Soulages: ¡°La posteridad no me gusta¡±
El artista franc¨¦s m¨¢s cotizado, con obras capaces de hacer llorar al espectador
Los cuadros de Pierre Soulages son gigantescas manchas negras que constituyen misterios indescifrables. Obligan a quien las observa a enfrentarse con lo que lleva a cuestas en su interior, como esos dibujos psicoanal¨ªticos cuya interpretaci¨®n cambia en funci¨®n de qui¨¦n se ponga delante. Tras una trayectoria marcada por la incomprensi¨®n inicial hacia su obscura abstracci¨®n, el pintor de 94 a?os se ha terminado convirtiendo en el artista franc¨¦s m¨¢s cotizado de su tiempo. El precio de sus obras ha aumentado cerca del 500% en la ¨²ltima d¨¦cada y algunos de sus cuadros de los cincuenta se valoran en tres millones de euros. En 2009, su gran retrospectiva en el Pompidou se convirti¨® en la exposici¨®n de arte contempor¨¢neo m¨¢s visitada en la historia del centro y logr¨® seducir a medio mill¨®n de visitantes. Muchos lloraban. ?Se habr¨¢ convertido aquella pintura indescifrable en objeto de consenso? Puede que sea as¨ª, aunque el mencionado misterio se mantiene intacto.
A los homenajes en cadena de los ¨²ltimos tiempos se suma ahora la inauguraci¨®n de un museo en Rodez, su localidad natal. Pensado para albergar una exposici¨®n permanente de 500 obras, ha sido proyectado por el estudio catal¨¢n RCR, que bati¨® a candidatos como Jean Nouvel y Christian de Portzamparc. Para hacer balance de su excepcional recorrido, Soulages nos recibe en su atelier del Barrio Latino, all¨¢ donde los sesentayochistas levantaron los adoquines para encontrar la playa. Hombre afable y de espaldas fornidas ¡ªcomo el jugador de rugby que fue una vez¡ª, el pintor aparece sentado junto a la ventana de un aireado estudio, sobre grandes manchas negras que cubren el suelo, como huellas de un crimen cometido contra el lienzo. Soulages hablar¨¢ con la modestia por bandera, pero tambi¨¦n con la satisfacci¨®n que produce el hecho de saberse escuchado.
Lo que me importa es lo que pintar¨¦ ma?ana. Las retrospectivas me llenan de orgullo, pero me hacen infeliz
PREGUNTA.?Ante todo, sorprende que haya aceptado que le dediquen un museo. Hace a?os que repite a quien quiera escucharle que no desea ¡°ning¨²n mausoleo¡±. ?Qu¨¦ le hizo cambiar de opini¨®n?
RESPUESTA. Es cierto que me lo han propuesto en varias ocasiones y siempre me he resistido. Soy un artista vivo y no me interesa que me conviertan en una estatua a la que rendir tributo. En Montpellier, ciudad donde me form¨¦ como pintor, ya quisieron abrir un gran museo que iba a llevar mi nombre, pero no me gust¨® su enfoque. Los museos centrados en un solo artista interesan durante un par de a?os, pero luego acaban criando polvo. Esta vez he accedido porque aceptaron la ¨²nica condici¨®n que impon¨ªa: que adem¨¢s de exhibir mi obra se destinara un espacio a exponer a artistas contempor¨¢neos. As¨ª, seguir¨¢ siendo un lugar vivo.
P. ?La posteridad no le importa?
R. Esa palabra no me gusta nada. Lo ¨²nico que me importa es el cuadro que pintar¨¦ ma?ana. En estos ¨²ltimos a?os se han organizado varias retrospectivas. Por un lado me llenan de orgullo, pero por el otro me hacen infeliz. Me obligan a mirar atr¨¢s, que es algo que nunca me ha gustado. Lo que me gusta es mirar el presente y so?ar en lo que har¨¦ ma?ana. Esa es mi naturaleza m¨¢s profunda. El d¨ªa que deje de sentir eso, considerar¨¦ que estoy muerto.
P. Dice que su pintura est¨¢ conectada con lo ancestral, con el arte prehist¨®rico y el enigma que este encierra.
R. Efectivamente, se trata de un gran enigma. ?Qu¨¦ impuls¨® a los hombres paleol¨ªticos a meterse en el lugar m¨¢s oscuro que conoc¨ªan para pintar? ?Y de color negro, para m¨¢s inri! La historia del arte no ha reflexionado suficientemente sobre esta cuesti¨®n. Deber¨ªamos interesarnos m¨¢s por lo que hac¨ªan esos primeros artistas en Chaumet o Altamira. Pero no me pida una respuesta a ese misterio, porque no la tengo.
P. Tal vez puede decirme por qu¨¦ pinta usted.
R. Porque si no lo hago, tengo la sensaci¨®n de estar acabado. Cuando no pinto, la vida me interesa menos, o incluso nada. Para m¨ª, la pintura expresa el placer de existir.
P. Naci¨® la noche de Navidad de 1919. ?Qu¨¦ importancia tiene esa fecha en su imaginario?
R. Nunca me cre¨ª especial. Y siempre tuve dudas sobre la existencia de Dios. Mi padre falleci¨® tres d¨ªas despu¨¦s de Navidad, as¨ª que nunca asociaron ese momento del a?o a algo necesariamente positivo. Eso ha permanecido en m¨ª. Incluso hoy, no doy importancia ni a la Navidad, ni a mi cumplea?os. Con mi mujer no solemos respetar esas fechas. Las celebramos el d¨ªa que nos apetece. Para nosotros, Navidad puede caer el 15 de junio.
P. ?Por anticonformismo?
R. Yo siempre he vivido al margen del resto del mundo. Siempre me he sentido diferente y siempre me he sentido solo. Incluso como artista, nunca he formado parte de un grupo, ni me he protegido tras la bandera de una corriente art¨ªstica, y todav¨ªa menos de la de un pa¨ªs. Esas bienales de arte donde cada artista representa a un pa¨ªs me parecen humillantes.
P. ?Es cierto que conoci¨® a su mujer gracias a Picasso?
R. ?C¨®mo sabe eso? Fue en 1941. La vi discutiendo con tres chicos en la academia de Bellas Artes de Montpellier. Ellos le dec¨ªan: ¡°?Picasso no vale nada, hace una pintura de inmigrante!¡±. Ella, que med¨ªa metro y medio, les respond¨ªa a gritos: ¡°?No sab¨¦is de lo que habl¨¢is! ?Est¨¢is ciegos!¡±. La apart¨¦ de la ri?a y le dije: ¡°No te esfuerces. Hablar con esos necios es una p¨¦rdida de tiempo¡±. La invit¨¦ a ir a un museo conmigo, ¨¦ramos iguales. Antes de conocerla tuve una vida bastante promiscua. Hemos logrado convivir tanto tiempo porque somos muy independientes. Y no nos contamos mentiras.
P. ?Qu¨¦ representa el negro en su pintura?
R. Es un color violento, el m¨¢s agresivo. Su poder¨ªo pl¨¢stico me hace preferirlo a los dem¨¢s. Para entenderlo tenemos que remontarnos a mi infancia. Siempre prefer¨ª la tinta negra a los l¨¢pices de colores. Una anciana prima m¨ªa asegura que, cuando ten¨ªa 5 o 6 a?os, me puse a ensuciar un papel de negro. Me preguntaron qu¨¦ estaba pintando, y respond¨ª: ¡°La nieve¡±. Todo el mundo se puso a re¨ªr a carcajadas. Desde la adolescencia, siempre me vest¨ª de negro. Mi madre me preguntaba si hab¨ªa adelantado el luto por ella. Yo le respond¨ªa que no ten¨ªa nada que ver con eso: el negro era el color de la elegancia, de la solemnidad¡ y del anarquismo.
P. A partir de 1979, formul¨® un nuevo concepto: el outrenoir (ultranegro). ?En qu¨¦ consiste esa noci¨®n?
R. Me di cuenta de que el negro ya no era un color en mi pintura, sino un estado mental. Invent¨¦ esa palabra para dar a entender que pretend¨ªa ir m¨¢s all¨¢ del aspecto meramente ¨®ptico o pl¨¢stico. Para m¨ª, lo importante en el negro no es lo visual, sino la experiencia. El negro agita todo lo que nos habita, las emociones y los recuerdos. Me interesa todo lo que se remueve en nuestro interior al enfrentarnos a una obra. Y el negro logra llegar a regiones de nuestro interior que los dem¨¢s colores nunca alcanzan.
P. A partir de los cincuenta, sus lienzos triunfaron en Estados Unidos y Alemania, pero el reconocimiento en su pa¨ªs fue mucho m¨¢s tard¨ªo. ?Por qu¨¦?
R. Nunca form¨¦ parte de la escena parisiense. Frecuentaba solo a extranjeros. Yo tambi¨¦n ten¨ªa un acento fuerte, como buen provinciano. Mis primeros amigos en Par¨ªs fueron dos pintores espa?oles. Eran un poco cubistas, pero eran buenas personas.
El negro es un color violento, el m¨¢s agresivo. Su poder¨ªo pl¨¢stico me hace preferirlo a los dem¨¢s
P. ?Sufri¨® por ese menosprecio?
R. No demasiado. Nunca he dado importancia a esas cosas. Para un artista es importante sentirse amado, pero tambi¨¦n despertar alg¨²n que otro odio.
P. En 2009, su muestra en el Pompidou bati¨® r¨¦cords de asistencia. Pero tambi¨¦n otro tipo de plusmarca: nunca se hab¨ªa visto a tantos visitantes llorando.
R. Es cierto que muchos lloran, tanto las mujeres como los hombres. Recuerdo haber asistido a un acto organizado por un mecenas de la exposici¨®n. Fui un poco a rega?adientes, me pas¨¦ diez minutos y me march¨¦. Cuando ya estaba en la calle, un hombre joven, con aspecto de jugador de polo, me vino a saludar. Me dijo que hab¨ªa ido a ver mi exposici¨®n dos veces y que las dos hab¨ªa salido llorando. La pintura logra alcanzar zonas muy profundas.
P. ?Es la emoci¨®n su objetivo ¨²ltimo?
R. No, yo no pinto para emocionar a los dem¨¢s. Pero tambi¨¦n es cierto que, si no siento nada ante un cuadro, lo dejo de lado y no lo termino. Lo acabo quemando en el jard¨ªn de mi casa.
P. ?Por qu¨¦ no titula sus obras?
R. Quien observa un cuadro tiene derecho a hacer y deshacer interpretaciones sobre lo que ve. Yo no puedo exigir nada al espectador. Solo le propongo una pintura que puede interpretar como le venga en gana. Un t¨ªtulo dificultar¨ªa esa interpretaci¨®n libre.
P. ?Se alinea entonces con Roland Barthes, que decret¨® ¡°la muerte del autor¡±?
R. S¨ª. Una obra de arte es un espacio abierto. Ante mis cuadros, hay espectadores que se emocionan y otros que dicen: ¡°Esto es una mierda¡±. Y los unos y los otros tienen raz¨®n. Una vez que la obra est¨¢ terminada, deja de ser mi problema.
Pierre Soulages. Outrenoir(s) en Europe. Hasta el 5 de octubre. Museo Soulages. Rodez (Francia).
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