Turbias ficciones, horrores reales
No encuentro nada que me resulte apasionante en 'Lasa y Zabala' Carlos Vermut es raro en el mejor sentido, un raro con talento
Lasa y Zabala, dirigida por Pablo Malo, bucea en la historia de un pa¨ªs aterrorizado por la violencia depredadora de ETA (que le pregunten a los muertos y a los mutilados por el bombazo en Hipercor qu¨¦ imperdonable agravio hab¨ªan cometido contra la patria vasca) para retratar el terrorismo de Estado, la conjura entre pol¨ªticos siniestros, g¨¢nsteres uniformados y matones legitimados y s¨¢dicos para asesinar clandestinamente a otros asesinos guarecidos impunemente en Francia. Y est¨¢ muy bien recurrir a la memoria y al sumario del juicio para reconstruir una barbarie urdida en las cloacas institucionales y ejecutada por matones que adem¨¢s de jactarse de su incondicional amor a la bandera espa?ola estaban convencidos de que sus secuestros, torturas y cr¨ªmenes ser¨ªan pagados a precio de oro. Y podr¨ªas entender como algo l¨®gico que los familiares de las v¨ªctimas de ETA recurrieran a la venganza contra los que hab¨ªan condenado su existencia a eterno luto, pero jam¨¢s admitir¨¦ que el Estado se pasara la ley por los genitales para masacrar a los sanguinarios villanos y enriquecerse de paso.
Los disparos en la nuca que recibieron los etarras Lasa y Zabala y su enterramiento en cal viva fueron la menos dolorosa de las infamias que cometieron con ellos las sagradas fuerzas del orden. Practicaron sin prisas y sin pausas hasta convertirlos en gui?apos la actividad m¨¢s abyecta que ha inventado el ser humano (los animales no la practican), algo llamado tortura, la crueldad suprema practicada con el indefenso. Y celebro que el cine tambi¨¦n se niegue a olvidar aquella planificada salvajada, que las tenebrosas figuras del teniente coronel Rodr¨ªguez Galindo, el gobernador Elorriaga y los guardias civiles Bayo y Dorado (al se?or X, ?de identidad tan difusa?, con cuyo consentimiento se cre¨® el GAL no se le menciona aqu¨ª) sean revividas en im¨¢genes y sonidos, que se reconstruya aquella abominable realidad.
Pero tambi¨¦n desear¨ªas que esas leg¨ªtimas y encomiables intenciones se concretaran en la pantalla mediante un cine poderoso, con capacidad de estremecer al receptor, presidido por la complejidad. Sin embargo, lo que veo y escucho es plano y a veces rampl¨®n, los continuos flashbacks, ese recurso que puede resultar peligroso, embarullado o in¨²til si se utiliza mal al contar historias en la que se alterna el pasado y el presente, acaban siendo rutinarios, no encuentro nada que me resulte apasionante ni logre mi implicaci¨®n emocional en el argumento ni el lenguaje de esta pel¨ªcula plagada de nobles y reivindicativas intenciones.
Y nunca me atrever¨ªa a calificar de buenas intenciones el prop¨®sito del director Carlos Vermut en Magical girl. M¨¢s bien lo contrario. Lo que muestra y lo que sugiere, lo evidente y las elipsis, lo que dicen y callan los personajes, est¨¢ presidido por la perversi¨®n, el tono enfermizo, un sentido del humor entre surrealista y cruel, situaciones imprevisibles. Pero me cuesta un notable esfuerzo y paciencia para que esa cosas me atrapen. Durante veinte minutos no le pillo la gracia ni el magnetismo a esta pel¨ªcula, las alborozadas, infatigables y c¨®mplices risas de los modernos de turno ante todo lo que sale de la boca de esos personajes deprimidos y fantasmales me hacen temer lo peor, a falta de poder dormirme debido a la incomodidad de la butaca me planteo la posibilidad de abrirme de la sala. Pero todo mejora, voy entrando en el turbio y exc¨¦ntrico mundo de un creador en posesi¨®n de un cerebro tan raro como inquietante, me alarma lo que veo y lo que escucho, los silencios y las miradas de los atormentados personajes dan miedo, hacia el final existe una larga secuencia en un bar de barrio, admirablemente interpretada por Jos¨¦ Sacrist¨¢n, que da la talla de un aut¨¦ntico director de cine. Y deduzco que B¨¢rbara Lennie va a recibir ofertas. Un raro en el mejor sentido el tal Carlos Vermut, un raro con talento, no un vacuo profesional de la impostura pretenciosa.
El director bosnio Denis Tanovic se gan¨® el reconocimiento internacional con la tragicomedia En tierra de nadie, cr¨®nica l¨²cida de la guerra de los Balcanes. Nadie podr¨¢ dudar de su conciencia social, ni de su preocupaci¨®n por los infinitos desmanes que habitan el planeta pero eso tampoco garantiza que tem¨¢ticas tan humanistas den origen a obras maestras. Tigers no lo es, pero tampoco te ocurre nada malo por estar hora y media en su concienciada compa?¨ªa. Esta vez, las preocupaciones de Tanovic se centran en una historia real que ocurri¨® en Pakist¨¢n, la denuncia de un mod¨¦lico vendedor de leche se formula contra la multinacional para la que trabaja al descubrir los mort¨ªferos efectos de esta en algunos beb¨¦s. Y, c¨®mo no, un hombre honesto enfrentado a un gigante econ¨®mico lo tiene todav¨ªa m¨¢s crudo en el Tercer Mundo que en el nuestro. Esta lucha desigual est¨¢ pulcramente contada. Nada m¨¢s.
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