La gacela salt¨® la alambrada
Pen¨¦lope Cruz es esa chica inalcanzable que puedes encontrar en cualquier supermercado
Deben de ser incontables las criaturas que han sido engendradas gracias a una canci¨®n de Joan Manuel Serrat. Muchas parejas enamoradas solo necesitaban el impulso de su voz para empatarse los cuerpos hasta el fondo sin pensar en las consecuencias. Pudo suceder al final de un verano. Eduardo Cruz, concesionario de coches, y Encarnaci¨®n S¨¢nchez, peluquera, una noche de s¨¢bado tal vez pusieron la canci¨®n Pen¨¦lope de Serrat y se amaron dej¨¢ndose llevar. La consecuencia fue una ni?a, que naci¨® en Alcobendas el 28 de abril de 1974 y fue llamada Pen¨¦lope en su honor.
La ni?a tra¨ªa genes extreme?os y andaluces, muy raciales, y al final de los ochenta era ya una adolescente de cuerpo peque?o muy bien fabricado, de boca grande y ojos como de un bello animal que habremos visto en alg¨²n reportaje de la sabana en National Geographic y guardamos en el inconsciente. En un tiempo en que este pa¨ªs parec¨ªa haber descubierto la ruta socialista hacia la felicidad, el todo a cien, las chavalas como Pen¨¦lope ya sab¨ªan que en esta vida, si has nacido en una familia media sin m¨¢s, hay que curr¨¢rselo mucho para alcanzar tus sue?os.
La Pen¨¦lope de la Odisea se conform¨® con hacer una calceta interminable a la espera de que llegara su h¨¦roe a casa. Pen¨¦lope Cruz supo desde el primer momento que a Ulises hay que salir a encontrarlo en medio de la tormenta. Al final de los a?os ochenta, en las ciudades de Espa?a ya se ve¨ªa a jovencitas como ella cargadas con estuches de cualquier instrumento musical en la espalda camino del conservatorio. Hay que imaginar a Pen¨¦lope Cruz con el ce?o obcecado dispuesta a machacarse lo que hiciera falta con tal de conseguir su prop¨®sito, consciente de que nadie le iba a regalar nada. Estudi¨® ballet cl¨¢sico, baile espa?ol y jazz mientras se presentaba a todos los casting posibles de pel¨ªculas y anuncios publicitarios. La doble explosi¨®n de esta chica, que era a la vez t¨ªmida y brava, se produjo en 1992. Bigas Luna la ofreci¨® al p¨²blico como una bomba carnal en Jam¨®n, jam¨®n; en cambio Fernando Trueba le dio el papel de adolescente ingenua en la pel¨ªcula Belle ¨¦poque, una comedia republicana arom¨¢tica de sexo libre con lavanda.
Pen¨¦lope Cruz, en la imaginaci¨®n sentimental de los espa?oles, es ese raro ejemplar de gacela que ha saltado la alambrada y ha escapado del coto. Despu¨¦s de triunfar en una pel¨ªcula de Almod¨®var, que hab¨ªa ganado un Oscar, un d¨ªa apareci¨® aposentada en Hollywood. A partir de ah¨ª al director manchego se le escap¨® de las manos. Almod¨®var hab¨ªa sabido estrujarla extrayendo de su alma lo que pod¨ªa tener de monja, de cocinera, de perdularia, de chica de barrio; Fernando Trueba volvi¨® a convertirla en un icono nacional con La ni?a de tus ojos, pero la gacela, al saltarse la barda, pas¨® a ser una gran pieza, a cobrar por otros cazadores internacionales con mira telesc¨®pica desde Los ?ngeles. Muchos aqu¨ª deseaban que la estrella se estrellara. Lo de siempre, la envidia y la c¨®lera del espa?ol sentado, pero al final hubo que perdonarle el ¨¦xito al demostrar que hab¨ªa llegado a la cima de la escalada gracias solo a su talento y su empe?o.
Pasado ya el segundo milenio, la fiesta econ¨®mica desbaratada y los terrores escatol¨®gicos en nuestro pa¨ªs estaban compensados por el triunfo de unos deportistas que obligaban a izar la bandera espa?ola en todos los cajones, m¨¢s all¨¢ del imperio de Manolo el del Bombo. Pen¨¦lope era la hembra hisp¨¢nica que se sum¨® por derecho propio a la fascinaci¨®n de Rafa Nadal, de Pau Gasol, de Fernando Alonso. Debajo de cualquier deportista de ¨¦lite hay un duro entrenamiento, una profesionalidad sin fisuras, un sacrificio heroico, porque cualquier triunfo se erige siempre sobre la asc¨¦tica. Esa es la sensaci¨®n que daba Pen¨¦lope Cruz. Su extremada sensualidad estaba sometida a un ejercicio inmisericorde de voluntad. No era solo esa chica latina que en Hollywood ocupa la cuota para hacer de india o de mexicana; tampoco era esa morena ex¨®tica que enamora a galanes rubios anglosajones. Se emparej¨® con Tom Cruise, trabaj¨® con los mejores actores de Hollywood, pero finalmente el glamour definitivo le lleg¨® cuando fue consagrada por Woody Allen con un Oscar, el primero de una actriz espa?ola. Otra nominaci¨®n, Globos de Oro, un premio Donatello, varios goyas, paneles publicitarios de veinte metros en Times Square de Nueva York, portadas en Vanity Fair, todos los dones que el mundo del espect¨¢culo internacional te pueda dar estaban a su alcance.
Pen¨¦lope Cruz, en la imaginaci¨®n de los espa?oles metidos de lleno en el lodazal de la corrupci¨®n y de la crisis, es esa chica inalcanzable que puedes encontrar en cualquier supermercado; esa mezcla de proximidad y lejan¨ªa sigue siendo su marca, por un lado extremadamente er¨®tica, capaz del sexo m¨¢s t¨®rrido y por otro recatada, vegetariana y natural.
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