Nosotros
Nosotros somos los pasajeros del vuelo MH17. Nosotros viaj¨¢bamos en el avi¨®n de Malaysia Airlines que sali¨® de ?msterdam y fue derribado por un misil en territorio ucraniano
Nosotros somos los pasajeros del vuelo MH17. Nosotros viaj¨¢bamos en el avi¨®n de Malaysia Airlines que sali¨® de ?msterdam y fue derribado por un misil en territorio ucraniano. Nosotros somos el m¨¦dico que viajaba a un congreso sobre el sida, la familia que part¨ªa de vacaciones, la mujer que regresaba a casa, el ejecutivo que a¨²n ten¨ªa por delante otra larga conexi¨®n de vuelos. Nosotros viaj¨¢bamos entre adormilados o concentrados en la lectura, mirando de reojo la pel¨ªcula en la pantalla o el rancho recalentado que nos serv¨ªan para comer cuando el misil recorri¨® con precisi¨®n la calculada ruta hasta nuestra destrucci¨®n. Es bueno no ignorar ese detalle, ese grado evidente de identificaci¨®n, porque la acci¨®n es tan miserable que podr¨ªamos caer en el error de tolerarla como una desgracia m¨¢s en un noticiario pleno de desgracias.
Permanecemos por tanto involucrados en el crimen, con el papel asignado de v¨ªctima para el que llevamos toda una vida prepar¨¢ndonos, dispuestos para cumplir como figurantes en la hora del reparto. Nuestros cad¨¢veres se pudren a la intemperie, las fotos ahuyentan a los buitres, mientras las patrullas paramilitares roban nuestras pertenencias, las autoridades prorrusas enga?an a los primeros investigadores desplazados al lugar y los servicios secretos que no trabajan en esclarecer lo ocurrido trabajan a toda urgencia para destruir pruebas, encubrir a los culpables, ocultar las lanzaderas y enturbiar para siempre cualquier investigaci¨®n precisa. Los familiares lloran y miran las noticias para entender c¨®mo fue posible que personas tan normales se colaran en una guerra tan ajena.
Ken Dorstein escribi¨® una novela preciosa y dolorida titulada El chico que cay¨® del cielo, sobre la impotencia de perder a su hermano en el avi¨®n que el terrorismo libio derrib¨® en Lockerbie. El terrorismo siempre tiene una patria detr¨¢s que no se averg¨¹enza de ampararlo. Hubo juicios e indemnizaciones, como habr¨¢ en esta ocasi¨®n. Pero si nadie lo remedia, la misma fatalista impunidad proteger¨¢ a los culpables m¨¢s significantes. Ha sido as¨ª en los 13 vuelos comerciales que se cuentan como derribados por bandos en conflicto. Termina por ser una extensi¨®n brutalmente pr¨®xima de eso que llamamos v¨ªctimas colaterales. Consiste en llevarse por delante, cada d¨ªa, en cada acci¨®n de guerra, a esos inocentes que pasaban por all¨ª. Es decir, nosotros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.