La obra maestra escondida
La Biblia traducida en el siglo XVI por Casiodoro de la Reina es una cima de la literatura en espa?ol
Imagino un idioma cuya literatura tiene un gran espacio en blanco en el centro: la obra maestra de la literatura en ese idioma permanece oculta durante siglos, olvidada o prohibida; el nombre de su autor no lo conocen m¨¢s que dos o tres eruditos. El problema m¨¢s grave no es la injusticia del desconocimiento, la falta de recompensa por un esfuerzo y un logro que fueron irrepetibles; m¨¢s grave que la injusticia es la p¨¦rdida para ese idioma y para esa literatura, toda la fecundidad que no condujo a nada, todas las influencias que una obra as¨ª pod¨ªa haber irradiado. Hay que pensar en qu¨¦ habr¨ªa sido la literatura en ingl¨¦s, y hasta la misma lengua inglesa, sin la King James Bible, la traducci¨®n directa al ingl¨¦s que se public¨® en 1611. No habr¨ªa habido Milton, ni William Blake, ni los suntuosos oratorios de Haendel, ni Moby-Dick, ni Walt Whitman, ni una parte de James Joyce, ni Faulkner, ni los Negro Spirituals, ni los discursos arrebatadores de Martin Luther King.
Una de las cimas literarias de la lengua espa?ola, la Biblia traducida en el siglo XVI, ha sido invisible o ha permanecido en los m¨¢rgenes de nuestra cultura desde el momento mismo en que se public¨®, y no ha podido ejercer ninguna influencia vivificadora; uno de nuestros m¨¢s grandes escritores, su traductor, fue perseguido hasta el extremo de que su nombre fue borrado por completo de nuestra memoria colectiva. Fue ra¨ªdo, habr¨ªa escrito ¨¦l mismo, Casiodoro de Reina, con su sentido visceral del idioma, su capacidad para combinar la inmediatez y la riqueza de la lengua popular con las tensiones m¨¢ximas de la voluntad po¨¦tica, con la necesidad de enriquecer y ensanchar el idioma espa?ol para que cupiera en ¨¦l nada menos que toda la Biblia, el Antiguo Testamento y el Nuevo, desde el G¨¦nesis al Apocalipsis. La Biblia King James se public¨® en Inglaterra en 1611, con pleno apoyo de la Corona, y gracias al trabajo sostenido de un equipo de traductores (John Updike dec¨ªa que era una de las dos ¨²nicas obras maestras escritas por un comit¨¦, junto al informe oficial sobre los atentados del 11 de septiembre). A la manera espa?ola, Casiodoro de Reina parece que hizo ¨¦l solo la mayor parte de ese trabajo ingente, y adem¨¢s lo hizo no en la tranquilidad de un estudio, con tiempo y sosiego por delante y una biblioteca a mano, sino mientras hu¨ªa de un sitio a otro, por la Europa de la Reforma, la Contrarreforma y las guerras de religi¨®n. Nuestra Biblia castellana se termin¨® de traducir cuarenta a?os antes que la inglesa, pero se public¨® en Basilea, en 1569, y los pocos ejemplares que llegaron de contrabando a Espa?a cayeron en manos de la Inquisici¨®n y fueron quemados por ella, igual que fue quemado el hereje que los introdujo en el pa¨ªs, del que se sabe que se llamaba Juanillo y era jorobado.
Si a Casiodoro de Reina no lo quem¨® la Inquisici¨®n fue porque hab¨ªa escapado a Ginebra en 1559.
Si a Casiodoro de Reina no lo quem¨® la Inquisici¨®n fue porque hab¨ªa escapado a Ginebra en 1559. Lo quemaron, desde luego, en efigie, en 1562, en Sevilla, en un auto de fe en el que ardi¨® tambi¨¦n el cad¨¢ver sacado de la sepultura de otro perseguido que hab¨ªa muerto antes de que lo atraparan. Quemaron cad¨¢veres y mu?ecos de cart¨®n, y quemaron a personas vivas, entre ellas una mujer que hab¨ªa albergado en su casa reuniones clandestinas de disidencia religiosa. Ordenaron derribar la casa de la mujer y sembraron de sal el solar para asegurarse de que no pudiera crecer ni la hierba. Casiodoro de Reina estuvo en Ginebra, en Inglaterra, en Amberes, en Fr¨¢ncfort, en Basilea, en Estrasburgo. Traduc¨ªa la Biblia, ejerc¨ªa como pastor de comunidades de espa?oles refugiados y viv¨ªa del comercio de la seda. Hab¨ªa sido monje jer¨®nimo en Sevilla, muy cercano a los c¨ªrculos erasmistas en los que abundaban los jud¨ªos y moriscos conversos. De Ginebra se march¨® porque lo repugnaba que los calvinistas fueran tan aficionados como los cat¨®licos a quemar disidentes. Men¨¦ndez Pelayo, que no tuvo m¨¢s remedio que admirar su talento literario, procura tambi¨¦n desacreditarlo en su Historia de los heterodoxos espa?oles: dice que era un morisco granadino, y que cuando se march¨® de Inglaterra fue huyendo de una acusaci¨®n de sodom¨ªa.
Casiodoro de Reina escribe en un castellano prodigioso que est¨¢ en el punto intermedio entre Fernando de Rojas y Cervantes, con una efervescencia expresiva que solo tiene comparaci¨®n con santa Teresa, san Juan de la Cruz y fray Luis de Le¨®n. Es una lengua pose¨ªda por la misma capacidad de crudeza terrenal y altos vuelos literarios de La Celestina; un castellano mud¨¦jar, empapado todav¨ªa de ¨¢rabe y de hebreo, forzado en sus l¨ªmites sint¨¢cticos para adaptarse a las cadencias y las repeticiones y las exageraciones de la lengua b¨ªblica. Es una lengua de campesinos, de hortelanos, de trabajadores manuales, con una precisi¨®n magn¨ªfica en los nombres de las cosas naturales y los oficios; y tambi¨¦n es una lengua todav¨ªa muy descarada, muy sensual, no sometida a la monoton¨ªa sofocante de la ortodoxia, a la esterilizaci¨®n dictada por el miedo, a la hipocres¨ªa de la conformidad. Es una lengua para ser recitada, entonada, cantada en voz alta; para expresar la furia tan desatadamente como el deseo er¨®tico; y tambi¨¦n las negruras de la pesadumbre y los extremos del dolor. Traducidos por Casiodoro de Reina, el libro de Job o el Eclesiast¨¦s son, sin la menor duda, dos de las obras m¨¢ximas de la poes¨ªa y de la sabidur¨ªa en espa?ol. Y el Cantar de los Cantares tiene una caudalosa alegr¨ªa er¨®tica para la que no creo que exista comparaci¨®n en nuestro idioma: yo solo la he encontrado en la Bella del Se?or de Albert Cohen, no por casualidad un descendiente de judeoespa?oles: ¡°Tu estatura es semejante a la palma, y tus tetas a los racimos. Yo dije: yo subir¨¦ a la palma, asir¨¦ sus racimos, y tus tetas ser¨¢n ahora como racimos de vid, y el olor de tus narices como de manzanas. Y tu paladar como el buen vino, que se entra a mi amado suavemente, y hace hablar los labios de los viejos¡±.
Por cualquier p¨¢gina que se abra, la recompensa es deslumbradora. Las plagas con que el vengativo Jehov¨¢ castiga a los egipcios son m¨¢s terribles en el castellano de Casiodoro de Reina: ¡°¡ Y a la ma?ana siguiente el viento oriental trajo la langosta. Y subi¨® la langosta sobre la tierra de Egipto y asent¨®se en todos los t¨¦rminos de Egipto, y cubri¨® la haz de toda la tierra y la tierra se oscureci¨®, y comi¨® toda la yerba de la tierra y todo el fruto de los ¨¢rboles, que hab¨ªa dejado el granizo, que no qued¨® cosa verde en ¨¢rboles ni en la yerba del campo por toda la tierra de Egipto¡±.
Esta Biblia la public¨® Alfaguara ¨ªntegra en su colecci¨®n de cl¨¢sicos en 2001. J. Antonio Gonz¨¢lez Iglesias le dedic¨® una rese?a excelente en estas p¨¢ginas. Modernizada y hasta cierto punto simplificada es la misma que leen ahora mismo los protestantes de habla espa?ola. Que sea desconocida para casi todo el mundo es una de las calamidades de nuestra literatura, y de nuestro idioma. Como tanto de lo mejor que ha dado nuestro pa¨ªs, la Biblia de Casiodoro de Reina es un fruto de la heterodoxia y el destierro.
La Biblia del Oso. Traducci¨®n de Casiodoro de la Reina. Edici¨®n dirigida por Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz. Alfaguara. Madrid, 2001.
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