M¨¦xico DF ¡®en rose¡¯
El libro 'Tengo que morir todas las noches' recuerda la movida gay de los ochenta en la capital mexicana, impulsada por un franc¨¦s estrafalario que lo perdi¨® todo menos un cuadro de Warhol
A principios de julio, en la fiesta de lanzamiento del libro, Henri Donnadieu subi¨® la voz por encima de la m¨²sica y me respondi¨® que los cuatro cuadros de Andy Warhol que ten¨ªa en la megadiscoteca que le cerraron en 1989 se los vendi¨® a un corredor de bolsa. ¡°Pero me queda otro¡±, dijo contento y arrastrando a¨²n las erres francesas despu¨¦s de cuatro d¨¦cadas en M¨¦xico. Esta noche vest¨ªa un traje italiano y una corbata brillosa de seda que le regal¨® un pretendiente hace 50 a?os cuando estudiaba Ciencias Pol¨ªticas en Par¨ªs.
Donnadieu tiene 71 a?os y es la figura principal de Tengo que morir todas las noches, una cr¨®nica de la movida gay de los ochenta en M¨¦xico DF escrita por el periodista Guillermo Osorno y publicada por Debate. Su relaci¨®n con el mundo warholiano fue el c¨¦nit de la evoluci¨®n de una vida novelesca de empresario nocturno y promotor cultural que hizo de palanca de una ¨¦poca de apertura gay y de desarrollo creativo en el DF. Fue el c¨¦nit y tambi¨¦n el borde antes de la ca¨ªda. Los cuatro cuadros que le compr¨® a Warhol estaban expuestos en la discoteca Metal el d¨ªa de la inauguraci¨®n como las joyas de la corona de su carrera. Cuatro d¨ªas despu¨¦s el gobierno del DF cerr¨® sin motivo conocido la discoteca en la que ¨¦l y sus socios hab¨ªan metido casi siete millones de d¨®lares y la era Donnadieu se acab¨®. Donde estaba la disco que quer¨ªa ser el Studio 54 de Am¨¦rica Latina, hoy hay un simple bar de strippers.
Pero antes del Metal estuvo El Nueve, una discoteca peque?a que fue su gran ¨¦xito. Osorno centra la historia en torno al franc¨¦s y a ese h¨ªbrido de bar y centro cultural que estuvo abierto de 1974 a 1989 y que para el autor tambi¨¦n funciona de s¨ªmbolo de los tiempos en que ¨¦l mismo afirm¨® su homosexualidad. A principios de los ochenta andaba buscando por su ciudad a gente de su orientaci¨®n. ¡°Hab¨ªa escuchado decir que en la Zona Rosa se juntaban los maricones y hac¨ªa all¨¢ me dirig¨ª para tratar de encontrarlos¡±, escribe en su libro con la distancia entra?able de un etn¨®logo sexual que a su vez es el propio objeto de estudio.
El bar El Nueve era un centro de desmadre pero tambi¨¦n un nicho de vanguardias culturales?
Aunque lo descacharrante fue su manera de conocer El Nueve. Durante una huelga universitaria, Osorno acept¨® un trabajo temporal de inspector de licencias y una tarde le toc¨® acudir a revisar la situaci¨®n de aquella discoteca. El Nueve ten¨ªa los papeles en regla. Ese mismo d¨ªa por la noche, el joven inspector volvi¨® al bar como cliente: ¡°Ten¨ªa los ojos llenos de asombro, pues ese no era el mundo homosexual que yo conoc¨ªa: vergonzante, clandestino, mugroso. No hab¨ªa ancianos que renunciaron a su vida y se mor¨ªan por un efebo, sino personas que se ve¨ªan bien y se divert¨ªan; tipos guapos, bien vestidos¡±. El Nueve se distingu¨ªa de la tradicional homosexualidad s¨®rdida en la que los hombres ligaban de forma clandestina en lugares inh¨®spitos. Osorno pone el ejemplo de una cantina donde a la vez que los clientes procuraban relaciones gay furtivas, se rifaban pollos asados. El Nueve era lo contrario: le daba la cara con distinci¨®n y suficiencia a un pa¨ªs en el que por aquellos a?os la intolerancia era primaria: ¡°Mitin de maricas¡±, titul¨® en 1976 un diario en una nota sobre una manifestaci¨®n de un colectivo gay.
El Nueve fue frivolidad y profundidad. Tuvo el lado simplemente epic¨²reo de la liberaci¨®n sexual pero tambi¨¦n fue nicho de vanguardias. Empez¨® como radical chic y termin¨® siendo eso y un centro de inclusi¨®n de corrientes culturales alternativas. All¨ª se pod¨ªa ver una pel¨ªcula de Jean-Luc Godard o una de Pedro Almod¨®var. En El Nueve pint¨® en vivo el artista ingl¨¦s David Hockney. All¨ª pod¨ªas escuchar m¨²sica punk y rock con sintetizadores. Era un centro de desmadre pero tambi¨¦n de cultura por donde pasaba la vanguardia ochentera local y extranjera. Uno de los que estuvo all¨ª fue el director de cine espa?ol Ventura Pons. Fue una noche desafortunada. Un cliente griego fue expulsado del bar por armar jaleo y unos minutos despu¨¦s regres¨® a la entrada con una pistola. Dispar¨® tres tiros. Uno acab¨® por accidente en la espalda de Pons, pero no toc¨® ning¨²n ¨®rgano vital. El Nueve era un caos sofisticado en una ciudad que viv¨ªa una ¨¦poca turbulenta. La hegemon¨ªa pol¨ªtica del Partido Revolucionario Institucional se iba resquebrajando. Un terremoto mat¨® a miles de vecinos en 1985. Apareci¨® el virus del sida. Esos fueron los tiempos que protagoniz¨® Donnadieu, una mezcla de p¨ªcaro del Siglo de Oro y dandi de Scott-Fitzgerald que. seg¨²n relata Osorno, tambi¨¦n buscaba de vez en cuando la manera de evadirse de todo aquel pandemonio. ¡°Henri fumaba mariguana con un poco de goma de opio y eso le daba la inspiraci¨®n necesaria para escribir, sentado en su estudio, acompa?ado de sus pericos¡±.
Babelia
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