?ngela Molina: o la naturaleza
Una generaci¨®n de espa?oles asocia la sensualidad de la actriz con la vida naturista de Ibiza
Todo en esta mujer parece de verdad. ?ngela Molina ha dejado madurar el rostro a su aire, m¨¢s all¨¢ de la belleza, sin afeites que no sean el agua clara y un poco de cera en los labios, una actitud que, tal vez, obedece a un compromiso formal con los cuatro elementos que, seg¨²n los presocr¨¢ticos, conformaban la naturaleza: la tierra, el agua, el aire, el fuego. Con estos cuatro materiales suele construirse un alma y tambi¨¦n una forma de vivir.
?ngela te lleva a pensar en esas tanagras de barro con que los alfareros de los litorales de Asia Menor representaban a las diosas de la fertilidad. Esas figuras participaban de una cultura popular y permanecieron enterradas en la ruinas hasta que fueron afloradas por cualquier pastor o labriego y elevadas luego a las vitrinas de los museos de Creta y de Atenas. Hasta all¨ª lleg¨® Picasso con un cuaderno de dibujo para robar la expresividad de esos rostros, la construcci¨®n dispar de sus cuerpos, un ojo en el occipital, maternidades de anchas caderas, labios largos, que tambi¨¦n serv¨ªan de vasos o recipientes de vino o de aceite o de l¨¢mparas votivas.
La sensualidad que despide la imagen de ?ngela Molina lleva tambi¨¦n al agua de mar, al l¨¦gamo de algas, a los ba?os de barro de l¡¯Espalmador. Una generaci¨®n de espa?oles ha asociado a esta actriz con la vida naturista de Ibiza. Esta isla se convirti¨® en paradigma de la libertad en los primeros a?os de la Transici¨®n. Realmente fue descubierta por los bohemios locos, a?os cincuenta, que la asaltaron para vivir una inspiraci¨®n que se inventaba cada d¨ªa. Vida barata, gente sencilla, silencio, cigarras, paredes de cal, lagartijas. Artistas, escritores, golfos de oro, establecieron su est¨¦tica sobre una esfumada polonesa de Chopin, los pantalones masculinos de la se?ora George Sand y la luz ¨¢spera de la sequ¨ªa que iluminaba la filosof¨ªa de Walter Benjamin. Posteriormente fue exaltada por el hipismo aut¨¦ntico y luego vulnerada por impostores de receta, por la especulaci¨®n, la moda y el turismo masivo. Cada d¨ªa los barcos descargaban j¨®venes guerreros que iban a librar batallas de sexo. Todos se sent¨ªan vencedores. Frente a esta Ibiza falsificada, la de ?ngela Molina parece que aun es aquella de verdad. Parir hijos dentro del agua, coronarse con la sombra de una higuera, permanecer desnuda de noche se?alando las constelaciones, vivir la vida beata al margen de la ansiedad de estar siempre en primer plano, ser sincera y distinta. En los a?os setenta comenz¨® en nuestro pa¨ªs a establecerse el nudismo como una actitud higi¨¦nica y natural. Tambi¨¦n fue una conquista de la libertad de los cuerpos que iba pareja a la libertad pol¨ªtica y acompa?ada por la cocina vegetariana, la teor¨ªa de las semillas, pulseras energ¨¦ticas, infusiones de percepci¨®n, recetas de la abuela, ascensi¨®n a la salud mediante el k¨¦fir y el yoga.
De los cuatro elementos que componen la naturaleza presocr¨¢tica el aire trabaja de escultor; es el que ha tallado el cuerpo de esta actriz y ha dejado en los rasgos fuertes y abiertos de su rostro un dramatismo maternal inquietante. Fue el aire limpio de la ?tica el que limpi¨® con el tiempo los colores de las esculturas, de los templos y no ces¨® de soplar hasta que el m¨¢rmol no recuper¨® el blanco esencial del hueso. Por muchas vueltas literarias que uno da al perfil de ?ngela Molina siempre se acaba atra¨ªdo por la historia de ese aire de Ibiza que la ha esculpido.
?ngela naci¨® en Madrid, en 1955, hija del cantaor flamenco Antonio Molina, aquel que dejaba sin respiraci¨®n a los espa?oles en la ¨¦poca de la autarqu¨ªa con los jeribeques que realizaba con la voz en el aire. Cantaba Soy minero y nos hac¨ªa saber que la vida era muy oscura trabajando en el carb¨®n. ?ngela y sus hermanas crec¨ªan al amparo religioso de este flamenco y mientras tanto el fuego que la ni?a mayor llevaba en sus entra?as la reserv¨® para tener cinco hijos, Olivia, Mateo, Samuel, Antonio, Mar¨ªa Isabel, fruto de dos nupcias formales. El af¨¢n de la maternidad que esta actriz conjugaba con la armon¨ªa vital a ras de la naturaleza no impidi¨® que algunos directores de cine, Bu?uel, Guti¨¦rrez Arag¨®n, entre otros muchos, desvelaran el fuego que lleva dentro este animal de pantalla. Su rostro puede ser un s¨ªmbolo de ese objeto oscuro del deseo que rod¨® con ella Luis Bu?uel en 1977 cuando este pa¨ªs estaba rompiendo aguas en un parto dif¨ªcil, puesto que la libertad ven¨ªa de nalgas. Sexo misterioso y profundo, masoquista, turbulento, esta pel¨ªcula puede leerse ahora como una met¨¢fora de los turbulentos azares de aquel tiempo. La libertad de nuestro pa¨ªs tambi¨¦n ha sido un largo viaje en tren donde un caballero cuenta el infortunio con una bailarina que juega con su obsesi¨®n amorosa inseparable del odio y la frustraci¨®n. Una mujer al alcance de todos los deseos y a la vez tal lejana y natural. Una cocinera en la mitad del cielo.
Babelia
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