Dos mujeres en blanco y negro
'Ida' es una alegor¨ªa sobre el bien y el mal con una l¨²gubre y tosca Polonia como tel¨®n de fondo
Es el a?o 1962 en Polonia, un pa¨ªs triste, gris y r¨²stico, gobernado por un asc¨¦tico comunista, Gomulka. Es un pa¨ªs metido en el congelador, pobre y agobiante, donde nadie habla de los traumas de la guerra y la posguerra. Aunque a los millones de polacos y jud¨ªos asesinados por los alemanes se les rinden homenajes oficiales hay, sin embargo, muchos asuntos de los que no se habla porque no est¨¢ permitido. La colaboraci¨®n de algunos polacos en el Holocausto ser¨¢ un tema tab¨² hasta, al menos, finales de los a?os ochenta, igual que las represalias masivas del Gobierno comunista al terminar la ocupaci¨®n. Los traumas de la guerra quedan ahogados por una propaganda hueca y ensordecedora en la que nadie cree ni se toma en serio, pero que funciona como un cansino ritual que sofoca cualquier palabra y pensamiento discordante.
En un pa¨ªs as¨ª dos mujeres emprenden el viaje. La primera, Anna, es una novicia de 18 a?os. Es pura e inocente. No fue casualidad que el director Pawel Pawlikowski, afincado en Reino Unido, le diera este papel a una actriz amateur que, por otra parte, lo hace estupendamente. Justo antes de tomar los votos, la madre superiora le ordena visitar a la ¨²nica persona que queda de su familia: su t¨ªa Wanda.
Mientras que Anna es la inocencia personificada, su t¨ªa carga con un vasto repertorio de sus demonios particulares. En los a?os cincuenta, la ¨¦poca del Gobierno totalitario y de la brutal represi¨®n, fue fiscal y ped¨ªa la pena capital para los que se rebelaban contra el r¨¦gimen comunista. Ahora es jueza y sigue juzgando a los enemigos del r¨¦gimen. Pero ya no hay enemigos de verdad: la temible Wanda manda a la c¨¢rcel a los que cortan las flores plantadas por los militantes comunistas con una espada de las de antes de la guerra. Desilusionada con el r¨¦gimen, amargada y destrozada emocionalmente, ahoga sus penas en alcohol, buscando el olvido en un sexo f¨¢cil y sin compromisos. Durante la guerra se uni¨® a la Resistencia, abandonando a su primog¨¦nito a una muerte segura. Es por Wanda por quien la joven novicia se entera de que es jud¨ªa y de que sus padres fueron asesinados durante la guerra en un pueblo cerca de Lomza (es una poblaci¨®n polaca en cuyos aleda?os hubo casos reales de asesinatos de jud¨ªos a manos de polacos bajo la ocupaci¨®n alemana). Juntas emprenden el viaje de su vida.
Las dos mujeres sienten una mutua fascinaci¨®n. Un cr¨ªtico polaco compar¨® su relaci¨®n a la de Viridiana y Don Jaime de la pel¨ªcula de Bu?uel. Wanda es dura y experimentada: sabe mucho del amor, del sexo y del miedo. Cuando en la casa del pueblo dice ¡°puedo destrozarte, yo siento cuando alguien me est¨¢ mintiendo¡±, tenemos ante nosotros a la fiscal estalinista. A la sensual Wanda le cautiva la inocencia de Anna, a la que intenta ense?ar c¨®mo, seg¨²n ella, es la vida real.
Viaje al pasado
Con un acertado blanco y negro (es dif¨ªcil imaginar la historia que cuenta con otros colores), Pawel Pawlikowski se enfrenta en Ida a uno de los tab¨²es m¨¢s dif¨ªciles de tratar en Polonia: la persecuci¨®n de los jud¨ªos despu¨¦s del Holocausto. Es un tema extraordinariamente complejo porque este pa¨ªs fue el que m¨¢s sufri¨® durante la II?Guerra Mundial y muchos polacos se jugaron la vida para salvar a sus vecinos jud¨ªos, aunque otros les denunciaron o robaron sus propiedades. Es tema sobre el que se han escrito libros muy importantes, como Shtetl,de la historiadora Eva Hoffman.
Pawlikowski (Varsovia, 1957) emigr¨® a Reino Unido para estudiar y all¨ª desarroll¨® su carrera como cineasta con filmes como Last resort o La mujer del quinto. Ida es tambi¨¦n un viaje vital, porque parte del metraje, el ambiente sobre todo, est¨¢ trazado con sus propios recuerdos de la Polonia comunista. Es un filme bello e inquietante, que cuenta la historia de una joven novicia, Ida (Agata Trzebuchowska) que antes de ordenarse quiere conocer la historia de su familia, un viaje que realiza acompa?ada de una t¨ªa, Agata Kulesza, severa jueza comunista.
Toda la narrativa est¨¢ encerrada en unos encuadres extraordinariamente atractivos. La est¨¦tica de la pel¨ªcula, en blanco y negro, alude a las obras tempranas de Godard y a los cl¨¢sicos de la ¡°escuela polaca¡± que alcanz¨® su momento cumbre a finales de los a?os cincuenta y principios de los sesenta. Las escenas del restaurante provincial y de la banda tocando jazz podr¨ªan encajar perfectamente en Los brujos inocentes de Andrzej Wajda (1960), una pel¨ªcula rodada en el mismo a?o que Dolce vita de Fellini y de la que emana una melancol¨ªa similar. Detr¨¢s de la l¨²gubre y tosca fachada de la Polonia de la ¨¦poca de Gomulka, hay jazz, humo de tabaco y el comienzo de una revoluci¨®n sexual que se introduce lentamente detr¨¢s de la cortina de acero. Desde este punto de vista la pel¨ªcula es una obra maestra que encant¨® a los cr¨ªticos, tanto de izquierdas como de derechas. No sin raz¨®n la pel¨ªcula ha ganado prestigiosos premios en numerosos festivales y, al mismo tiempo, no sin raz¨®n los cr¨ªticos le han reprochado que sus valores est¨¦ticos tapan las lagunas del guion y a los personajes planos y unidimensionales.
Quiz¨¢s la artiller¨ªa m¨¢s pesada en contra de Ida la sac¨® Helena Datner del Instituto Hist¨®rico Jud¨ªo de Varsovia, una de las representantes m¨¢s conocidas de la comunidad jud¨ªa polaca. ¡°En Ida se presenta a la protagonista seg¨²n un esquema muy sencillo: ?qu¨¦ es lo que a los polacos les gustar¨ªa pensar de una jud¨ªa que construye el socialismo de posguerra? Que es una puta y una alcoh¨®lica¡±, dijo Datner al portal de Internet naTemat. ¡°La obra de Pawlikowski desde el punto de vista del mensaje es simplemente mala. Las siluetas de las protagonistas est¨¢n basadas en los estereotipos: de una jud¨ªa que es una puta comunista a la que le pas¨® el Holocausto y de una virgen que lava su origen no cat¨®lico en un convento¡±.
Hay que a?adir que la fiscal estalinista tiene que pagar por sus pecados: en una de las escenas clave de la pel¨ªcula Wanda se suicida. La culpa y el pecado reciben su castigo: un cuento metaf¨ªsico se convierte, si nos asomamos detr¨¢s de la fachada, en una simple alegor¨ªa sobre el bien y el mal. Ida esconde detr¨¢s de una imagen cautivadora un simulacro de profundidad. La feminista y profesora universitaria, Agnieszka Graff, escribe en el peri¨®dico de izquierdas Dziennik Opinii: ¡°La pel¨ªcula est¨¢ llena de s¨ªmbolos y cosas a medio decir que sugieren una profundidad psicol¨®gica y un misterio metaf¨ªsico, pero que no nos aportan nada en concreto sobre los hechos hist¨®ricos¡±. Mientras tanto, el Holocausto y las relaciones entre los polacos y los jud¨ªos despu¨¦s de la guerra ¡ªmuchos polacos estaban convencidos y lo siguen estando en la actualidad de que los jud¨ªos supervivientes del Holocausto participaron mayoritariamente en el establecimiento del comunismo en Polonia¡ª son, como recuerda Graff, un hecho real y doloroso. Como lo son los huesos de los jud¨ªos asesinados por sus vecinos polacos con el permiso y bajo la incitaci¨®n de los alemanes. Como lo son las u?as arrancadas durante los interrogatorios por los verdugos comunistas. En Polonia pervive hasta hoy el estereotipo de ¡°judeocomuna¡± que data de antes de la guerra, la convicci¨®n de que los jud¨ªos, en proporci¨®n desmedida, eran partidarios del comunismo y que, cuando el comunismo lleg¨® al poder, se convirtieron en sus funcionarios. Este es un asunto delicado en Polonia que incluso ahora provoca muchas controversias, siendo tambi¨¦n objeto de investigaciones hist¨®ricas (hace poco se public¨® un libro sobre este tema del soci¨®logo Pawel Spiewak, director del Instituto Hist¨®rico Jud¨ªo).
La pel¨ªcula de Pawlikowski esquiva todas las cuestiones dif¨ªciles y delicadas. Convierte el dolor y el sentimiento de agravio en una atractiva pel¨ªcula-chocolatina.
¡°Pawlikowski se distancia de la pol¨ªtica, pero la pel¨ªcula sobre la novicia jud¨ªa desarrolla un esquema conocido desde hace decenios: en la Polonia cat¨®lica sobre los jud¨ªos se puede hablar (y, por ende, hacer pel¨ªculas) sin ning¨²n problema, siempre y cuando se conviertan al catolicismo o, por lo menos, sean salvados por los cat¨®licos¡±, ironiza Agnieszka Graff en Dziennik Opinii. No existe pues la salvaci¨®n fuera de la Iglesia, y los pecados comunistas reciben un merecido castigo. El director se sirve de unas im¨¢genes preciosas para tapar los agujeros en esta alegor¨ªa sobre el bien y el mal. ?Vale la pena verla? S¨ª, pero no debemos dejar de pensar mientras la estamos viendo.
Adam Leszczynski es historiador y trabaja en el Instituto de Estudios Pol¨ªticos de la Academia de las Ciencias de Polonia. Es tambi¨¦n ensayista y comentarista de Gazeta Wyborcza, donde escribe sobre temas pol¨ªticos y sociales.
Tr¨¢iler de 'Ida'.
Tr¨¢iler de 'Ida'.
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