La biblioteca de los fracasados
Si hay un escritor que debe su ¨¦xito al prestigio de su fracaso, ese es Richard Brautigan
Si hay un escritor que debe su ¨¦xito al prestigio de su fracaso, ese es Richard Brautigan. Norteamericano de la ¨¦poca psicod¨¦lica, autor de culto, escritor de historias donde igual salen detectives desastrosos que verrugas genitales o pastores que se parecen a Hitler, toda su obra tiene la acidez campera de un banjo tocado en tripi. Un c¨®digo interno que se hace universal con su t¨ªtulo m¨¢s reconocido: La pesca de la trucha en Am¨¦rica (Blackie Books), que empieza describiendo la cubierta de su propio libro donde hay una foto de la estatua de Benjamin Franklin, en Washington, semejante a una casa con muebles de piedra. As¨ª arranca. Luego siguen las memorias de una infancia alfombrada con hojas de tebeos y donde los campos queman, culpa de un sol que es una moneda al fuego. Al final, el libro termina con el cap¨ªtulo de la mayonesa. En su prefacio al citado cap¨ªtulo, Brautigan escribe que, como expresi¨®n de una necesidad humana, siempre quiso escribir un libro que terminase con la palabra mayonesa.
La salsa del rechazo editorial manch¨® toda su vida. Tambi¨¦n toda su obra. Ocurri¨® antes y despu¨¦s de su ¨¦xito con La pesca de la trucha en Am¨¦rica. La necesidad de compartir una historia es com¨²n a todos los humanos. Lo que pasa es que hay quien se lo toma tan en serio que se convierte en escritor. Brautigan fue uno. Su vida fue rica en demonios que supo mantener a raya hasta que lleg¨® un mal d¨ªa, y se peg¨® un tiro frente a la ventana de su casa, de espaldas a una vida que nunca entendi¨®. Cuando apret¨® el gatillo ten¨ªa muy claro que el fracaso era el lugar m¨¢s seguro que hab¨ªa conocido, all¨ª donde nadie iba a intentar quitarle el puesto. El cad¨¢ver de Richard Brautigan fue encontrado semanas despu¨¦s, por casualidad o como se llame eso.
A?os m¨¢s tarde, uno de sus seguidores, el fot¨®grafo Todd Lockwood, llev¨® el imaginario Brautigan hasta una librer¨ªa de Vermont. El resultado fue una biblioteca que s¨®lo admite manuscritos rechazados, igual a la que aparece en su obra titulada El aborto. La realidad, siempre imitadora de la ficci¨®n, en este caso result¨® atractiva. Para sujetar los manuscritos en las baldas se utilizaron tarros de mayonesa. Pero el detalle de la mayonesa no se qued¨® aqu¨ª y la misma clasificaci¨®n de los manuscritos corresponde a un sistema ? bautizado de igual manera, donde aparecen temas universales como el amor, la pol¨ªtica, la guerra y en ese plan, la biblioteca Brautigan pronto se iba a convertir en albergue de manuscritos rechazados. Tambi¨¦n en punto de llegada de peregrinos; seguidores de un santo laico con la mirada tierna y las pintas de hippie. La biblioteca de manuscritos rechazados ser¨¢ el fin de ruta.
Con todo, en esta parada y fonda, no acaba la peripecia. Un mal d¨ªa toca recoger los manuscritos y desmontar la biblioteca. El fot¨®grafo Todd Lockwood se encarga de ello y empaqueta la biblioteca Brautigan y la guarda en el s¨®tano de su casa mientras encuentra un lugar donde hagan sitio. Al final, despu¨¦s de muchas vueltas, consigue alojarla en el Clark County Historical Museum en Vancouver.
Entonces ocurre lo que ocurre en todas las mudanzas, que se extrav¨ªa uno de los manuscritos. Suele pasar. Se trata de un volumen de cuentos marcado con el n¨²mero #116 y que se clasific¨® por el Sistema Mayonesa dentro de la categor¨ªa dedicada al amor. Ven¨ªa firmado por Beatric Kalver. Su t¨ªtulo Love is love. Con la biblioteca Brautigan de por medio, un fracaso, as¨ª no merece ser olvidado.
Montero Glez es autor de Sed de champ¨¢n (El Aleph).
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