ªn secreto, publicado hace alg¨²n tiempo por la misma editorial. Hessel (1880-1941), encarnaci¨®n del fl?neur baudeleriano y amigo de Walter Benjamin (con el que elabor¨® el proyecto de traducir En busca del tiempo perdido), conoci¨® a la Dietrich (1901-1992) en 1931, cuando ya se hab¨ªa estrenado El ¨¢ngel azul (Josef von Sternberg, 1930) y la actriz hab¨ªa regresado temporalmente de Hollywood, donde sus dos primeras pel¨ªculas americanas hab¨ªan sido acogidas con entusiasmo. Su breve e intenso retrato ¡ªapoyado en numerosas fotograf¨ªas¡ª de Marlene, musa de Von Sternberg y una de las femme fatales m¨¢s c¨¦lebres de la primera d¨¦cada del sonoro, es el relato de un enamorado cerebral, si se me disculpa el dudoso ox¨ªmoron. Hessel la sigue desde la infancia berlinesa hasta su primera consagraci¨®n en los a?os m¨¢s internacionales del Berl¨ªn bullicioso de la Rep¨²blica de Weimar. Y la sigue tambi¨¦n en su gran papel de Lola-Lola, la cabaretera de largu¨ªsimas piernas de El ¨¢ngel azul, que fascina a los hombres y anula al pobre profesor Unrat (¡°basura¡±), interpretado genialmente por Emil Jannings, mientras canta con su voz rota y sexuada aquella canci¨®n inolvidable: ¡°Yo soy la guapa Lola?/?favorita de la estaci¨®n?/?y tengo una pianola?/?en casa, en mi sal¨®n¡±. Pel¨ªcula tragic¨®mica que nunca ha dejado indiferente a nadie (a los nazis, que la prohibieron ya en 1933, tampoco) y que afianz¨® para siempre la fama de la estrella. Por cierto, que lo que no puede desarrollar Hessel en su librito es la evoluci¨®n posterior de la Dietrich: su visceral antifascismo, su triunfal carrera americana, sus mezclados sentimientos en los que el apoyo a Estados Unidos, su pa¨ªs de adopci¨®n, corr¨ªa parejo al dolor por la implacable destrucci¨®n de Alemania (donde viv¨ªa su madre), o su entrada en el Berl¨ªn derrotado acompa?ando a las tropas estadounidenses y cantado Lili Marlene para consuelo de los prisioneros. En cuanto al rape con crema de calabacines, tengo que reconocer que lo dej¨¦ demasiado tiempo en el fuego y qued¨® duro como el pedernal. Pero la responsabilidad fue solo m¨ªa, y no de la aplicaci¨®n ni de Hessel.?
Gastos
Al tiempo que aumentan las quejas de editores peque?os y medianos a cuenta del ¡°af¨¢n recaudatorio¡± de la Federaci¨®n de Gremios de Editores (FGE), mi topo (talp, en catal¨¢n) en el Gremi d¡¯Editors de Catalunya, familiarizado con todos los rincones y actores de la sede del carrer Val¨¨ncia, me sopla que la FGE, cuyo actual presidente es don Xavier Mallafr¨¦ (managing director de Planeta y consejero de Libranda), ha contratado por una cantidad de seis guarismos los servicios de una gestora cultural (y eventual novelista) para que elabore un ¡°plan estrat¨¦gico¡± para L¨ªber, el evento editorial que se celebra un a?o en Madrid y otro ¡ª¨¦ste toca¡ª en Barcelona. Al parecer, y siempre seg¨²n el locuaz se?or Talp, la tarifa incluye no solo el plan, sino tambi¨¦n la organizaci¨®n de las ¡°actividades culturales¡± que se programar¨¢n durante el certamen, y que este a?o podr¨ªan celebrarse en diversos emplazamientos barceloneses. Lo que m¨¢s me sorprende es: 1?) que hasta el a?o pasado las ¡°actividades culturales¡± de L¨ªber ¡ªque, por cierto, nunca fueron su fuerte¡ª se organizaban desde la FGE sin que tal cosa supusiera coste adicional, 2?) que el gasto extra ¡ªen octubre ya veremos si justificado o mero juego del ahorcado¡ª tiene lugar en una ¨¦poca en la que la FGE y la agencia ISBN est¨¢n de ahorro y aprietan las clavijas financieras de sus agremiados, y 3?) que la FGE, que representa a la parte mollar de los editores de la tercera potencia editorial europea, siga sin tener una pol¨ªtica de comunicaci¨®n capaz de salir al paso de las preocupaciones de sus agremiados. Tambi¨¦n me llama la atenci¨®n ¡ªo a lo mejor es solo paranoia¡ª la impronta que la parte catalana de la FGE, y particularmente de los ejecutivos cercanos o vinculados a Planeta, va dejando en las grandes decisiones del sindicato de (todos) los editores espa?oles. Y eso que la semana pasada tuve que amonestar a un exaltado editor partidario de la teor¨ªa de la conspiraci¨®n que aseguraba sin fundamento que todo lo anterior va encaminado a que L¨ªber se quede para siempre en Montju?c. Ya ven, informar, y hacerlo pronto, sigue siendo b¨¢sico.
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