Literatura televisada
Los 'showrunners', autores de series, se consolidan como escritores de una nueva forma literaria. As¨ª hablan de su oficio
Carlton Cuse, el creador junto a Damon Lindelof de Perdidos, todav¨ªa recuerda su paso por Madrid para dar una clase magistral. "Se me acerc¨® un alumno y me cont¨® que se hab¨ªa encerrado con una bolsa de mar¨ªa y toda la serie,y as¨ª la vio completa. Hab¨ªa sido otra lectura", dice ri¨¦ndose al comentar esa otra experiencia. Lo de menos en esta an¨¦cdota jocosa es la marihuana, el productor ejecutivo y guionista se refiere a esta historia para hablar de "la experiencia" en la que se ha convertido el medio televisivo: "Vivimos en una era en la que las series tienen una vida que no ten¨ªan antes. Ha habido una evoluci¨®n en el medio, se consume de otro modo, como una historia completa, y a tu propio ritmo. Por eso creo que las series son los nuevos libros, una nueva forma de literatura", dice para resumir un sentimiento que ba?a la llamada edad de oro de la televisi¨®n.
?Esta misma idea de la nueva literatura televisada la comparten tanto el p¨²blico como la cr¨ªtica, pero sobre todo los autores, los creadores o showrunners, t¨¦rmino por el que se les conoce en ingl¨¦s y que engloba el trabajo como escritor, productor y en algunos casos hasta como director. "Es el mejor trabajo: a¨²na las labores de producci¨®n, con el manejo de toda la serie, pero ante todo est¨¢ la escritura", detalla Lindelof, pareja creativa de Cuse en Perdidos. "Disfrutamos de un modelo que nos permite hacer lo que hasta ahora las novelas han hecho a la perfecci¨®n: contar historias largas, con personajes s¨®lidos, y un arco dram¨¢tico cambiante, algo que Dickens hac¨ªa muy bien. Este es un estilo al que hemos vuelto", explica Elwood Reid, showrunner de la serie The Bridge.
El punto de inflexi¨®n en la transformaci¨®n que ha experimentado la llamada caja tonta hasta convertirse en una nueva literatura lleg¨® hace diez o quince a?os. No hay una fecha exacta, pero s¨ª un nombre: el de David Chase y su drama televisivo, Los Soprano. Antes hubo series que hicieron historia, como Canci¨®n triste de Hill Street o Twin Peaks. Y a principios de los noventa tambi¨¦n destacaron nombres como el de J.?J. Abrams o el de Joss Whedoncon series como Alias o Buffy cazavampiros. Pero Los Soprano, adem¨¢s de marcar el comienzo de la edad de oro, cambi¨® la forma de narrar, acerc¨¢ndose m¨¢s a lo que conocemos como literatura. "No hay duda de que, tanto en el desarrollo de los personajes como en el de las historias, la televisi¨®n de la ¨²ltima d¨¦cada est¨¢ muy por encima de lo que puedes ver en cine", constata Nic Pizzolatto, novelista y autor de True detective. No es el suyo el ¨²nico caso de novelista-guionista: Dennis Lehane, uno de los grandes de la literatura negra, es adem¨¢s productor y guionista de Boardwalk Empire. Como dice Jodie Foster, la actriz que ha dirigido algunos episodios de House of Cards y Orange is the new black, la televisi¨®n actual es un nuevo universo especialmente atractivo porque en ¨¦l es la historia lo que cuenta. ¡°Ann Biderman es ante todo y sobre todo una escritora¡±, subraya el actor Liev Schreiber sobre la creadora de Ray Donovan, otra de las series que ha destacado por el inteligente uso de las palabras.
Algo en lo que coinciden todos los showrunners ¡ªya sea Michelle Ashford, creadora de Masters of sex; Ronald D. Moore, al frente de Outlander, o Matthew Weiner, autor de Mad Men¡ª es en que se describen como escritores. Son un grupo de autores unidos por un uso particular de las palabras, que expresan a trav¨¦s de im¨¢genes, y para quienes la regla de oro es "seguir lo que est¨¢ escrito", no separarse del guion. "Yo te llegar¨ªa a decir que la televisi¨®n es el mejor teatro que se puede ver en la actualidad", a?ade otro de los creadores entrevistados por Babelia, el reverenciado Aaron Sorkin, guionista y dramaturgo adem¨¢s de showrunner de series como The Newsroom o El ala oeste de la Casa Blanca.
El espacio donde afloran las diferencias es en el proceso creativo. Por ejemplo, para Sorkin lo fundamental es el ritmo, el di¨¢logo. Se considera un p¨¦simo narrador, pero sus di¨¢logos fluyen como si fueran m¨²sica. Y, como buen escritor, le gusta trabajar a solas. Lo mismo les ocurre a otros autores como Pizzolatto con su True Detective o a Julian Fellowes y Downton Abbey. Dicen que lo que m¨¢s aprecian de su trabajo es poder disfrutar de la soledad del escritor. Un caso notable fue el de Reid, quien no disimul¨® ante la prensa su alegr¨ªa tras la marcha de Meredith Stiehm, cocreadora de The Bridge: ¡°Finalmente estoy escribiendo la serie que quer¨ªa escribir¡±, declar¨® entonces.
Todos vienen del campo de la literatura y esto puede explicar su b¨²squeda de la soledad, pero es algo excepcional entre los showrunners. La mayor¨ªa de los creadores aprecia el trabajo en grupo. "Lo m¨ªo es la colaboraci¨®n. En la actualidad con Tom Perrotta y, por lo general, en una habitaci¨®n llena de escritores. Las ideas son mejores si vienen de cinco o seis mentes", dice Lindelof, en cuya ¨²ltima serie, The Leftovers, ha unido su destino profesional al del novelista de Juegos secretos. Para Lindelof, la vida de un novelista es "una existencia muy solitaria". Para Cuse, "un dolor de muelas". Otros, como el matrimonio King ¡ªRobert y Michelle¡ª, ni se plantean lo de encerrarse a escribir a solas: trabajan al alim¨®n en el drama The good wife y se llevan la historia a casa, comparti¨¦ndola incluso con su hija durante las cenas familiares. Lo mismo ocurre con David Crane y su pareja, Jeffrey Klarik, autores de Episodes. "El proceso de creaci¨®n es constante, en el coche, en la cocina¡ ?Qu¨¦ pasar¨ªa si¡? Un infierno lleno de amor", dice Crane, que tambi¨¦n estuvo detr¨¢s de la serie Friends.
Los Soprano, adem¨¢s de marcar el comienzo de la edad de oro, cambi¨® la forma de narrar, acerc¨¢ndose m¨¢s a lo que conocemos como literatura.
El llamado Writer¡¯s Room o sala de guionistas es el centro de la creatividad para todos ellos. "El resto de la producci¨®n es el mal necesario", agrega Ashford. Lo importante son esas p¨¢ginas que salen de la sala. Una habitaci¨®n en la que, a juzgar por algunas de las descripciones, lo que ocurre es m¨¢s parecido al ba?o de sangre de Juego de tronos que a un intercambio de ideas. Hay autores que dividen el trabajo por cap¨ªtulos, seg¨²n qui¨¦n est¨¦ disponible. Otros ¡ªcomo los King¡ª se fijan m¨¢s en la tem¨¢tica, para dar con el experto en la materia. Ashford reescribe el texto una vez recibe el trabajo de los que est¨¢n con ella en esa habitaci¨®n. Weiner va a la defensiva cuando toca descuartizar el episodio que ¨¦l ha escrito, pero acepta correcciones (aunque no siempre las siga). "Al final es tu nombre el que representa la serie", explica la autora de Masters of sex, contenta con esta continua colaboraci¨®n, pero consciente de que escribir una serie no es algo que se ajuste a los mismos par¨¢metros de un r¨¦gimen democr¨¢tico. "Lo ideal es alcanzar ese punto en el que todos pensamos como si fu¨¦ramos una sola mente", detalla Biderman.
Donde m¨¢s se ve la mano del autor, donde su trabajo es m¨¢s comparable al de un novelista, es en el piloto y en el final. La mayor parte de las veces ese primer episodio se escribe en solitario o llega muy perfilado a la sala de guionistas para encontrar all¨ª m¨¢s palabras, m¨¢s di¨¢logos. Los finales tambi¨¦n suelen quedar reservados al autor. Hay quien jura y perjura conocer el final de la historia desde que esta arranca. "Ann es una visionaria", dijo el veterano int¨¦rprete Jon Voight sobre la creadora de Ray Donovan, quien, pese al f¨¦rreo control que ejerc¨ªa sobre su obra, ha aceptado "accidentes felices" como las improvisaciones del actor en el set. Pero saber ad¨®nde van con su obra no elimina la angustia del final. As¨ª lo recuerda Vince Gilligan, autor de Breaking Bad, quien, pese a las buenas cr¨ªticas recibidas por el final de su serie, vivi¨® su puesta en p¨¢gina, primero, y luego en pantalla como una verdadera pesadilla, con una voz en su cabeza que le dec¨ªa que no iba a ser lo suficientemente bueno.
Son un grupo de autores unidos por un uso particular de las palabras, que expresan a trav¨¦s de im¨¢genes
En el caso de Cuse y Lindelof la voz fue real, la de los seguidores de Perdidos desencantados con un final que para sus creadores fue una "catarsis" que recibieron con l¨¢grimas en los ojos. "Lo que tambi¨¦n ha cambiado en la televisi¨®n es ese contacto m¨¢s directo con tus seguidores", explica Lindelof, sabedor de que los escritores de series han perdido el anonimato en el que se mov¨ªan. Ahora los showrunners son las nuevas estrellas. "Sabes que detr¨¢s de Breaking Bad est¨¢ Vince Gilligan, y detr¨¢s de Los Soprano, David Chase. Hay un verdadero sentimiento de autor", a?ade. Un autor que nunca se puede permitir el temor a la p¨¢gina en blanco. No hay tiempo. Y que, curiosamente, a pesar de hablar todo el tiempo de la nueva literatura, apenas menciona un libro como fuente de inspiraci¨®n. El cine europeo de Antonioni o Fellini es el referente de Cuse. E Ingmar Bergman, el de Ann Biderman, a pesar de que su madre era ¨ªntima de Allen Ginsberg y ella form¨® parte de la escena art¨ªstica del hotel Chelsea. Cabe convenir con Reid en que al final la televisi¨®n hoy es el centro de una conversaci¨®n "como la que antes manten¨ªamos sobre libros y cine".
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