Omara Portuondo: ¡°No soy reina de nada¡±
Borda el son, el bolero y el chachach¨¢. Lleva m¨¢s de sesenta a?os cantando El 22 de julio recibe en Cartagena el premio de La Mar de M¨²sicas.
Huele a mar . Desde el duod¨¦cimo piso, la vista se agranda con la panor¨¢mica del malec¨®n y el Caribe. Omara Portuondo (La Habana, 1930) abre la puerta del ascensor que comunica directamente con la casa y suelta el bolso sobre una de las mecedoras de la sala. Viene de pasar una revisi¨®n m¨¦dica. Un chequeo ¡°normal¡± antes de dejar la isla para embarcarse en la gira que la llevar¨¢ por una veintena de ciudades de todo el mundo. En esta primera fase, viaja con la Orquesta Buena Vista Social Club, que se despide de los escenarios tras el ¨¦xito del disco que recuper¨® para el mundo los sonidos de la m¨²sica tradicional cubana, pero en oto?o har¨¢ gira con un espect¨¢culo en solitario. ¡°?Estoy deseando!, llevo m¨¢s de cuatro meses sin moverme y ya necesito escenario¡±, cuenta la cantante, presa del s¨ªndrome del viajero que ataca a los artistas acostumbrados a los cambios de paisaje. A primera vista Omara parece una anciana de 84 a?os, pero en cuanto se pinta las cejas para el fot¨®grafo y empieza a cantar y a re¨ªrse, retrocede d¨¦cadas en el calendario. Vano ensue?o. Con ella y el grupo de soneros ¡ªquedan cuatro de la antigua formaci¨®n¡ª viaja el doctor Heredia, un geriatra pagado por el Gobierno cubano que no se ha perdido una gira desde que el grupo renaci¨® para la historia. Un lujo habanero que pr¨¢cticamente solo se permiten los Rolling Stones.
Esta ma?ana ha venido de visita su nieta Rossio, aprendiz de percusionista, y en un rato llegar¨¢ su hijo, que tambi¨¦n hace las veces de representante, pero la cantante vive sola. Viste una bata amplia de flores, una cinta amarilla contiene su enmara?ado pelo, labios de rojo intenso y unas chanclas Birkenstock. ¡°?Qu¨¦ quieren? A estas alturas ya me he rendido. Me reconozco mulata chancletera y serrana, demasiado tarde para cambiar. Por mis venas corre sangre espa?ola y africana¡±, aclara antes de sentarse. En su zapatero se almacenan chancletas de todos los colores, incluidos pares en tonos dorados y plateados, que son los que utiliza para moverse c¨®moda en el escenario. ¡°Nunca, nunca me han gustado los tacones. Los saqu¨¦ de mi vida en cuanto pude¡±.
Aborrece los tacones, pero los us¨® mucho, ?qu¨¦ remedio!, cuando empez¨® a bailar en el club Tropicana con 17 a?os. No deb¨ªa ser mucho mayor cuando se tom¨® la foto que reposa sobre el piano, en la que luce traje palabra de honor, de raso y pedrer¨ªa, junto a las componentes de la orquesta D¡¯Aida, su hermana Hayd¨¦e ¡ª¡°una voz l¨ªrica impresionante¡±¡ª, Elena Burke y Moraima Secada, un cuarteto de se?oritas que hac¨ªa furor en la noche habanera. Unos la denominan la reina del bolero: ¡°Esos t¨ªtulos los pone la gente, pero no soy reina de nada, el bolero tiene su sustancia, sobre todo para los que nacieron en esa ¨¦poca, pero tampoco conviene exagerar¡±. Otros la conocen como la novia del filin (interpretaci¨®n espa?olizada del feeling), una versi¨®n cubana del jazz y la bossa nova. Omara se mueve bien en todos los g¨¦neros, del son a la rumba, de la guaracha al mambo y al chachach¨¢, aunque borde la cadencia sentimental. ¡°Nac¨ª con ese don, y que me dure todav¨ªa por muchos a?os¡±, reclama.
Cubana hasta la m¨¦dula, cuenta con m¨¢s de cuarenta discos propios y otros tantos con artistas como Chico Buarque
Cubana hasta la m¨¦dula, cuenta con m¨¢s de cuarenta discos propios y otros tantos con artistas como Chico Buarque
En los a?os previos a la Revoluci¨®n que acab¨® con la dictadura de Batista, La Habana se encontraba en plena ebullici¨®n: sexo, drogas, mafia, casinos y largas madrugadas con momentos musicales que todav¨ªa no se han superado en la isla. A Nat King Cole y a Josephine Baker no los dejaron alojarse en el Hotel Nacional por ser negros, pero por la noche los aclamaban en Tropicana. El cuarteto D¡¯Aida le hac¨ªa la presentaci¨®n cantando Blue garden. ¡°Indefectiblemente, antes de salir al escenario, Nat King Cole se tomaba un buen trago de whisky, luego caminaba hasta el piano cantando a capela ¡®I believe.....¡¯. As¨ª lo recuerdo. Hab¨ªa tantos artistas y tan buenos que a veces me los quedaba mirando en la parte del p¨²blico para aprender de ellos. Esa fue una gran escuela¡±. A qu¨¦ negar que el ambiente deb¨ªa rezumar algo de machismo. Omara pas¨® con las D¡¯Aida cerca de 15 a?os, viajaban solas por el mundo y fueron muchos los que trataron de conquistarla, los ¡°Crist¨®bal Col¨®n¡±, seg¨²n su propia definici¨®n. En esa categor¨ªa sit¨²a al pianista Bebo Vald¨¦s, que entonces dirig¨ªa una de las orquestas en Tropicana. ¡°No estuve enamorada de Bebo. Eso hubiera querido ¨¦l, que, como todo hombre, quer¨ªa conquistar. Lo adoraba como si fuera mi hermano porque era realmente muy alegre¡±. Una alegr¨ªa que no interrumpi¨® la dureza del exilio. El pianista abandon¨® Cuba al poco de entrar Fidel Castro victorioso en La Habana y no regres¨® nunca, como muchos artistas o intelectuales. ¡°No entend¨ª por qu¨¦ se march¨®, pero cada cual hace lo que cree oportuno¡±, dice Portuondo. A ella no le gusta hablar de pol¨ªtica. Nunca pens¨® en abandonar su pa¨ªs; ni siquiera cuando se encontraba en Miami con su hermana y estall¨® la que se conoci¨® como la crisis de los misiles. ¡°Dijeron cosas horribles sobre lo que iba a pasar en Cuba y muchas personas tuvieron miedo, mi hermana cay¨® en la trampa y no volvi¨®. Fue terrible para ella, que se qued¨® sola sin su ni?a. Si se hubiera quedado aqu¨ª, hubi¨¦ramos seguido trabajando, pero no hubo forma de convencerla, estaba muy obstinada. Eso ocurri¨® as¨ª. Fue un momento grav¨ªsimo, pero hay que saber decir que no. Nosotras llev¨¢bamos cuatro meses trabajando en Miami en una producci¨®n muy importante, ¨¦ramos artistas internacionales cuando Cuba y Estados Unidos rompieron relaciones¡±. Con el tiempo, Hayd¨¦e abandon¨® la m¨²sica y ahora padece una enfermedad degenerativa de la que es tratada en Miami. Nada que ver con la carrera de Omara. Su vocaci¨®n de cubanidad se refleja en las paredes tapizadas de premios de todas las regiones de la isla. Ella no es ni ser¨¢ una disidente. ¡°Hay un concepto moral y personal que las personas deben tener claro¡±. Realmente a su p¨²blico no le importa si es o no comunista, lo importante es escuchar su chorro de voz en el escenario cantando Sibonei.
Omara interrumpe el relato de su biograf¨ªa art¨ªstica para a?adir que est¨¢ ¡°feliz y contenta¡± de viajar a Cartagena para recoger el premio de La Mar de M¨²sicas. No quiere que olvide remarcarlo. El puerto cartagenero le trae recuerdos de La Habana y adora al director del festival, Paco Mart¨ªn: ¡°Un tremendo agitador cultural¡±.
Cubana hasta la m¨¦dula, Omara cuenta con m¨¢s de cuarenta discos propios y otros tantos con artistas como Chico Buarque, Mar¨ªa Bethania o Jorge Drexler. En 2009, con 79 a?os, gan¨® un Grammy en la categor¨ªa de mejor ¨¢lbum tropical contempor¨¢neo por Gracias. Fue la primera artista cubana que recogi¨® el premio en nombre de su pa¨ªs. T¨ªpica representante del car¨¢cter cubano, hace un chiste de cada situaci¨®n. Los escenarios de todo el mundo han llenado su vida y colmado su existencia. ¡°La m¨²sica nos llena de alegr¨ªa y es lo m¨¢s sublime para el alma. Puedes cantar eso de ¡®me mataste por traidora¡¯, un texto que parece triste, pero lo importante es el arte. Todo est¨¢ concatenado y el ser humano recibe de la naturaleza condiciones para lo que quiere ser o lo que anhela ser, y si coges el camino y el resultado es bueno, mejor¡±. Reconoce que ha sido feliz. Afirmativamente se siente satisfecha de su carrera. Hay un ¡°temita¡± que me escribieron una vez con el que me identifico: ¡°La m¨²sica es mi cielo, tierra, mar, sol, alegr¨ªa y raz¨®n¡±, canta.
¡°Me reconozco mulata chancletera y serrana, demasiado tarde para cambiar¡±, dice la cantante a sus 84 a?os
Casi todo eso ocurri¨® antes de que en 1997 llegara Buena Vista Social Club. Omara ya era una estrella veterana cuando el m¨²sico Ry Cooder y el productor que invent¨® la denominaci¨®n de M¨²sicas del Mundo, Nick Gold, visitaron La Habana para grabar un disco que volvi¨® a poner el son cubano en el mundo. Lo ha contado muchas veces. Ella ensayaba para la gira de uno de sus discos en solitario, en los estudios Egren de La Habana, cuando la llamaron para cantar 20 a?os (¡°esa canci¨®n ha acabado por marcar mi vida¡±) con Compay Segundo. ¡°Fue todo improvisado, luego sucedi¨® tambi¨¦n que Ibrahim Ferrer me dijo: ¡®Omari [as¨ª la llaman sus amigos], por qu¨¦ no cantas conmigo Silencio¡¯. La hicimos de un tir¨®n y hasta nos aplaudieron¡±. Buena Vista Social Club ha vendido 10 millones de copias y recuper¨® la m¨²sica tradicional cubana en un momento en que parec¨ªa que en Cuba solo exist¨ªan Pablo Milan¨¦s y Silvio Rodr¨ªguez. Al disco le sigui¨® la pel¨ªcula de Win Wenders y el ¨¦xito fue de tal calibre que ancianos venerables como Compay Segundo, Cacha¨ªto, Miguel Galv¨¢n, Pepesito Reyes o P¨ªo Leyva llenaron escenarios de todo el mundo. El entra?able retrato de Omara, con uno de sus turbantes, acompa?ada de Ibrahim Ferrer y el pianista Rub¨¦n Gonz¨¢lez, sonriendo felices, ocupa un lugar destacado entre las fotos de su casa. ¡°Me sent¨ª muy contenta de haber hecho algo grande por la m¨²sica cubana¡±.
Por eso ahora no ha podido negarse a acompa?ar a lo que queda del grupo en la gira mundial de despedida de la Orquesta Buena Vista Social Club. Con ella viajan tambi¨¦n su nieta Rossio y su ¨²nico hijo. No le interesa saber qu¨¦ ha sido de las matrices de sus primeros discos ni el modo en que se gesta el nuevo son cubano. Ella pertenece a lo que algunos han calificado con cierta raz¨®n la gerontocracia de la m¨²sica. Por eso cambia de tercio: ¡°?Qu¨¦ es lo que ha pasado ahora en Espa?a con el Rey que se va? Parece que hay un partido que no lo quiere¡±, pregunta antes de invitar a almorzar a los periodistas unos frijoles con arroz, solomillo, ensalada de aguacate y patac¨®n. Las comidas cubanas se sabe cu¨¢ndo empiezan pero no cu¨¢ndo acaban; se retiran los platos, sacan helados y caf¨¦, pero siguen llegando invitados que se sientan en su mesa y los platos vuelven a llenarse de frijoles.
En la calle, doce pisos m¨¢s abajo, unos ni?os cantan. Son escolares, pioneros de uniforme con pa?oleta roja al cuello, de no m¨¢s de ocho a?os. Cantan, aleccionados por los maestros, contra el imperialismo que los quiere destruir, parece que esperaran un ataque inminente, pero los pioneros hacen voto de luchar para defender la patria. Por buscarle un s¨ªmil musical, si fuera un son el coro repetir¨ªa el estribillo: ¡°Que viene el coco, mam¨¢¡±. El escenario donde tiene lugar el ensayo infantil lleva el nombre de ¡°explanada de la revoluci¨®n¡±, testigo mudo tambi¨¦n de manifestaciones, y el edificio gris de cristales ahumados, que sobresale casi pegado a la plaza aunque separado f¨ªsicamente por unos barrotes o lanzas de gran altura, una especie de decoraci¨®n a modo de aviso, es ¡°?la oficina de la delegaci¨®n de Estados Unidos!¡±. Apenas ha transcurrido un instante y un Buick del 58, en un estado impecable de conservaci¨®n gracias a la tremenda ingenier¨ªa cubana, avanza sobre el malec¨®n, conducido por un mulato con el pelo engominado y polo blanco. Dan ganas de fumarse un puro.
Omara Portuondo recibe el premio de La Mar de M¨²sicas el 22 de julio en Cartagena. Artistas invitados: Santiago Auser¨®n, Marinah (Ojos de Brujo), Orquesta Buena Vista Social Club y Orquesta Sinf¨®nica Regi¨®n de Murcia.
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