Cuanto peor se torea, m¨¢s se jalea
Finito de C¨®rdoba, El Juli y Alejandro Talavante estuvieron en una plaza donde parece que se trata de hacer un 'destoreo' bullanguero
La fiesta de San Ferm¨ªn es de primera especial, pero la afici¨®n, el p¨²blico y la autoridad de la plaza de toros es de verbena. Causa rubor y preocupaci¨®n su actitud durante el desarrollo de los festejos, y se conceden trofeos del mismo modo que se reparte el az¨²car en un papel¨®n de churros. Siempre se ha dicho que la sombra es entendida y bullanguera la solanera; la verdad es que quien manda en Pamplona es el tendido del jolgorio, ¡ªal que la fiesta le importa un pimiento¡ª mientras la sombra asiste con la boca cerrada, y asiente todas y cada una de las barrabasadas que se les ocurre a los se?ores de La chica y¨¦ y¨¦, el ajo arriero y las magras con tomate.
En esta plaza est¨¢ visto y comprobado que cuanto peor se torea, m¨¢s se jalea. Se trata de hacer un destoreo bullanguero, dar un par de molinetes, mejor con el a?adido de rodillazos varios, y todo ello sin dejar de mirar al tendido de vez en cuando; y si hay acierto con la espada, el diestro en cuesti¨®n tiene muchas posibilidades de pasear el rabo, como si hubiera protagonizado una gesta hist¨®rica.
GARCIGRANDE/FINITO, EL JULI, TALAVANTE
Toros de Garcigrande, bien presentados, mansurrones y encastados. Muy nobles, cuarto, quinto y sexto. Primero y cuarto, machacados en varas.
Finito de C¨®rdoba: pinchazo, media y dos descabellos (bronca); pinchazo, casi entera trasera y tendida _aviso_ diez descabellos _2? aviso_ y un descabello (silencio).
El Juli: estocada trasera y tendida (oreja); pinchazo y estocada _aviso_ (oreja). Sali¨® a hombros.
Alejandro Talavante: estocada (oreja); cuatro pinchazos y casi entera (silencio).
Plaza de toros de Pamplona. 10 de julio. Cuarta corrida de feria. Lleno.
Es una pena, pero es as¨ª. Menos mal que la empresa de la plaza es cosa seria y se preocupa de que salga el toro ¨ªntegro (debe ser de las pocas plazas del orbe donde esto ocurre); de lo contrario, la feria de Pamplona ser¨ªa una broma que habr¨ªa que esconder para evitar la verg¨¹enza.
Dicho lo cual, todos los triunfos acaecidos en este ruedo deben ser puestos, en principio, en cuarentena, porque, por lo general, el parte oficial de orejas concedidas no se suele corresponder con la calidad de lo acaecido delante del toro.
Ayer, por ejemplo, El Juli cort¨® una oreja en cada toro tras dos faenas vulgares, muy por debajo ambas de la buena condici¨®n de sus oponentes. El Juli, que es torero poderoso y conoce todos los secretos de la profesi¨®n, debe saber mejor que nadie que no hace falta tirar de ortodoxia para conectar con los del sol. As¨ª, en su primero, manso y descastado, prefiri¨® ser el torero modernista y ventajista que tantas comodidad le produce: despegado, fuera cacho, al hilo del pit¨®n¡ Lo normal en el toreo de hoy. Solo al final se dio el arrim¨®n y le gan¨® la partida a los del sol. De una calidad sobresaliente era el quinto, y sigui¨® en sus trece el matador; fue la suya una faena larga, cuajadita de trapazos insufribles, mientras el toro iba y ven¨ªa, incansable en su largo recorrido. Alarg¨® su labor y traz¨® alg¨²n natural meritorio en un manojo de vulgaridad. Si mata a la primera, le conceden el rabo.
No le anduvo a la zaga Talavante, con dos toros de nota, encastado el tercero y muy noble el sexto. El primero le propin¨® un volteret¨®n sin consecuencias, y entre el percance y la buena estocada, ¡ªno hubo m¨¢s¡ª, oreja al esport¨®n. Con suavidad y fijeza embest¨ªa el otro, y Talavante no se embraguet¨® ni una sola vez. Siempre cit¨® con la muleta retrasada y despegado. Menos mal que fall¨® con la espada; si no, sale a hombros por la puerta grande.
Y alg¨²n periodista avezado deber¨ªa preguntarle a Finito: ¡°Maestro, ?y usted a qu¨¦ ha venido a Pamplona¡?¡± Quiz¨¢, Finito desconoc¨ªa que aqu¨ª sale el toro, y no est¨¢ este torero para estos compromisos tan serios. Error de la Casa de Misericordia al contratarlo con la de j¨®venes que hay por ah¨ª con ganas de comerse el mundo. A sus dos toros los machac¨® en varas. Sus dos picadores lo miraban como diciendo: Maestro, ?sigo? Y el susodicho desparramaba la vista. Su primero lleg¨® con poca vida a la muleta. Normal. Y Finito se mostr¨® desconfiado. M¨¢s normal. Imperdonable. Tres redondos y uno de pecho, con sabor, y un par de detalles fue su escaso bagaje en el quinto, que era de l¨ªo gordo. M¨¢s imperdonable todav¨ªa. Pero si mata a la primera, oreja. Incre¨ªble lo de este torero y lo de esta plaza.
Babelia
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