Del Apocalipsis a la apoteosis
La grandeza y los peligros de Internet recorren la exposici¨®n 'Big Bang Data'
Puede que Big Bang Data se convierta en la exposici¨®n m¨¢s oportuna del a?o. Y es que resulta dif¨ªcil imaginar otro proyecto cuya inauguraci¨®n coincida con un debate tan encrespado alrededor del tema que propone. Evgeny Morozov o Luke Dormehl, Edward Snowden o un estudiante holand¨¦s, grandes diarios o diversos sitios en la Red han acompa?ado su emplazamiento con alertas muy contundentes sobre el uso de nuestros datos en Internet y el peligro que ello supone en materia de libertad o de protecci¨®n. Datos que, dicho sea de paso, no son ofrecidos por el espionaje o la vigilancia de anta?o ¡ªKGB o Stasi, CIA o FBI, Mosad o Interpol¡ª, sino por nosotros mismos, que vamos desgranando, minuto a minuto, el cat¨¢logo de nuestros perfiles para uso y abuso de las compa?¨ªas comerciales, los Gobiernos y sus agencias de seguridad.
En uno de sus art¨ªculos con tono apocal¨ªptico ¡ªNo vendamos nuestra aut¨¦ntica humanidad¡ª, Morozov pon¨ªa el ejemplo del estudiante holand¨¦s que lleg¨® a vender sus datos mediante una subasta: pensamientos, visitas, documentos, correos electr¨®nicos, mensajes, agenda¡ En fin, casi toda su vida, como una iron¨ªa de todo lo que llegamos a regalar, no siempre de manera consciente, de nosotros mismos. El lema final de la operaci¨®n era tan ag¨®nico como el t¨ªtulo de Morozov: "Facebook no es gratis. Lo pagas con tu identidad".
En una l¨ªnea parecida se explayaba, desde The Guardian, Luke Dormehl. En su caso, enfocado en m¨¦todos de reconocimiento facial que, en breve, ser¨¢n utilizados por algunas compa?¨ªas ¡ªFacebook, Google o Tesco¡ª y ofrecer¨¢n pistas sobre nuestros gustos o tendencias de consumo con un alt¨ªsimo porcentaje de acierto.
Crece, en fin, una corriente de sospecha, por no decir paranoia, que ha venido arrastrando a un n¨²mero creciente de individuos que se sienten amenazados y al mismo tiempo responsables de su desprotecci¨®n. Una situaci¨®n que estos autores consideran irreversible, narrada desde una preocupaci¨®n que llega demasiado tarde. El eslogan "Internet nos har¨¢ libres" parece desdibujarse ante la certidumbre de que, al menos, tambi¨¦n nos puede hacer esclavos.
En todo caso, el don de la oportunidad no es el ¨²nico, ni siquiera el m¨¢s importante, acierto de Big Bang Data. De hecho, aunque los desvelos mencionados recorren la exposici¨®n, esta sobrepasa la percepci¨®n apocal¨ªptica para avanzar en su dimensi¨®n, dig¨¢moslo as¨ª, apote¨®sica. Todo a partir de un recorrido organizado en diez ¨¢mbitos que van desde la geograf¨ªa emergente hasta la indagaci¨®n en una cultura cr¨ªtica y espec¨ªfica de la era digital.
Sin tratarse de un proyecto cronol¨®gico ¡ªno estamos ante una historia de eso que sus comisarios llaman datificaci¨®n del mundo¡ª, s¨ª se nos proponen algunos hitos temporales que van desde los mapas hasta la conversi¨®n de los datos en esculturas f¨ªsicas (o desde aquellas tarjetas perforadas de principios de los a?os cincuenta hasta la edici¨®n de un diario deportivo del pr¨®ximo 2018). Entreveradas, encontramos piezas de David Bowen y Chris Jordan, Timo Arnall y TeleGeography, Rosetta Disk y Aaron Koblin, Fernanda Viegas y Martin Watterberg, Basurama y Paul Virilio¡ Obras que exploran o evidencian c¨®mo los GPS y los tel¨¦fonos m¨®viles, Twitter y los datos comerciales del turismo, Facebook o el sexo concreto de una pareja se constituyen en cultura, pensamiento, narrativa, arte¡
El eslogan "Internet nos har¨¢ libres" parece desdibujarse ante la certidumbre de que, al menos, tambi¨¦n nos puede hacer esclavos
Big Bang Data cumple, entonces, un doble objetivo: por una parte se presenta como anclaje de todos esos asuntos; por otra parte, se expande como un ente ef¨ªmero desde el que resplandece su condici¨®n inabarcable. La exposici¨®n no s¨®lo hace gala de su complejidad, sino que tambi¨¦n est¨¢ obligada a una gama de estrategias que le permitan traducirla a los visitantes o copart¨ªcipes que la cruzan.
Tal vez, en ese empe?o por esclarecer el espeso contenido del proyecto, resulte demasiado as¨¦ptica, con su predisposici¨®n casi absoluta al minimalismo. Y quiz¨¢, en la confianza de que aquello que no consiga el display puede ser compensado en los laboratorios y talleres, resulte algo desproporcionada (carga la mano en la cartograf¨ªa). Una descompensaci¨®n que, por cierto, no se da en la tensi¨®n entre su ciberfetichismo y su cibercriticismo, que parecen haber firmado una tregua.
Asimismo, uno sale con cierta confirmaci¨®n del car¨¢cter infalible de Internet; como si la zona pornogr¨¢fica, rudimentaria, gamberra, kitsch, incluso barroca del sistema no fuera capaz de jibarizarlo y llevarlo a los l¨ªmites de su legislaci¨®n o funcionamiento.
Big Bang Data es deudora, entre muchos otros, del paradigma Complexity, aunque se instala en un momento en que el de la Desigualdad (Inequality) est¨¢ llamado a afianzarse, como puede verse cruzando una calle o en el ¨²ltimo libro de Thomas Piketty. Desde esa circunstancia, es muy probable que todos los conflictos se subordinen a esa disparidad que tambi¨¦n crece por minutos bajo esa monta?a de datos que nos presuponen entregados, de motu proprio, a nuestra dominaci¨®n.
Bing Bang Data. Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona. Hasta el 26 de octubre.
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