?Qui¨¦n defiende ya a Julian Assange?
El documental ¡®We steal secrets¡¯ revela el ascenso y ca¨ªda del fundador de Wikileaks
Wikileaks no habr¨ªa existido sin Julian Assange y ¨¦ste no ser¨ªa el hacker m¨¢s famoso sin Wikileaks. El documental We Steal Secrets, que esta noche estrena Canal + (00.10) tras la emisi¨®n del filme El quinto poder (22.00), tambi¨¦n centrado en la figura de Assange, retrata el ascenso de la organizaci¨®n y su escurridizo creador a la escena internacional a golpe de filtraciones exclusivas que sacudieron la actualidad. No es una obra de grandes respuestas, sino una de interrogantes, las dudas ¨¦ticas que plante¨® Wikileaks con cada revelaci¨®n, las mismas que quedan cuatro a?os despu¨¦s, con una organizaci¨®n mermada y recluida a los rincones de Internet desde los que nos sorprendi¨®.
No habr¨ªa Wikileaks sin Assange, ¡°un anarquista humanitario, una especie de revolucionario como John Lennon, que sue?a con un mundo mejor¡±, como le define Robert Manne, profesor de ciencias pol¨ªticas en la Universidad La Trobe de Melbourne. El director del documental, Alex Gibney, le da la palabra despu¨¦s al protagonista: ¡°Me gusta aplastar a los bastardos¡±. Muy lejos de la entrega de su autor Enron, los tipos que estafaron a Am¨¦rica, recopila con detalle la trayectoria de Assange y de sus colaboradores en diferentes pa¨ªses y organizaciones. Todos ellos coinciden al principio en la brillante idea detr¨¢s de Wikileaks. Despu¨¦s, despechados o decepcionados, critican duramente al creador por el que minutos antes sonre¨ªan.
Wikileaks entr¨® en la escena de los grandes medios de comunicaci¨®n en 2010 cuando public¨® un v¨ªdeo en el que el Ej¨¦rcito estadounidense acaba con la vida de doce personas en Irak, dos de ellas trabajadores de Reuters. La agencia de noticias hab¨ªa solicitado la grabaci¨®n al Pent¨¢gono, sin conseguirla. Wikileaks la public¨® en Internet.
Revelaciones como ¨¦sta ganaron al grupo el beneficio de la duda entre los medios. El brit¨¢nico The Guardian, The New York Times de Estados Unidos, EL PA?S en Espa?a y Der Spiegel en Alemania, entre otros, colaboraron en series como la publicaci¨®n de los papeles del Departamento de Estado, que abrieron una ventana a los secretos de la diplomacia internacional, y los Documentos de la Guerra. ?sta ¨²ltima entrega revelar¨ªa como EE UU cedi¨® detenidos a las fuerzas iraqu¨ªes a pesar de que conoc¨ªa la pr¨¢ctica de tortura en sus prisiones. Pero con cada revelaci¨®n aumentaron las preguntas sobre la legalidad de sus actuaciones y las verdaderas motivaciones de Wikileaks.
Assange eligi¨® la capital de EE UU para sacar a la luz el v¨ªdeo con la muerte de los fot¨®grafos de Reuters. Golpe¨® en el coraz¨®n de la libertad de expresi¨®n. Y sus guardianes prepararon la respuesta. Como explica el veterano periodista de The Guardian Nick Davies, la Casa Blanca fabric¨® una contestaci¨®n y cuaj¨®: si las revelaciones de Wikileaks provocaban muertes en el terreno, Assange se habr¨ªa manchado las manos de sangre.
La frase, repetida una y otra vez por miembros del gobierno en televisi¨®n, respond¨ªa en realidad a una de las cuestiones que Wikileaks plante¨® de manera tan agresiva al comienzo de esta d¨¦cada y que Gibney deja sin responder: ?Cu¨¢ntos secretos debe guardar un estado? ?Cu¨¢l es el l¨ªmite de la transparencia?
Dirigido por Alex Gibney, no ofrece respuestas, sino preguntas
La historia de Wikileaks es la de un grupo de hackers que, aprovechando algunos de los agujeros que dejan las millones de conexiones en Internet, lograron revelar pr¨¢cticas, estrategias y actuaciones de gobiernos como el de EE UU. Pero esa historia no existir¨ªa, como reconoce P.J. Crowley, portavoz del Departamento de Estado durante el primer mandato de Obama, sin el 11-S. ¡°Producimos m¨¢s secretos que nunca antes en la historia de la humanidad¡±, a?ade Bill Leonard, conocido como el zar de la clasificaci¨®n de documentos de la Administraci¨®n Bush. ¡°Y a¨²n as¨ª no hemos sido capaces de adaptar nuestra capacidad de controlarlos¡±.
Los atentados multiplicaron la cantidad de documentos que son declarados como ¡°secretos¡± ¡ªde 8 a 76 millones cada a?o despu¨¦s de 2001¡ª pero tambi¨¦n cu¨¢ntos son compartidos entre diferentes ramas del Gobierno. Su viaje por la red les hace especialmente vulnerables, como en esta historia le ocurre a su segundo protagonista, el soldado Bradley Manning ¡ªahora Chelsea Manning¡ª, condenada a 35 a?os de prisi¨®n por robar miles de documentos de las bases de datos del Ej¨¦rcito de EE UU.
No falta tampoco Adrian Lamo, el hacker que le delat¨® y cuyas conversaciones con Manning sirven de gu¨ªa para la narraci¨®n del documental que estuvo nominado a un premio BAFTA, ni los ¨²ltimos colaboradores que tuvieron que firmar con Assange un pacto de confidencialidad bajo amenaza de multa millonaria. Un pacto secreto en una organizaci¨®n que naci¨® en defensa de la transparencia. Esa es la contradicci¨®n de un personaje cuya carrera ha girado en torno a la revelaci¨®n de aquello que el poder quiere ocultar ¡ªGibney le atribuye haber provocado las revueltas de la Primavera ?rabe¡ª y que ahora vive recluido en la embajada de Ecuador en Londres.
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