En el sof¨¢
La habilidad dial¨¦ctica del cabeza de cartel socialista puede ser al mismo tiempo su gran enemigo, porque en ocasiones le conduce a la oquedad
Pedro S¨¢nchez culmin¨® en Cuatro su semana dedicada a cobrar popularidad. Es complicado el discurso de izquierda moderada y no sonar m¨¢s moderada que izquierda. Si a la derecha de Rajoy no hay m¨¢s que un desierto, pese a que las asociaciones antiabortistas amenazan con una venganza electoral que nadie se cree, los socialistas tienen un huerto de ofertas que concitan la curiosidad y tambi¨¦n la inquina algo precipitada. Su entrevista en el sof¨¢ Chester de Risto Mejide no acab¨® de ser todo lo fluida que merec¨ªa quiz¨¢ por una cierta ansiedad del presentador por no pon¨¦rselo f¨¢cil. La habilidad dial¨¦ctica del cabeza de cartel socialista puede ser al mismo tiempo su gran enemigo, porque en ocasiones le conduce a la oquedad. El empe?o en presentarse como un no profesional de la pol¨ªtica es un traje al que deber¨ªa renunciar, porque lo llevan mucho mejor los integrantes de Podemos.
El conductor quiso sacudirle un poco la hojarasca, convertido en el abanderado de la entrevista casi por defunci¨®n medi¨¢tica de los rivales, un poco a la manera en la que Pedro Ruiz capitane¨® un programa de conversaciones cuando el g¨¦nero ya era un apestado para los ejecutivos de las cadenas. No fue lo m¨¢s interesante del espacio el debate sobre Monarqu¨ªa y Rep¨²blica o el desengrase de la situaci¨®n en Catalu?a, esencias que son m¨¢s gaseosas que s¨®lidas, pero s¨ª el equilibrio de S¨¢nchez para pedir perd¨®n por los errores del socialismo reciente sin acabar de explicar cu¨¢l es la receta para no volver a cometerlos. Tendr¨¢ tiempo en la galer¨ªa de comparecencias televisivas que le quedan para ser m¨¢s preciso, entre otras cosas porque se le va a poner complicado negarle una entrevista hasta a Cuarto milenio.
La segunda conversaci¨®n fue con Joaqu¨ªn Sabina y en ella hubo m¨¢s espacio para que asomaran las contradicciones vitales, fuente de toda sabidur¨ªa. Ser un eterno adolescente y pasar la revisi¨®n m¨¦dica, desmerecer algunos de los propios discos, mentar la depresi¨®n sin caer en las recetas vacuas que impone el punsetismo y nombrar amor y sexo sin la impostaci¨®n de los suplementos de fin de semana merece una escucha atenta. Por eso el presentador, que es inteligente, y cuyo mayor peligro estriba en quererlo demostrar demasiado, cedi¨® al invitado el div¨¢n.
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