Reescribir la historia en televisión
Una tendencia en auge en las series es recrear épocas lejanas en el tiempo
Mucho se habla de la edad de oro de la televisión. Pero se puede ser todavía un poco más preciso y hablar de la gran era televisiva de los dramas históricos serializados. “Ya sabes, en televisión como en cualquier otro medio, las modas son cíclicas”, recordó a este diario la escritora Diana Gabaldon, responsable de la saga Outlander (Forastera), ahora convertida en una serie de televisión que ha sido descrita como el Downton Abbey de la Escocia del siglo XVIII. Un vistazo por la programación estadounidense demuestra que esta vez el ciclo ha llegado con toda su fuerza al campo de las recreaciones históricas. Además de las dos series de época citadas, el espectador puede viajar a tiempos más cercanos como los a?os sesenta de Mad Men o los mundos de Masters of Sex o Manhattan, el primero siguiendo la vida y milagros de esos pioneros en el estudio del sexo que fueron William Masters y Virginia Johnson y la segunda centrada en los científicos del proyecto Manhattan y la fabricación de la primera bomba nuclear.
En algunos casos el entretenimiento prima sobre la exactitud
Del mismo modo, hay series que llevan al espectador mucho más lejos en el tiempo, como Vikingos, Da Vinci’s Demons, Spartacus, Los Borgia o Los Tudor. Y otras simplemente escogen a su sujeto central, ya sea el due?o de los principales almacenes comerciales de Londres, el mago más popular de la historia o el padre de James Bond, y serializan la que quizá fue su vida en Mr. Selfridge, Houdini o Fleming, respectivamente. Los que antes no habrían sido más que telefilmes biográficos son ahora miniseries o, más aún, series con un arco que abarca varias temporadas.
Esos mundos a los que recurren parecen lejanos pero, en realidad, están en este. “Son historia reales pero en las que queda mucho espacio para la creatividad. Conocemos los hechos pero no quiénes son los seres humanos que los conectan, sus emociones, sus pensamientos", explica Michelle Ashford, responsable de Masters of Sex y otros trabajos en los que se junta historia y ficción, como The Pacific o John Adams. En su caso, Masters of Sex está basado en más de cien horas de entrevistas recogidas en el libro de Thomas Maier. Pero, como explican sus protagonistas, Michael Sheen y Lizzy Caplan, sigue siendo una vida llena de misterios. “Y nuestra labor es saber lo que pasó en sus vidas”, comenta el primero, “aunque todos sepamos el final o podamos mirarlo a golpe de Wikipedia”, a?ade Caplan. Ashford ve “a?os de historia” en la vida de sus dos protagonistas, traducibles al menos en cinco temporadas y donde confluyen no sólo sus estudios en la sexualidad sino la historia del feminismo, las tensiones raciales del siglo XX y la relación personal de los protagonistas.
Otros dramas históricos están menos preocupados con la exactitud de su periodo histórico y prestan más atención al factor entretenimiento. De ahí que el guionista y showrunner David S. Goyer prefiera utilizar el término “fantasía histórica” para describir su serie, DaVinci’s Demons. “Reflejo el espíritu pero recontextualizo la historia”, explica de su labor convirtiendo a Leonardo da Vinci en un héroe moderno. Sin embargo la presencia de un Da Vinci joven, con cazadora de cuero al que sólo parece faltarle la moto y que a lo largo de la serie coincide con el conde Drácula (Vlad el empalador) o vive en un mundo donde los guardas visten unos sombreros demasiado parecidos a los tricornios de la guardia civil ha creado cierta controversia. A Goyer no parecen preocuparle estas minucias. “No estoy haciendo un docudrama y, por mucho que sepamos de la historia, es más lo que no sabemos. Y esos vacíos son oro puro en manos de los guionistas porque nos dan licencia creativa para imaginarnos cómo podría haber sido”, a?ade. A juzgar por la renovación de su serie por una tercera temporada, al público tampoco parece preocuparle esta reescritura de la historia.
El precio de una moda
Muchas series se valen de la reconstrucción de la historia para acercarnos a otros mundos, una tendencia que se ha ido extendiendo en los últimos tiempos. Las razones de este gusto adquirido son muchas. A simple vista parece una reacción al éxito cinematográfico de tramas cada vez más separadas de la realidad, presente o pasada. Un gusto facilitado por ese mayor acceso que tiene ahora la televisión como medio a decorados y efectos digitales que permiten una reconstrucción fidedigna y costumbrista del pasado.
Sin embargo, no se trata de un gusto barato, como demuestran los 9,8 millones de euros por episodio que cuesta la serie Manhattan, pero se puede pagar si la audiencia es buena. Y el éxito de sagas como Juego de tronos así lo han demostrado. No es que la barbarie de las novelas de George R.?R. Martin sea parte de la historia que conocemos, pero sí lo es la fuente de la que bebió, la llamada guerra de las rosas de la Inglaterra del siglo XV. "La idea es llevar a la audiencia a otros mundos que desconocían", explicó a este diario Ron Moore, máximo responsable de la serie Outlander.
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