Escuchar
No est¨¢ de m¨¢s observar c¨®mo la radio se sostiene, sin demasiado artificio, con salud de hierro y capacidad para seguir haciendo imaginar a quien sabe escuchar
Durante cuatro d¨ªas se graba en Madrid el programa de radio de Alejandro Dolina. La venganza ser¨¢ terrible lleva m¨¢s de 20 a?os en antena en Argentina y se ha convertido en un cl¨¢sico nocturno, al que no es raro que se agarren los taxistas y los noct¨¢mbulos de medianoche hasta las dos. En la sala Galileo, ante un p¨²blico entregado, Dolina y sus colaboradores entablan un di¨¢logo continuado y brillante, con una estructura sencilla, pero donde la palabra es exprimida para placer de los oyentes adictos. Popular¨ªsimo en su pa¨ªs ya nadie sabe si antes fue el escritor de relatos o el locutor, pero sorprende escuchar una emisi¨®n que planea relajada desde la improvisaci¨®n. Patricio Barton, al comenzar, es quien elige un asunto al que desplumar¨¢n durante largo rato Dolina y sus c¨®mplices, que intercambian papeles, levantan personajes en un soplo, hasta que terminan con un repaso de an¨¦cdotas hist¨®ricas y con la banda interpretando canciones a petici¨®n de los oyentes.
No puede ser m¨¢s cl¨¢sico y m¨¢s sencillo un formato donde prima la observaci¨®n y los espa?oles que se acercan a escuchar son f¨¢cilmente seducidos. Nuestro pa¨ªs tambi¨¦n tiene por la radio una querencia firme e inquebrantable y cada uno de nosotros tenemos un programa agarrado al recuerdo. Los traspasos de Dolina a la televisi¨®n han sido mucho m¨¢s breves, pero destaca el experimento titulado Recordando el show de Alejandro Molina, bajo la direcci¨®n de Juan Jos¨¦ Campanella, donde rizaron el rizo de crear un programa m¨ªtico e inexistente que era el centro de un falso documental.
En un pa¨ªs donde no nos han faltado nunca las estrellas de la radio, donde el mayor peligro estriba en que los formatos m¨¢s estimulantes desaparezcan para imitar a los mucho m¨¢s encorsetados espacios televisivos, Dolina parece jugar en casa, acostumbrado a levantar el programa en teatros frente al p¨²blico. No est¨¢ de m¨¢s, ahora que vivimos en un tiempo donde cambian las estructuras tecnol¨®gicas de la comunicaci¨®n y mucha gente duda de la pervivencia del peri¨®dico en papel, el libro encuadernado y el cine en salas, observar c¨®mo la radio se sostiene, sin demasiado artificio, con salud de hierro y capacidad para seguir haciendo imaginar a quien sabe escuchar, que no es poco.
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