El antrop¨®logo de la escultura
Era el ¨²ltimo superviviente del tr¨ªo que formaba con Jorge Oteiza y Eduardo Chillida
Con la muerte de N¨¦stor Basterretxea no solo desaparece el ¨²ltimo superviviente de ese formidable tr¨ªo de grandes escultores vascos formado por Oteiza, Chillida y ¨¦l mismo, sino que pr¨¢cticamente se cierra un ciclo dorado de la escultura de vanguardia de nuestro pa¨ªs, dif¨ªcilmente repetible: precisamente el de su generaci¨®n, la de los nacidos en las dos primeras d¨¦cadas del pasado siglo, porque, junto a los artistas vascos citados, tambi¨¦n fallecieron recientemente Palazuelo, Gabino, Alfaro y Tapies; antes lo hicieron Eusebio Sempere, Pablo Serrano y Miguel Berrocal, de manera que los ¨²nicos supervivientes que nos quedan de este conjunto excepcional, entre otros no citados, son Gustavo Torner y Mart¨ªn Chirino, ambos frisando la novena d¨¦cada de su fecunda existencia.
?C¨®mo ha sido posible todo este cuerno de la abundancia escult¨®rico, ilustrado por m¨ª de una manera tan ejemplar como aleatoria, en un pa¨ªs aislado y desmedrado hasta fechas todav¨ªa muy pr¨®ximas? Desde luego, habr¨ªa que citar como semillero esencial los nombres de Pablo Picasso, Pablo Gargallo y Julio Gonz¨¢lez, puntales del desarrollo escult¨®rico internacional, aunque tambi¨¦n alg¨²n que otro nombre local como el del extraordinario ?ngel Ferrant, maestro imprescindible de muchos de los mejores.
Basterretxea fue uno de los artistas destacados del arte vasco de posguerra
Pero ci?¨¦ndonos, como corresponde, al caso de Basterretxea, que suscita toda la constelaci¨®n comentada, hay que se?alar, en principio, que su destino parece como cosido a pespunte con el de Oteiza, ancestro de una generaci¨®n anterior, pero que tambi¨¦n vivi¨® el exilio latinoamericano y abri¨® la senda de la investigaci¨®n antropol¨®gica del mundo vasco, remiti¨¦ndola a un pasado prehist¨®rico m¨ªtico y no simplemente a veleidades folcl¨®ricas del siglo XIX. Porque Basterretxea se march¨® de Espa?a en 1936 siendo todav¨ªa un cr¨ªo y deambul¨® por Francia y Argentina, dando sus primeros pasos art¨ªsticos en este ¨²ltimo pa¨ªs como dibujante publicitario y no regresando a Espa?a hasta 1952, ya como un hombre hecho y derecho y con una crisolada vocaci¨®n art¨ªstica.
Desde ese mismo momento de su llegada, Basterretxea se integr¨® en la entonces muy pujante vanguardia vasca, ganando el concurso para la realizaci¨®n de las pinturas murales de la cripta de la m¨ªtica Bas¨ªlica de Aranzazu en O?ate, que ejecut¨® entre 1952-1954. Fue, adem¨¢s, uno de los fundadores del Equipo 57, un grupo de vanguardia clave para nuestro pa¨ªs, pero cuya inventiva y calidad a¨²n no han sido objeto del merecido conocimiento en Espa?a, o, si se quiere, no tanto como lo fue en el extranjero. En 1960, Basterretxea se incorpora tambi¨¦n al movimiento Gaur, donde militaron los artistas m¨¢s relevantes del arte vasco de posguerra.
Fue un formidable dise?ador, un excelente pintor y un prol¨ªfico cineasta
Apenas con lo apuntado, ya se comprende que no hay mejor acreditaci¨®n art¨ªstica que la de N¨¦stor Basterretxea pero aun falta indicar otras dos claves para la mejor valoraci¨®n de su trayectoria. La primera se refiere a su versatilidad creadora, porque, aunque finalmente se ha hecho m¨¢s c¨¦lebre como escultor, pues fue este el g¨¦nero que le ocup¨® predominantemente desde 1959, fue tambi¨¦n un formidable dise?ador industrial, un excelente pintor, un prol¨ªfico cineasta ¡ªcomo se subraya con sus conrtometrajes y, sobre todo, el largometraje Ama Lur (Tierra Madre)¡ª </CF>y un estudioso de la antropolog¨ªa cultural vasca de primera magnitud. Esta ¨²ltima cuesti¨®n merece una atenci¨®n especial porque repercuti¨® no solo en el terreno de lo te¨®rico sino que orient¨® su pr¨¢ctica escult¨®rica, llevando a cabo obras tan sobresalientes como La serie cosmog¨®nica, iniciada en 1972</CF>, que estuvo inspirada en la mitolog¨ªa vasca de los dioses tutelares y la Madre naturaleza, todo ello realizado en piedra y madera de formas abstractas y una figuraci¨®n esquematizada.
Basterretxea, evidentemente, tambi¨¦n afront¨® la escultura monumental con algunas realizaciones de gran ambici¨®n como la del Sal¨®n de sesiones del Parlamento Vasco en Vitoria, en 1984. Residente en Hondarribia durante su ¨²ltima ¨¦poca, Basterretxea ha estado inquieto y activo hasta el final, incluso venciendo las dificultades f¨ªsicas que impone el estrago del paso del tiempo. En este ¨²ltimo periodo, adem¨¢s de su permanente alerta intelectual, sigui¨® trabajando de forma experimental interes¨¢ndose por la t¨¦cnica del collage, donde logr¨® muy bellas obras de orientaci¨®n abstracta. Personalidad sobria, honesta y humilde, este maravilloso ser humano de gran potencia creadora jam¨¢s se inquiet¨® por el veneno de la fama, lo cual quiz¨¢ haya opacado inmerecidamente su enorme contribuci¨®n, pero nunca el valor de su obra y el ejemplo de su dignidad, estoy seguro prevalecer¨¢n hist¨®ricamente en el futuro.
Hablando del futuro, tras esta generaci¨®n de Basterretxea que antes hemos calificado con toda justicia de dorada, debemos pensar con optimismo que no es casual que, entre los artistas emergentes despu¨¦s de la transici¨®n democr¨¢tica de nuestro pa¨ªs, algunos de los mejores sean escultores y, entre ellos, no pocos vascos. Pensemos, entre otros, en Cristina Iglesias, Txomin Badiola o Peio Irazu, pero tambi¨¦n en el prematuramente fallecido Juan Mu?oz o Susana Solano. Todo esto significa, si lo queremos ver desde una dimensi¨®n b¨ªblica, que si la mies es buena da fruto, aunque muera. En este sentido, estoy seguro de que la contribuci¨®n de N¨¦stor Basterretxea, adem¨¢s del valor de su obra en s¨ª, tiene mucho que ver con la irradaci¨®n de su silenciosa simiente.
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