La ver¨¢s condenada al ¨¦xito
Puede que la fama llegue a inundarla, pero Adriana Ugarte no ser¨¢ de esas actrices que flotan porque est¨¢n vac¨ªas
El caldo de cultivo que convirti¨® a Adriana Ugarte en una excelente actriz puede que estuviera formado por una memoria familiar. Adriana es sobrina nieta de Eduardo Ugarte, un escritor, escen¨®grafo, guionista, director de cine, amigo y colaborador de Luis Bu?uel y de Garc¨ªa Lorca, casado con una hija de Carlos Arniches, fundador de la Alianza de Intelectuales Antifascistas durante la guerra, exiliado y muerto en M¨¦xico. En casa de Adriana puede que hubiera sobre alg¨²n aparador una foto enmarcada en la que Lorca y Ugarte aparecen con mono de trabajo al pie de un cami¨®n de La Barraca, cargado con decorados, cuando iban por los pueblos de Espa?a representando el teatro cl¨¢sico.
La cultura y la educaci¨®n se adquieren por inmersi¨®n. Un gen de primera calidad, cultivado en el ambiente de la Residencia de Estudiantes, indujo a la ni?a Adriana a creer que la cultura es un postre que se degusta solo con la conversaci¨®n inteligente, llena de referencias, recuerdos y experiencias literarias y art¨ªsticas. Al final imaginas que Tolstoi o John Ford son unos lejanos parientes que cualquier d¨ªa encontrar¨¢s compartiendo ese postre en la sobremesa.
El padre de Adriana es magistrado, la madre abogada y escritora, el hermano m¨²sico y abogado. Ella de ni?a era la peque?a payasa inevitable en las fiestas familiares, la encargada de recitar alg¨²n poema en un cumplea?os, que iba creciendo muy desenvuelta e inquieta, pero sin romper un plato. A¨²n hoy, en medio de la locura del ¨¦xito y de la fama, esta actriz siempre parece bascular entre la quinta marcha y el freno de mano. La buena educaci¨®n le impide pasarse de la raya, hacer el rid¨ªculo o cometer cualquier torpeza. Como toda adolescente que se cr¨ªa en el exclusivo coto de una minor¨ªa selecta orteguiana, alumna del colegio del Pilar, hizo lo que le correspond¨ªa: aprender piano, danza, flamenco, ingl¨¦s, canto, interpretaci¨®n y sacar buenas notas para desembocar en la universidad. Adriana se matricul¨® en Filosof¨ªa y Letras, pero frente al horizonte severo de la licenciatura de Filolog¨ªa Germ¨¢nica que se cern¨ªa sobre ella como una amenaza, se iban imponiendo los fantasmas delicuescentes de la far¨¢ndula con el don de la bohemia. Su llegada al mundo del cine fue un hecho tan natural como el c¨¢ntaro que va a la fuente sin tener que romperse. En este caso no hubo quebrantos ni graves distorsiones familiares. ¡°Si te gusta, adelante. Cuando te canses o te des cuenta de que ser una buena actriz te exige demasiado esfuerzo, o simplemente descubres que no tienes talento, lo dejas y te haces fil¨®loga¡±, le dijeron en casa.
En medio de la locura del ¨¦xito, esta actriz siempre parece bascular entre la quinta marcha y el freno de mano
As¨ª se fabrica una criatura libre. Todo es cuesti¨®n de suerte, por ejemplo, haber nacido en 1985 cuando en la sociedad espa?ola apenas quedaban adherencias de la oscuridad del franquismo. Despertar a los sentidos en medio de la libertad que te ha sido regalada sin esfuerzo por tu parte te libera el alma de cualquier m¨¢cula de culpa y te hace a la vez inocente y desinhibida. En nuestro pa¨ªs los adolescentes cruzaron el paralelo del segundo milenio sin m¨¢s terrores que los propios de la pubertad. Los sue?os felices de una econom¨ªa enloquecida, que a¨²n no hab¨ªa reventado las costuras, fueron iluminados por las Torres Gemelas ardiendo. Los j¨®venes no necesitaban de ninguna movida para reconocerse. La naturalidad, la audacia y la gracia irresponsable eran los regalos de la vida. La asc¨¦tica consist¨ªa en machacarse en el gimnasio; y el m¨¢ximo placer, amarse entre dos coches aparcados en la madrugada del s¨¢bado.
Adriana debut¨® a los 16 a?os en Mala Espina, un corto de Bel¨¦n Mac¨ªas. Su primer largometraje, Cabeza de perro, lo rod¨® con 20 a?os y fue nominada para los premios Goya como actriz revelaci¨®n. En las pel¨ªculas Castillos de cart¨®n, Lo contrario del amor y Combusti¨®n, su talento comenz¨® a ser p¨²blicamente reconocido, pero el caso de Adriana Ugarte es singular: por un lado era secretamente admirada como una actriz de culto y de pronto se produjo la explosi¨®n popular a trav¨¦s de la televisi¨®n.
Hasta no hace mucho en el mundo del espect¨¢culo reg¨ªa un principio nefasto. La televisi¨®n recog¨ªa el final de la vida de actores acabados. Aunque se tratara de un bodrio humillante ellos lo aceptaban como un modo de subsistencia. Hoy las series de televisi¨®n miden el verdadero talento de los artistas. La peque?a pantalla los descubre, los consagra y el cine se deja premiar despu¨¦s por su fama. Adriana Ugarte es un paradigma estelar del nuevo sistema. Sus papeles de protagonista en dos series famosas de televisi¨®n, La se?ora y El tiempo entre costuras, han hecho de esta actriz un ejemplo de c¨®mo el talento no se puede esconder y acaba por imponerse y hacer olvidar todo lo dem¨¢s. Puede que la fama llegue a inundarla, pero Adriana Ugarte no ser¨¢ de esas actrices que flotan porque est¨¢n vac¨ªas. Da la sensaci¨®n de que en ¨²ltimo extremo siempre encontrar¨¢, dentro o fuera, algo muy firme en que agarrarse.
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