Los cuernos diferidos

En las relaciones ad¨²lteras hay tantos recovecos, afectivos, sexuales, sentimentales, morales, religiosos, que el cine siempre acaba encontrando una esquina rec¨®ndita no demasiado transitada. Y la francesa Lisa Azuelos la ha hallado en una situaci¨®n que se podr¨ªa llamar algo as¨ª como los cuernos diferidos; es decir, ese encuentro de dos personas entre las que inmediatamente surge la atracci¨®n (sexual, afectiva, intelectual, todo al alim¨®n), pero que deciden ir aplazando su consecuencia, la uni¨®n (esta vez s¨®lo la sexual), a causa de los condicionamientos externos, v¨¦ase un marido, una esposa, o ambos, en feliz pareja. Estirar la situaci¨®n, seg¨²n las caracter¨ªsticas morales que tengan los personajes, no resulta f¨¢cil, y aunque Azuelos no acaba de lograrlo del todo, s¨ª que consigue una pel¨ªcula que se ve con m¨²ltiple inter¨¦s a pesar de los, tambi¨¦n, desperfectos formales de ciertos momentos de la puesta en escena.

Para entendernos, estamos ante esas personas (aqu¨ª, hombre y mujer) que tienen tanto miedo de no volverse a ver como de verse. Todo ello enfrentado a una relaci¨®n matrimonial estable y satisfactoria en todos los sentidos (s¨ª, en ese tambi¨¦n), y a unos hijos. Como dice el personaje de Fran?ois Cluzet a su esposa: ¡°Eres la ¨²nica persona con quien puedo hablar por tel¨¦fono mientras tiro de la cisterna¡±. Clamoroso resumen. Mientras, en lo formal, Azuelos juega con el montaje, el onirismo y los interludios musicales y unas veces compone con cierta belleza (el primer flash forward, sorprendente y gozosamente mentiroso), y otras produce un desesperante sonrojo por su falta de gusto (el encuentro en el hotel con la multiplicaci¨®n de pantallas), tanto en el encuadre como en la selecci¨®n musical.

Eso s¨ª, la directora y guionista de las dos LOL (la francesa y su remake en EE UU) sabe cu¨¢ndo mantener el silencio y las miradas en las secuencias clave, y, lo mejor, acaba con un ep¨ªlogo fant¨¢stico en el que introduce un elemento esencial en este tipo de historias: la enorme influencia del azar. Y aunque en el encuentro fortuito en Londres no hay quien se trague el estiramiento, queda una idea tan bonita como desesperante: que a veces lo mejor es no diferir el asunto para no acabar idealizando lo que, en realidad, no ten¨ªa ning¨²n futuro