Duchamp antes del urinario
El Pompidou exhibe la semidesconocida obra pict¨®rica del padre del arte conceptual
Marcel Duchamp se adelant¨® al arte conceptual, elev¨® el objeto cotidiano a categor¨ªa creativa con los ready mades y revolucion¨® la idea que sus contempor¨¢neos ten¨ªan de la belleza. Pero, antes de todo eso, Duchamp (1887-1968) fue un aprendiz de pintor en la Francia de entresiglos. Antes de contagiar su iron¨ªa desencantada al arte, Duchamp intent¨® dar con un lenguaje propio sobre la superficie del lienzo, como cualquier otro debutante de su generaci¨®n. No tardar¨ªa en entender que la disciplina reina nunca lograr¨ªa satisfacer sus necesidades creativas.
Una exposici¨®n abre sus puertas hoy en el Centro Pompidou de Par¨ªs para indagar en esa semidesconocida etapa de juventud, que concluye oficialmente tras su exilio estadounidense en 1915. Hasta el 5 de enero, la muestra celebrar¨¢ la pintura firmada por un hombre al que la historia del arte ha tratado de asesino de la disciplina. ¡°El objetivo no es rehabilitar al Duchamp pintor, ni tampoco afirmar que fue un genio del pincel¡±, aclara la comisaria C¨¦cile Debray, consciente del car¨¢cter menor de muchas de sus obras. ¡°He querido ver su pintura como un espacio de experimentaci¨®n en el que se prefigura todo lo que vendr¨¢ despu¨¦s¡±. El museo vuelve a traer a Europa la pr¨¢ctica totalidad de la producci¨®n pict¨®rica de Duchamp, perteneciente a la colecci¨®n del Philadelphia Art Museum y expuesta en el continente en solo dos ocasiones anteriores. La primera fue en la gran retrospectiva con la que se inaugur¨® el Pompidou en 1977, que restituy¨® a Duchamp en su propio pa¨ªs, seis d¨¦cadas despu¨¦s del rechazo que le incitar¨ªa a romper con la pintura para buscar otras formas de expresi¨®n.
La disciplina reina no satisfac¨ªa las necesidades creativas del franc¨¦s
Incluso en sus a?os de madurez, cuando Warhol y Rauschenberg ya lo veneraban como a una leyenda viva, Duchamp segu¨ªa recordando c¨®mo el c¨ªrculo m¨¢s ortodoxo del cubismo lo excluy¨® del Sal¨®n de los Independientes en 1912. El l¨ªder te¨®rico del movimiento, Albert Gleizes, le exigi¨® retirar uno de sus cuadros y mand¨® a sus dos hermanos, pintores menos alborotados (y, al final, menos influyentes), a comunicarle la mala noticia. ¡°No contest¨¦. Tom¨¦ un taxi para la exposici¨®n, cog¨ª el cuadro y me lo llev¨¦. Entend¨ª que, despu¨¦s de aquello, nunca m¨¢s volver¨ªa a interesarme por los grupos¡±, explicar¨ªa a?os m¨¢s tarde al cr¨ªtico Calvin Tomkins. Meses despu¨¦s volvi¨® a presentar ese cuadro ¡ªDesnudo bajando una escalera, que reproduc¨ªa el movimiento como en una fotograf¨ªa estrobosc¨®pica¡ª en el primer Armory Show de Nueva York, donde fue aplaudido a rabiar. Su destino apuntaba hacia el otro lado del oc¨¦ano.
Antes, ese Duchamp veintea?ero experiment¨® fugazmente con las escuelas de la modernidad pict¨®rica europea. Como demuestra la exposici¨®n, fue impresionista a los 16 a?os, antes de convertirse al fauvismo a los 19 y al cubismo a los 24. ¡°Sin embargo, nunca se ajust¨® del todo al dogma de cada movimiento. Sus cuadros desprenden cierta libertad respecto a la ortodoxia de las vanguardias. Ya ten¨ªa pulsiones iconoclastas en la b¨²squeda de esa voz propia¡±, opina la comisaria. Sin embargo, no siempre fue un revolucionario. A la vista de las obras expuestas, Duchamp se parece m¨¢s a un copista algo exc¨¦ntrico de las tendencias en boga que al forajido del arte en el que se acab¨® convirtiendo.
La muestra compara su obra con la de algunos de sus contempor¨¢neos. El franc¨¦s pint¨® desnudos coloristas que recuerdan a los de Picabia y Matisse, retratos cubistas adulterados con la influencia del simbolismo ¡ªse apasion¨® por una figura marginal como Odilon Redon¡ª y alguna enso?aci¨®n futurista que recuerda a De Chirico y a las novelas de Alfred Jarry. Mientras su generaci¨®n reverenciaba a C¨¦zanne, Duchamp afirm¨® admirar a artistas arrinconados como Eilshemius, pintor estadounidense menor que firm¨® lienzos llenos de figuras flotantes, pintadas sin perspectiva veros¨ªmil ni anatom¨ªa fiel a la realidad. ¡°Las palabras faltan para definirla. Es una pintura que solo habla de s¨ª misma¡±, se asombr¨® Duchamp, inmerso en una pintura ¡°distanciada del realismo absoluto¡± y ¡°no tributaria de las escuelas existentes¡±. Una pintura "de la idea" y ¡°al servicio del esp¨ªritu¡±.
Fue impresionista
En 1912, en una visita a uno de los salones aeron¨¢uticos que fascinaron a su ¨¦poca, Duchamp vislumbr¨® otro horizonte ante una avioneta. ¡°La pintura ha muerto. ?Qui¨¦n podr¨¢ crear algo mejor que esta h¨¦lice?¡±, dijo a sus acompa?antes, L¨¦ger y Brancusi. Meses m¨¢s tarde presentar¨ªa su primer ready made: una rueda de bicicleta que no ten¨ªa nada que envidiar a la m¨¢s refinada de las esculturas. As¨ª confirmaba el fracaso de la pintura como modo de expresi¨®n, en el que solo reincidi¨® dos veces m¨¢s. En 1918, pint¨® Tu m¡¯, misterioso encargo destinado a la mecenas del dada¨ªsmo, Katherine Dreier (y ausente de la muestra por la negativa de la Yale University Art Gallery a cederlo). Duchamp tuvo problemas para terminar el que se considera su ¨²ltimo cuadro. Siempre que no se contabilice El gran vidrio, obra m¨ªtica que dej¨® inacabada en 1923 tras trabajar en ella una d¨¦cada. Sobre ese doble panel de cristal, que encapsula un dibujo inacabado pintado al ¨®leo que deb¨ªa retratar a una novia desvestida por nueve hombres e ha especulado durante un siglo. Andr¨¦ Breton, quien calific¨® a Duchamp como ¡°el hombre m¨¢s inteligente de su tiempo¡±, crey¨® descubrir en la obra una ¡°interpretaci¨®n c¨ªnica del fen¨®meno amoroso¡±. Octavio Paz, que frecuent¨® al artista en los caf¨¦s surrealistas, prefiri¨® ver en ella un ejemplo de ¡°metaf¨ªsica de origen neoplat¨®nico¡±. ¡°Para Duchamp, dejarla inacabada fue una manera de reconocer su fracaso. Y, a la vez, ese final tambi¨¦n es un nuevo principio. La obra est¨¢ abierta a mil interpretaciones y anuncia la importancia que lo invisible terminar¨¢ cobrando en el arte¡±, analiza Debray. En otras palabras, lo que el artista no pint¨® tiene tanta importancia o m¨¢s que lo que vemos. Si la relaci¨®n entre Duchamp y la pintura termin¨®, por lo menos lo hizo con un final abierto, en el que se intuye el arte que traer¨ªa el futuro.
Babelia
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