?Y qu¨¦ pas¨® con la m¨²sica ¨¦tnica?
Las cadencias de ra¨ªz y el jazz pierden p¨²blico frente al pop y el rock alternativo. Salvo incondicionales y ciertos refugios, han desaparecido del prime time
?En los estudios de la discogr¨¢fica Egrem se acumula el polvo. La cabina donde cantaba Benny Mor¨¦ tiene la puerta destartalada; a primera vista destaca una humedad en el techo y sobre el Steinwey de cola, que acarici¨® Bola de Nieve, reposa un trapo sucio y grasiento. En este espacio m¨ªtico, considerado por m¨²sicos y productores como uno de los estudios con mejor ac¨²stica del mundo, se grab¨® tambi¨¦n Buena Vista Social. Pero de su antiguo esplendor, en esta tarde de intensa lluvia caribe?a, solo brilla Florita, una mulata de origen chino, delgada como una pluma y con problemas de visi¨®n tan graves como para moverse con un ligero bast¨®n. Durante d¨¦cadas Florita vivi¨® de afinar instrumentos. Trat¨® personalmente a los artistas, pero desconoce su repercusi¨®n mundial. Buena Vista Social Club no fue solo un disco y una pel¨ªcula, sino que se convirti¨® en un fen¨®meno que, 17 a?os despu¨¦s, todav¨ªa arrastra multitudes. Sus protagonistas pasaron del paro a llenar escenarios en Chicago, Berl¨ªn o Madrid. Para algunos analistas, el ¨¦xito de Buena Vista Social Club tuvo que ver con la habilidad de los productores, el guitarrista norteamericano Ry Cooder y el productor Nick Gold, que lo introdujeron en los circuitos del rock. A los soneros cubanos les lleg¨® el ¨¦xito cuando ya eran muy mayores, pero lo disfrutaron intensamente. En el camino fallecieron Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rub¨¦n Gonz¨¢lez y Cacha¨ªto, pero ellos solo eran la cara de una manera de tocar y de interpretar la m¨²sica popular de un pa¨ªs privilegiado musicalmente. Por eso hab¨ªa que resucitarlos. Bajo la direcci¨®n de Jes¨²s Aguaje Ramos, la Orquesta Buena Vista Social Club ha iniciado estos d¨ªas por Europa su Adi¨®s tour, una gira de despedida que concluye en el oto?o de 2015 y que llenar¨¢ de son y de mambo los escenarios del mundo.
El largo adi¨®s de la m¨ªtica orquesta y su ¨¦xito de p¨²blico solo se explica, seg¨²n los expertos, como un fen¨®meno. ?Acudir¨ªa el p¨²blico a verlos sin esas siglas? ?Qu¨¦ ser¨¢ de la vieja trova cuando esto termine? ?Los g¨¦neros latinos quedar¨¢n solo para los latinos? ?Oscar D¡¯Le¨®n o Rub¨¦n Blades cantando ¨²nicamente para sus compatriotas? Las m¨²sicas de ra¨ªz y el jazz no llenan estadios.
Sa¨²l Presa, promotor y manager del m¨²sico maliense Toumani Diabat¨¦, cree que estos sonidos, que hasta hace unos a?os resultaban ¡°tremendamente ex¨®ticos¡±, sufren los devastadores efectos de la crisis. Los serios recortes de los fondos p¨²blicos que se est¨¢n aplicando al mundo de la cultura, tanto en Europa como en Estados Unidos ¡ªy que afectan a los programas oficiales¡ª, junto con el hecho de que los periodistas especializados en estos g¨¦neros hayan perdido poder en las redacciones ¡ªm¨¢s receptivas hacia el pop, el rocko el indie¡ª, han influido en el declive. Y esto afecta, incluso, a las programaciones de la BBC o a las de Radio Francia Internacional. ¡°Lo que no se publicita no existe, y si no vendes, est¨¢s muerto¡±, se?ala Presa. ¡°Adem¨¢s, el p¨²blico que aup¨® estas m¨²sicas ya no es un consumidor activo, sale menos de casa; ha sido sustituido por un consumidor m¨¢s joven que basa sus gustos, en buena medida, en lo que lee o publicitan los medios. Ahora, si no eres un trending topic o no est¨¢s en Facebook, no existes¡±. Algunos artistas ya han visto reducidas sus giras e incluso los catalogados como n¨²meros uno tambi¨¦n han visto relegado su estrellato. Han pasado del horario prime time o de m¨¢xima efervescencia en los festivales al de mediod¨ªa o primera hora de la tarde, dedicado a un p¨²blico m¨¢s tranquilo y familiar. El propio Toumani Diabat¨¦, considerado como el mago de la kora y un artista al que el p¨²blico recibe de pie en se?al de respeto, toc¨® el pasado junio en el festival de Glastonbury a las 13.30. Eso s¨ª, nada m¨¢s bajar del escenario y casi sin secarse el sudor, se acerc¨® a la mesa de comercializaci¨®n para firmar discos, un rito que los artistas ya han convertido en norma. Los CD se venden en directo y, seg¨²n algunos c¨¢lculos, casi un 80% de las ventas se realizan por ese sistema. Se ha normalizado tambi¨¦n el uso de entradas Premium que incluyen prestaciones adicionales, que van desde charlar personalmente con el artista hasta tener derecho a aparcamiento.
Paco Mart¨ªn, director de La Mar de M¨²sicas, lleva 30 a?os programando y casi cada d¨ªa se ve obligado a empezar de nuevo. Promotores privados e instituciones p¨²blicas arriesgan cada d¨ªa menos en la programaci¨®n de teatros municipales o salas privadas. ¡°El fado, que antes arrasaba y llenaba salas de m¨¢s de 1.000 personas, ha visto diezmado su p¨²blico, y lo mismo pasa con el jazz. Hace unos a?os toda la prensa deseaba una entrevista con Goran Bregovic, ahora dudo mucho de que la compren, y el compositor yugoslavo sigue siendo igual de bueno, ?qu¨¦ ha pasado?¡±. La respuesta es que se trata de una moda que, como tal, tiene vigencia hasta que es sustituida por la siguiente. A su juicio, los festivales sobreviven, entre otras cosas, por la amalgama de m¨²sicas y estilos que agrupan las programaciones. Ya es normal que los festivales de jazzprogramen juntos a artistas tan dispares como Damond Albarn y Wayne Shorter; a John Grant en el mismo cartel que Chucho Vald¨¦s y lo mismo con Chick Corea y Ray Davies: ¡°Si hici¨¦ramos las programaciones para los puristas o los ortodoxos, ya no habr¨ªa festivales. Lo bueno de estas fusiones es que al final se suman adeptos; si un asistente acude a escuchar a The Waterboys y el cartel incluye a Madeleine Peyroux, lo m¨¢s probable es que se gane un nuevo fan para la compositora de jazz¡±.</CF> Descre¨ªdo despu¨¦s de tantos a?os en el negocio de la m¨²sica, Mart¨ªn recurre a una encuesta realizada hace tiempo entre el p¨²blico que acude al festival de Glastonbury. ¡°Mayoritariamente buscaban divertirse, colocarse, ligar y, casi en ¨²ltimo lugar, la m¨²sica. Es decir, el viejo adagio de sexo, drogas y rock and roll¡±. Mart¨ªn tiene muy claro que Inglaterra sigue marcando la pauta. Periodistas como Jools Holland de la BBC dise?an la senda que luego los otros medios se ocupan de poner en el candelero y convertirlo en moda. Tambi¨¦n desde Londres, media docena de agencias deciden qu¨¦ festivales y a qu¨¦ precio tendr¨¢n como cabeza de cartel a Artic Monkeys, The Black Keys o Kasabian, los h¨¦roes del momento: ¡°Ahora no se pregunta cu¨¢nto vale un grupo, sino cu¨¢nto ofreces¡±. Personalmente no parece preocupado: la ra¨ªz de toda moda es su evanescencia. ¡°Al final lo bueno perdura. Cuando menos te lo esperas, llegan los j¨®venes y recuperan algo que parec¨ªa olvidado¡±, cuenta. Esto explica que dos cantantes, a las que se puede poner la etiqueta de indies, como Mar¨ªa Rod¨¦s o Natalia Lafourcade, hayan recuperado las coplas o los boleros de Agust¨ªn Lara, en un estilo totalmente personal y muy alejado de la tradici¨®n, y que ambas se hayan ganado al p¨²blico y a la cr¨ªtica. Queda tambi¨¦n el peque?o refugio de los verdaderos coleccionistas, incondicionales que saben muy bien lo que desean escuchar. Entre los sonidos del mundo, la excepci¨®n es el movimiento de la m¨²sica balc¨¢nica, el menos castigado de estas tendencias, puesto que ha sido adoptado por los grupos antisistema. Y lo mismo con el afrobeat, que renace despu¨¦s de una crisis.
Seg¨²n una encuesta, el p¨²blico del festival de Glastonbury busca divertirse, ligar y, casi en ¨²ltimo lugar, la m¨²sica
Tambi¨¦n en La Habana, artistas como David Torrens, Ra¨²l Paz, Equis Alfonso o Kelvis Ochoa se empe?an en buscar nuevos sonidos al son: ¡°Me interesa mezclar mi m¨²sica, que viene de los sonidos populares de Benny Mor¨¦ o ?ico Saquito, con sonidos contempor¨¢neos. Tocamos el son con guitarra el¨¦ctrica y bajo¡±, cuenta Kelvis Ochoa. Su disco Dolor con amor se cura se escucha en directo los viernes noche en Don Cangrejo, uno de los locales del barrio de El Vedado. ¡°Hemos conseguido que, al menos un d¨ªa a la semana, se programe una m¨²sica que no tiene que ver ni con el reggaeton ni con los viejos soneros¡±, aclara, convencido de que han ganado una batalla. Y es que en La Habana el mundo parece haberse detenido en 1950. Si de algo puede presumir Cuba es de tener buenos m¨²sicos, adem¨¢s las nuevas generaciones disponen de una excelente formaci¨®n acad¨¦mica. En La Habana vieja suena m¨²sica en directo a cualquier hora del d¨ªa, pero el repertorio parece fuera de ¨¦poca. Con suerte, un turista escuchar¨¢ cinco o seis veces al d¨ªa un cl¨¢sico como Chan Chan o la m¨¢s moderna Yolanda.
El sonido balc¨¢nico es el menos castigado por este declive porque ha sido adoptado por los grupos antisistema
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