El ¡®walkman¡¯ nos hizo ¡®crusoes¡¯
El hombre moderno es una isla. Comenzamos eliminando a los vecinos. Salimos despavoridos escalera arriba cuando entran en el portal, les esquivamos en el descansillo y si es preciso aguardamos en silencio detr¨¢s de la puerta, escudri?ando por la mirilla hasta que estamos seguros de que cogen el ascensor. No digamos si un d¨ªa se les ocurre tocar nuestra puerta. Apagamos las luces y procuramos no hacer ruido hasta que se aburren y se van. De los parientes nos molestan por igual sus celebraciones (bodas, bautizos, comuniones y funerales) y sus desdichas.
Vivimos cada vez m¨¢s en s¨ª mismos, cediendo una peque?a ¨¢rea com¨²n, un punto de encuentro solo a nuestros imprescindibles: padres, hijos y alg¨²n amigo, si es que nos ha favorecido la fortuna. Y a¨²n a estos les ponemos cercas, recelamos de su roce, de su ch¨¢chara, de que vengan a rumiarnos la oreja con sus peripecias.
Los soci¨®logos achacan este aislamiento a los m¨¢s variados motivos: al modelo productivo, al descr¨¦dito de las religiones y las ideolog¨ªas, al fin del modelo tradicional de familia, a la tecnificaci¨®n de la sociedad¡ Yo, que suelo rehuir de las grandes explicaciones, creo que la culpa de este repliegue sobre nuestros ombligos la tiene el walkman. S¨ª, como lo oyen, aquel aparato de mini-cassettes con auriculares de esponja que se colgaba a la cintura cuando el running se llamaba footing y la gente corr¨ªa con bambas.
Aquel invento diab¨®lico acab¨® con el hombre gregario, familiar y participativo. Al tapar los o¨ªdos y dotar por primera vez de movilidad a un aparato de m¨²sica, convirti¨® a los paseantes en mel¨®manos eremitas. Ten¨ªamos la excusa perfecta para ignorar al semejante. ¡°Perdona, es que llevo el walkman a todo volumen¡±, dec¨ªamos incluso cuando estaba apagado. Nos dimos cuenta, de repente, que era muy f¨¢cil ser insociable porque el walkman nos disculpaba de cruzar unas palabras de cortes¨ªa con el vecino con el que nos cruz¨¢bamos en la calle o el parque. Bastaba un saludo r¨¢pido y protocolario con la mano o con la cabeza, y seguir a lo nuestro al ritmo de la m¨²sica.
No crean que es una teor¨ªa m¨ªa disparatada. Cuando finalmente Sony se decidi¨® a comercializarlo en 1979 encarg¨® a un grupo de sic¨®logos un estudio de campo porque le preocupaba las consecuencias que pod¨ªa tener sobre la sociabilidad de los usuarios. Dicen las malas lenguas que aquel informe fue tan demoledor que los japoneses lo enterraron en su caja fuerte m¨¢s blindada. Prefirieron vender millones de walkman y condenar a la humanidad a su r¨¢pida disoluci¨®n.
Hay quienes incluso apuntan a la teor¨ªa conspiratoria: una confabulaci¨®n mundial para empujarnos al individualismo m¨¢s feroz y desactivar futuras revoluciones. Los dem¨¢s aparatos que vinieron despu¨¦s (mp3, smartphones, tabletas¡) son solo suced¨¢neos que ayudaron a rematar la faena. El aut¨¦ntico origen del individualismo feroz fue el chisme que inventaron Akiro Morita o Andrea Pavel, porque su invenci¨®n result¨® tan sat¨¢nica que ni siquiera se ponen de acuerdo en la paternidad. Pase lo que pase, moriremos con los cascos puestos.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.