La pertinacia de los ¨ªdolos
Nada menos que Stefan Zweig, que fue su amigo, le llam¨® ¡°la conciencia moral de Europa¡±, aunque sin duda la aproximaci¨®n a Stalin en sus ¨²ltimos a?os debilit¨® mucho esa generosa consideraci¨®n. Ya tanto da, porque el nombre de Romain Rolland (que a comienzos del pasado siglo prolong¨® y ensanch¨® el papel de Zola como ¡°intelectual de guardia¡± europeo, precediendo en el mismo a Bertrand Russell o Jean-Paul Sartre) hoy representa poco para la mayor¨ªa de los lectores. Casi nadie se atreve ahora a hincarle el diente a los diez vol¨²menes de su Jean-Christophe, la novela inflamada de un m¨²sico cuyas ambiciones prefiguran de lejos las del Doktor Faustus de Thomas Mann; ni siquiera a sus biograf¨ªas de Beethoven, Tolstoi, Miguel ?ngel o Gandhi, vibrantes y exaltadas porque en aquella ¨¦poca ingenua a¨²n no se sab¨ªa que el deber de los bi¨®grafos es denigrar a los pacientes de su autopsia.
Sin embargo, hay una obra de Romain Rolland que pervive al menos por su t¨ªtulo, como una expresi¨®n com¨²n que quienes usan no relacionan con ¨¦l: Au-dessus de la mel¨¦e, algo as¨ª como ¡°por encima del enfrentamiento¡±. Habitualmente no es una locuci¨®n elogiosa, sirve para designar a los que por ingenuidad o arrogancia pretenden juzgar sin prejuicios y sobrevolando todo partidismo en los conflictos civiles o militares. Querer estar au dessus de la mel¨¦e suele ser considerado oportunismo o presunci¨®n, en cualquier caso una especie de ventajismo ideol¨®gico. Sin embargo, el libro de Rolland, m¨¢s que un ensayo es una colecci¨®n de art¨ªculos period¨ªsticos (es decir, el ensayo puesto al alcance de quienes no frecuentan ese g¨¦nero), despert¨® fervores y pasiones en su d¨ªa ¡ªbelicoso d¨ªa, 1914¡ª y le hizo conseguir el Nobel un a?o despu¨¦s. Con motivo del aniversario de la Gran Guerra y bajo el t¨ªtulo no desacertado aunque apaciguador de M¨¢s all¨¢ de la contienda, N¨®rdica Libros y Capit¨¢n Swing lo ofrecen ahora a los lectores curiosos y desprejuiciados de este pa¨ªs, que debe haberlos aunque a veces se dir¨ªa que ya s¨®lo quedan adeptos.
Romain Rolland denuncia no ya el evidente salvajismo de la guerra, sino sus justificaciones ideol¨®gicas o mejor m¨ªticas. Los sacrificios humanos necesitan ¨ªdolos que los acojan y santifiquen. ¡°El rasgo com¨²n al culto a todos los ¨ªdolos es la adaptaci¨®n de un ideal a los malos instintos del hombre. El hombre cultiva los vicios que le son de provecho, pero necesita legitimarlos¡±. A esa legitimaci¨®n id¨®latra se prestan con horrible diligencia muchos intelectuales, incluso los de mayor m¨¦rito: es el caso de Thomas Mann, cuya apuesta de entonces por la Kultur germ¨¢nica frente a la civilizaci¨®n cosmopolita ¡ªdenunciada aqu¨ª con energ¨ªa por Rolland¡ª deber¨ªa rectificar una guerra m¨¢s tarde. Aunque sigue preso de ese lenguaje anticuado y c¨®mplice de los ¨ªdolos que fustiga, lleno de ¡°pueblos¡± y vac¨ªo de ciudadanos, Romain Rolland no es un huero idealista. Se?ala que ¡°en el guiso sin nombre que es hoy la pol¨ªtica europea, el dinero es el trozo m¨¢s grande¡±. Los ¨ªdolos que perpet¨²an los vicios pasionales y lucrativos colectivos en los que se refugian quienes renuncian a pensar por s¨ª mismos encuentran en el dinero el ingrediente principal de la bazofia b¨¦lica. En resumen, y por no callar su nombre, el nacionalismo. La Bestia que estuvo a punto de destruir las democracias del siglo XX y que vuelve a la carga otra vez con remozado perfil populista en el XXI.
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