La tristeza del c¨®mico
Robin Williams se quit¨® la vida en su casa de San Francisco
Quiz¨¢ ahora es f¨¢cil decirlo, pero entre las mil muecas de Robin Williams hab¨ªa una infranqueable: la del hombre de ojos profundamente tristes. La depresi¨®n que, seg¨²n todos los indicios, empuj¨® al actor de Chicago a suicidarse en la madrugada de ayer a los 63 a?os en su casa de San Francisco, le acechaba desde hac¨ªa a?os. Williams se suma as¨ª al tr¨¢gico sino de tantos c¨®micos: la capacidad de hacer re¨ªr a todos menos al tipo que vigila desde detr¨¢s del espejo. La velocidad mental, el ingenio, la burla y los chistes boicoteados por un tozudo espectador: uno mismo. Williams, que cargaba con la losa de una fuerte adicci¨®n al alcohol y las drogas, de las que habl¨® abiertamente en m¨¢s de una ocasi¨®n, se suma as¨ª al fatal mito de la famosa aria (Vesti La Giubba) de Ruggero Leoncavallo inmortalizada por Caruso y dedicada a la peor de las tristezas: la del payaso.
Mara Buxbaum, la representante del actor, apuntaba la causa del suceso: ¡°Ha estado luchando contra una severa depresi¨®n¡±. En el mes de julio, incluso hab¨ªa estado ingresado. En 2006 ya hab¨ªa pasado por otra fuerte crisis. Williams, hijo de un ejecutivo de la industria del autom¨®vil, no fue un chico popular sino solitario y gordinfl¨®n. Las famosas mil caras del histri¨®nico actor, su talento para transformarse en cualquiera a trav¨¦s de su voz y m¨ªmica, probablemente nacieron en esos a?os en los que no le quedaba m¨¢s remedio que inventarse a los dem¨¢s en su cuarto de juegos. Ten¨ªa un talento innato para hacer re¨ªr, tambi¨¦n para un humor parad¨®jico: blanco e irreverente. La mejor diana, muchas veces, era su propia sombra.
Esa misma sombra que ha acechado a tantos genios de la comedia: de Lenny Bruce (acosado por las autoridades y fundido a los 36 a?os por una sobredosis de morfina) a John Belushi, amigo de trincheras de Williams desde la juventud de ambos en Chicago hasta el mismo d¨ªa de la muerte de Belushi, el 5 de marzo de 1982, cuando Williams y Robert de Niro, seg¨²n recuerda Bob Woodward en su libro Como una moto. La vida galopante de John Belushi, se sumaron a la fiesta terminal del bungal¨® 3 del Chateau Marmont. Belushi cay¨® en combate mientras que a Williams le toc¨® la responsabilidad de seguir viviendo. La muerte de su amigo fue un aviso a navegantes que le llev¨® directo a su primera cura de desintoxicaci¨®n.
La maldici¨®n del payaso, dicen. Esa que ¡ªcon variantes y matices m¨¦dicos¡ª afecta a c¨®micos de todas las generaciones. John Cleese, Jim Carrey, Ruby Wax, Dave Chapelle, Hugh Laurie, Stephen Fry, Jonathan Winters o Richard Pryor, por solo citar a algunos que han reconocido sus problemas psicol¨®gicos. No solo humoristas: Jon Hamm (Mad men) ha hablado abiertamente de la depresi¨®n que sufri¨® tras la muerte de su padre y Catherine Zeta- Jones de sus problemas con la bipolaridad. Genios como los de Michael Jackson, Heath Ledger o Phillip Seymour Hoffman encontraron en las drogas ese ¨²ltimo momento de paz para un sue?o que les era dif¨ªcil de conciliar con su talento. Otros, m¨¢s afortunados, como Robert Downey Jr., han sabido rehacerse y encontrarse. Incluso hombres de la talla de Charles Chaplin y Buster Keaton admitieron en su d¨ªa ser v¨ªctimas de insoportables bajones emocionales. ¡°Para hacer re¨ªr de verdad tienes que ser capaz de coger tu dolor y jugar con ¨¦l¡±, reconoci¨® Chaplin apuntando hacia la idea nada gratuita del permanente estado de fragilidad de un comediante. Como dijo Arsenio Hall ¡ªuno de los c¨®micos a los que imit¨® Robin Williams en Aladdin¡ª ¡°el humor nace del dolor¡±.
La muerte de su amigo John Belushi fue un aviso a navegantes que le llev¨® a su primera cura de desintoxicaci¨®n
Algo que el British Journal of Psychiatry tradujo este a?o de forma algo quir¨²rgica cuando indic¨® que los c¨®micos presentan m¨¢s trazos de lo normal de una personalidad psic¨®tica. Evidentemente, no quiere decir que todos lo sean, pero s¨ª que muchos padecen trastornos de personalidad.
Lo ha descrito el brit¨¢nico Stephen Fry, diagnosticado bipolar a los 37 a?os y autor de The Manic Life of Manic Depresive. O Spike Milligan, otro humorista brit¨¢nico, autor de libros y documentales sobre la depresi¨®n. Milligan lleg¨® a afirmar que el talento de un c¨®mico es a la vez ¡°un regalo y una maldici¨®n¡±. Algo que la australiana Felicity Ward ha llevado m¨¢s lejos al convertir su lucha contra la depresi¨®n y el alcoholismo en un mon¨®logo que pasea por los escenarios de los clubes de la risa.
"La coca¨ªna me echaba el freno, me daba calma", dec¨ªa el actor
Lo cierto es que hay algo excesivo y autodestructivo en muchos malabaristas de la risa. Esa maldici¨®n que provoc¨® a mediados de los ochenta la voz de alarma de James Masada, el fundador del Laugh Factory, la sala en la que debutaron muchos de los grandes c¨®micos que luego triunfaron en Hollywood. Desde la p¨¢ginas de Los Angeles Times, Masada advert¨ªa del gran n¨²mero de ca¨ªdos que siguieron a la sobredosis de Belushi y que culmin¨® el d¨ªa en que Richard Pryor se prendi¨® literalmente fuego en un grotesco cap¨ªtulo que no qued¨® claro si estaba provocado por un intento de suicidio o por un empacho de coca¨ªna. Ahora Masada recuerda a Williams como esa persona que ¡°estaba siempre interpretando a un personaje¡±, al que nunca conoci¨® de verdad a pesar de ser su amigo durante 35 a?os.
Y otra vez las mil caras de un c¨®mico (¡°me encant¨® el Robin sobrio. Apreci¨¦ verle m¨¢s calmado y m¨¢s centrado cuando rodamos Dos canguros muy maduros¡±, recordaba ayer en Facebook Rita Wilson, actriz y amiga de la familia Williams) que en esa feroz batalla por conocer su verdadero rostro fue el ¨²nico capaz de hacer re¨ªr a Christopher Reeve tras la depresi¨®n que le provoc¨® el accidente que le dej¨® completamente paralizado. Compa?eros de habitaci¨®n durante los a?os de estudios de arte dram¨¢tico, Robin se volc¨® con la enfermedad de su amigo, puso dinero para su fundaci¨®n y para sus car¨ªsimos tratamientos. La muerte en 2004 de Reeve fue otro duro mazazo. Williams nunca lleg¨® a superar la desaparici¨®n de otro amigo. La sombra volv¨ªa al ataque.
Pese al desenlace final ser¨ªa injusto negarle al actor su capacidad de lucha. No ocult¨® sus problemas (¡°la coca¨ªna se convirti¨® en mi escondite, la mayor parte de la gente busca en la coca¨ªna un subid¨®n. En mi caso, me echaba el freno, me daba calma¡±), brome¨® con sus debilidades, puso humor y distancia, super¨® una operaci¨®n de coraz¨®n y varios fracasos familiares. The New York Times aseguraba en una de sus ¨²ltimas entrevistas que ahora era un hombre m¨¢s introspectivo, m¨¢s tranquilo y que valoraba mejor las cosas peque?as. Pero no es f¨¢cil hacerse mayor. Tampoco lo es dominar a tu d¨ªscola sombra. Todos, Williams tambi¨¦n, olvidamos con demasiada frecuencia la advertencia de J. M. Barrie al describir esa cualidad ¨²nica del peque?o Peter Pan (ese personaje con quien tanto gusta comparar al actor estadounidense y cuya imposible madurez retrat¨® en Hook, de Steven Spielberg). Y es que por mucho que lo deseemos, absolutamente todos los ni?os ¡°excepto uno¡± acaban creciendo.
Babelia
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