Ana Mar¨ªa Matute contra el tiempo
Una conversaci¨®n in¨¦dita sobre el paso del tiempo, la infancia y el dolor de la escritora
Ana Mar¨ªa Matute cumpl¨ªa 86 a?os el 26 de julio de 2011 y con las flores que rebosaban llegamos nosotros para conversar con ella. Sobre el tiempo, contra el tiempo. Hab¨ªa vivido una vida intensa, rota por un matrimonio malo y por el silencio al que fue sometida; en este instante segu¨ªa siendo una ni?a fr¨¢gil de cabello d¨¦bil totalmente blanco; en la estanter¨ªa de su ego desde?ado estaban sus premios y ¨¦xitos, entre ellos el Cervantes, la Academia, pero ese d¨ªa estaba m¨¢s pendiente de las flores y de los ni?os (uno le vino a visitar mientras est¨¢bamos con ella, ¡°adoro a los ni?os, este me quiere mucho¡±) que del brillo que le hab¨ªan dado los libros y el tiempo. ¡°El tiempo no existe¡±, me dijo cuando le pregunt¨¦ por ese escultor grande, como lo llam¨® Marguerite Yourcenar. ¡°Es una invenci¨®n nuestra. El tiempo es una cosa inm¨®vil, que est¨¢ ah¨ª¡ El paso del tiempo nos lo pensamos nosotros, y claro, acaba envejeci¨¦ndonos¡±.
Ella no envejeci¨®, no quiso; muri¨® el 25 de junio ¨²ltimo cuando estaba a punto de cumplir 89 a?os; cuando conversamos con ella, para un documental de Pablo ?lvarez que permanece in¨¦dito, como esta misma entrevista, Ana Mar¨ªa Matute ten¨ªa aquella voz respetuosa de la que sobresal¨ªan el silencio y la iron¨ªa, tambi¨¦n el sarcasmo hacia s¨ª misma. Estaba con ella su hijo Juan Pablo, que tanta seguridad le dio, ella estaba muy feliz de haber recibido, entre las flores, las que le hizo llegar Carmen Balcells, que la salv¨® de tantas honduras, y que ayud¨® decisivamente a convertir Olvidado rey Gud¨² en un ¨¦xito que no tuvo precedentes en la obra completa de Ana Mar¨ªa. Pero ella no hablaba de los ¨¦xitos, y para los fracasos ten¨ªa el desd¨¦n de los ni?os. En su lucha contra el tiempo (ese gran fracaso), prefiri¨® quedarse como una ni?a, mirando y riendo, veng¨¢ndose en cierta manera de aquellos a?os en que el miedo la hizo tartamuda.
Ahora era, por decirlo as¨ª, una ni?a feliz de 86 a?os. Era, pues, muy tentador, le dije, hablar con ella de la ni?ez, pues ella hab¨ªa dicho alguna vez que ¡°la infancia dura m¨¢s que la vida¡¡±. ¡°S¨ª¡±, dijo, ¡°la infancia es m¨¢s larga que la vida. Quiz¨¢ es una frase un poquito extra?a, pero quien entiende, entiende¡±. ?Y qu¨¦ entiende usted en esa frase? ¡°Yo creo que la infancia, y no s¨®lo para m¨ª sino para la mayor¨ªa de la gente, es algo que marca para siempre. Aunque la quieras olvidar no puedes¡ Y todo lo que se ha vivido de ni?o, por lo menos las cosas m¨¢s llamativas, las que m¨¢s te han impresionado, eso perdura a lo largo de los a?os¡±.
Adiestrada por la vida a refugiar el drama en la met¨¢fora, Ana Mar¨ªa Matute dec¨ªa que su infancia ¡°fue de papel¡¡±. ¡°Ni s¨¦ por qu¨¦ lo dije¡ Yo empec¨¦ a leer muy muy pronto; empec¨¦ a sumergirme en los libros. Para m¨ª ese era y sigue siendo el mundo m¨¢s importante. De modo que yo recuerdo mi infancia siempre con la cabeza metida en las p¨¢ginas de un libro. Siempre viviendo lo que yo estaba leyendo. Descubriendo el mundo, o lo que yo cre¨ªa que era el mundo, porque ya ves que el mundo siempre se deforma¡±. E inventaba el mundo que tampoco estaba en los libros. ¡°Me lo inventaba y para m¨ª era mejor que el mundo que viv¨ªa¡±.
¡°Yo tuve una infancia de papel; lo que m¨¢s me gustaba y m¨¢s me ayud¨® a crear un mundo propio fueron los libros¡±, eso dijo. Ahora cre¨ªa que entr¨® en ese mundo ¡°de manera muy natural¡±; lo descubri¨® con quienes le contaban cuentos en casa, la tata, su madre, su abuela¡ No hab¨ªa otros sonidos que los de las palabras, ¡°ni televisi¨®n ni cine¡±, as¨ª que fue aprendiendo de lo que escuch¨® y de lo que luego ley¨® en los libros. ¡°Eran la continuaci¨®n de la imaginaci¨®n, o precisamente la raz¨®n de la imaginaci¨®n: todo lo que se descubr¨ªa, todo lo que te revelaba un libro lo magnificabas luego, hac¨ªas con eso lo que quer¨ªas. As¨ª que primero escuch¨¦ cuentos, luego o¨ª c¨®mo los le¨ªan, despu¨¦s los le¨ª yo y luego los empec¨¦ a escribir¡±.
Cuando me met¨ªan en el cuarto oscuro para castigarme, en la ni?ez, yo ve¨ªa cosas; ah¨ª supe que era escritora¡
A los cinco a?os empez¨® a escribirlos. Incansablemente¡, hasta que un d¨ªa la fren¨® la vida, el estupor, ¡°el miedo a seguir escribiendo¡¡±. Las depresiones, como la que padeci¨®, ¡°te convierten en la indiferencia con patitas¡ Tanto te da todo: me daba igual escribir como no escribir, me daba lo mismo vivir como morir, me daba igual todo. Segu¨ªa teniendo el mismo cari?o y el mismo amor por las personas que yo amaba y quer¨ªa. Pero, aparte de eso, todo me era absolutamente indiferente¡±. Era un paseo terrible por el lado oscuro de la vida, donde nada parece relevante ni feliz ni bueno, como lo que narra William Styron (lo record¨® Ana Mar¨ªa) sobre su propia depresi¨®n. Pero ah¨ª dentro de ese No que la vida le puso delante (le dijo a Winston Manrique en EL PA?S) ¡°hay tambi¨¦n una luz¡ Hay muchas clases de luz en la oscuridad¡±, nos dijo aquel 26 de julio en Barcelona. ¡°Cuando me met¨ªan en el cuarto oscuro para castigarme, en la ni?ez, yo ve¨ªa cosas; ah¨ª supe que era escritora¡ Me comunicaba con una peque?a luz interior. Fue cuando me saqu¨¦ del bolsillo un terr¨®n de az¨²car, lo part¨ª y de dentro sali¨® una chispita de color azul. Me dije: soy maga. Todos los escritores son magos. Y brujos tambi¨¦n¡±.
Aquella fue una revelaci¨®n que se reproducir¨ªa m¨¢s tarde; tras la depresi¨®n m¨¢s aguda de su vida, a principios de los a?os noventa, reapareci¨® con Olvidado rey Gud¨²¡ ¡°Lo ten¨ªa en un caj¨®n con ruedas y lo llevaba a todas partes¡ Me iba de viaje y me lo llevaba. Y entonces Carmen Balcells, a la que debo mucho, much¨ªsimo, me dijo: ¡®Este libro tiene que salir¡¯. Yo le puse pegas: ¡®Es que yo¡ ¡®D¨¦jamelo mirar¡¯, me dijo. ¡®?Tienes que sacarlo!¡¯, fue su dictamen. Me llev¨® a su casa, ¡®me secuestr¨®¡¯, como dijo ella en broma, y all¨ª termin¨¦ la novela. Y gracias a ella, y a partir de ese momento, volv¨ª a escribir otra vez como si no hubiera pasado nada¡¡±.
En aquel d¨ªa de su cumplea?os, Ana Mar¨ªa Matute ve¨ªa en aquel libro decisivo de su vida no s¨®lo el poder de la imaginaci¨®n que aliment¨® en la infancia¡ En aquel periodo alargad¨ªsimo de su ni?ez descubri¨® que ¨¦sta es a la vez asombro, soledad, invenci¨®n y felicidad¡ ¡°Pero en la novela hab¨ªa tambi¨¦n dolor¡±. Lo dijo cuando recibi¨® el Cervantes, y lo repiti¨® en esta conversaci¨®n rodeada de flores en Barcelona: ¡°A la gran literatura, a la literatura verdadera, se entra con dolor. Aunque son muy importantes la alegr¨ªa y el sentido del humor. Pero se entra con dolor, eso es as¨ª¡¡±.
Primero escuch¨¦ cuentos, luego o¨ª c¨®mo los le¨ªan, despu¨¦s los le¨ª yo y luego los empec¨¦ a escribir
¡ª?Y de d¨®nde viene su dolor?
¡ªDe la vida¡, de vivir. El que vive intensamente la vida, el que no la vive a saltitos, sabe lo que es el dolor; yo s¨¦ lo que es el dolor, como tambi¨¦n s¨¦ lo que es la alegr¨ªa. La profunda felicidad tambi¨¦n s¨¦ lo que es.
El terr¨®n de az¨²car rompi¨¦ndose como met¨¢fora del descubrimiento de la escritura, el dolor, la disposici¨®n para escribir, pero tambi¨¦n la melancol¨ªa. Ana Mar¨ªa Matute hab¨ªa madurado a estas alturas todas las edades y viv¨ªa en una que juntaba la infancia con la vejez, y todas eran la misma; ahora estaba en la edad de la melancol¨ªa, en la ¨¦poca de la indiferencia ante el tiempo. ¡°Cuando se llega a mi edad¡±, me dijo, ¡°muchas veces se tiene mucha melancol¨ªa. Es una edad melanc¨®lica. Si llegas a esta edad con la cabeza m¨¢s o menos en su sitio tienes siempre presente momentos de tu vida que nunca jam¨¢s se repetir¨¢n, y esto lo sabes muy bien. Yo he llegado con la cabeza tan mal como siempre. ?Eso es para felicitarme!¡±.
Ana Mar¨ªa Matute no era una mujer de aspavientos ni de circunloquios; era, a pesar de la vida compleja que vivi¨®, una mujer sencilla que viv¨ªa sencillamente, que hubiera vivido en un ascensor, debajo de un puente, so?ando. Esta vez estaba rodeada de flores; en las ¨²ltimas d¨¦cadas la hab¨ªan llenado de flores, y sonre¨ªa; en esa sonrisa de cristal que se manten¨ªa en su cara como una resignaci¨®n alegre la escritora ten¨ªa se?alada una arruga muy bella, el camino que no se hab¨ªa detenido hacia la edad m¨¢s hermosa de su vida, la infancia, y la infancia segu¨ªa con ella. La conversaci¨®n sigui¨®, est¨¢ grabada; aqu¨ª queda este trozo inolvidable de la mirada de Ana Mar¨ªa Matute.
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