El hombre ocasional
Heme aqu¨ª, otra vez con ustedes. Alg¨²n verano les atosigu¨¦ con mis reflexiones fuera de lugar o mirando a la crisis por encima del hombro desde mi balc¨®n diminuto. Habitualmente me dedico a cosas m¨¢s serias: enredos de compa?¨ªas y sus lustrosos ejecutivos, falsedades macroecon¨®micas oficiales y propaganda corporativa en general. Pero a veces me reclutan para rellenar columnas con mi mansa ret¨®rica, supongo que para cubrir la vacante de los ret¨®ricos titulares que se toman vacaciones en estas fechas.
Perdonen que les hable de m¨ª. Ya s¨¦ que es el pecado original del columnista primerizo. Acumulo algunas columnas ya en la joroba pero sigo enviciado en m¨ª mismo como el d¨ªa que de p¨¢rvulo me mandaron una redacci¨®n sobre la primavera y comenc¨¦ escribiendo: "Yo...". Adem¨¢s, no domino ciencia alguna que no sea la eg¨®tica. ?De qu¨¦ les iba a hablar entonces sino de m¨ª? Pero en este caso hay otra raz¨®n adicional por la que les d¨¦ la selftabarra: para ponerme como ejemplo de lo que denomino el hombre ocasional.
Como muchos de ustedes soy un ser nominal (vivo de una n¨®mina). Los d¨ªas felices de un contrato para la eternidad se acabaron. Manda la temporalidad. O eres temporal o lo ser¨¢s. Para los que a¨²n conservan un contrato a?ejo, de esos sin fecha de caducidad y sueldo aseado, han ideado unos cadalsos llamados ERE en los que te guillotinan en serie. Y como el fallo es firme y no hay posibilidad de indulto (reservado a los banqueros) hay que plegarse a las circunstancias e intentar extraerles el jugo.
Lo primero que se precisa es reciclar nuestras existencias para adaptarlas a esa temporalidad. Quedan prohibidos los planes a medio y largo plazo: hipotecas, casamientos y no digamos descendencia. Pronto nos daremos cuenta los que habitamos las clases medias de que la procreaci¨®n est¨¢ reservada a las clases altas, que pueden permit¨ªrselo, y a las m¨¢s bajas, para vivir de la beneficencia p¨²blica.
Es importante tambi¨¦n no implicarse mucho en las relaciones. J¨²ntese con sus hom¨®logos o con los afines, pero no los convierta en amigos. Se ahorrar¨¢ el amargor cuando los pierda en breve. Eso s¨ª, cuando sienta la llamada mundana del placer, cualquiera que sea la forma que adopte, ag¨¢rrela por el asa. El hombre ocasional debe ser una mezcla de estoico y vividor, seg¨²n dicten las situaciones. No es capaz de mantenerse en un retiro estilita porque le atrae el chispear lejano de los neones luminosos de Sodoma. Pero tampoco le alcanza el tiempo ni el peculio para lanzarse a ser un Casanova cr¨¢pula. Siga su ejemplo. No se caliente la cabeza con los designios del porvenir y deje que la ocasi¨®n le gu¨ªe con sus susurros, como me dicta a m¨ª estas l¨ªneas ocasionales.
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