Impostor
Martin Scorsese habr¨ªa sido un magn¨ªfico director para guiarnos en la vida de Lance Armstrong, que se escapa incluso a un documental recomendable
Es una l¨¢stima que a Martin Scorsese no le atraiga el ciclismo como sujeto cinematogr¨¢fico tanto como la mafia, el boxeo y la coca¨ªna, porque habr¨ªa sido un magn¨ªfico director para guiarnos en la vida de Lance Armstrong. Mejor incluso que Alex Gibney, con quien produjo una serie sobre el blues para el canal p¨²blico PBS, antes de que Gibney ganara el Oscar con Taxi al lado oscuro. La magnitud de un personaje como Lance Armstrong se escapa incluso a un documental recomendable, m¨¢s por lo que cuenta que por c¨®mo lo cuenta. Naci¨® como una hagiograf¨ªa y a medio rodaje, cuando las evidencias del dopaje estallaron de manera definitiva, se transform¨® en el retrato de un impostor apasionante, de esos que siempre se parapetan en una raci¨®n de verdad, con tintes dram¨¢ticos y emp¨¢ticos, para levantar un edificio de mentiras.
La lucha contra el c¨¢ncer convirti¨® al ciclista estadounidense en la viva imagen del milagro. Si el deporte profesional es siempre un ejercicio de ficci¨®n, ninguna mejor que el ganador consecutivo de siete Tours de Francia tras superar un tumor testicular. Lo maravilloso del documental que ahora se pasa en Canal + no es tanto la mentira desvelada como la pugna inacabable de Armstrong por que la sociedad valore su parte de verdad, esa que ¨¦l cree intachable porque se asienta en valores objetivos como el esfuerzo, la dedicaci¨®n, el instinto competitivo y el carisma.
Armstrong es un ganador y solo un pa¨ªs como Estados Unidos emprender¨¢ la cacer¨ªa de una mentira hasta llegar al jard¨ªn de casa de un mito y obligarle a pedir perd¨®n ante Dios, o mejor a¨²n ante Oprah. En Espa?a somos m¨¢s conformistas con la mentira, que puede adquirir hasta valores senatoriales. Pero un ganador como Armstrong no puede ser derrotado por su enorme mentira y sigue pedaleando. All¨¢ quedan sus 150 millones de d¨®lares en ganancias, su recaudaci¨®n prodigiosa de fondos para el c¨¢ncer, sus maillots amarillos enmarcados con un aire de epopeya turbia entre jeringuillas y transfusiones de sangre, imponiendo la ley del silencio en el pelot¨®n y en el negocio. Esplendor y basura en dosis demasiado grandes para rendirse alguna vez del todo y como buen impostor, hasta cuando pide perd¨®n est¨¢ abriendo otro cap¨ªtulo para la supervivencia de su impostura.
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