Siempre Corto
Resulta dif¨ªcil buscar dos autores m¨¢s apropiados para afrontar el reto
Hace casi cincuenta a?os, Hugo Pratt cre¨® a Corto Malt¨¦s. Tras haber asimilado y hecho suya la elegante s¨ªntesis del trazo del chileno Jorge P¨¦rez del Castillo y, sobre todo, con la lecci¨®n aprendida del c¨®mic como medio adulto que aprendiera en sus colaboraciones en Argentina con el gran H¨¦ctor G. Oesterheld, Pratt afrontaba una obra de autor¨ªa completa y consciente, que nace de su pasi¨®n por la historieta de aventuras cl¨¢sicas que practicara Milton Caniff en Terry y Los Piratas, pero con la vista puesta en la evoluci¨®n de un g¨¦nero literario que llevaba de la aventura pura de Stevenson y Melville a la reflexi¨®n de Jack London o Joseph Conrad.
Con ese bagaje, Pratt cre¨® un marinero de fortuna, un aventurero que ten¨ªa, como ¨¦l mismo, su patria en el mundo y en la mar. Pero era un personaje que, a diferencia de sus compa?eros de vi?etas de la ¨¦poca, no viv¨ªa para la aventura, sino para la vida. La Balada del Mar Salado, su primera saga, ya daba las claves suficientes para entender que no era una historieta m¨¢s: Corto no era un h¨¦roe, no era un apasionado buscador de injusticas que resolver. Ni siquiera era un antih¨¦roe hosco y hura?o: era un sujeto pasivo de la acci¨®n, un testigo que se ve involucrado en la aventura a su pesar, que reflexiona desde su vasta cultura para enfrentarse con sus enemigos m¨¢s a golpe de di¨¢logo que de pu?etazo. Sus aventuras tampoco segu¨ªan ni el patr¨®n de la industria francobelga de episodios de 48 p¨¢ginas, ni la imposici¨®n de la entrega de ocho p¨¢ginas de las revistas que popularizaron en los 70 el c¨®mic de autor en Francia: las historias de Corto eran novelas ilustradas que reclamaban la extensi¨®n que el autor considerara mucho antes de que la novela gr¨¢fica se convirtiera en habitual en el noveno arte.
Pese a crear un personaje carism¨¢tico y de culto, Pratt fue uno de los primeros autores que consigui¨® claramente cambiar las reglas del juego del c¨®mic, trasladando el foco de la creaci¨®n del personaje al autor. Con libertad completa, las aventuras de Corto deambularon por las pasiones de Pratt: del mar a la C¨¢bala, de ?frica al humanismo de Tom¨¢s Moro pasando por el misticismo del Talmud, en un camino que se enriquec¨ªa en cada entrega. Para Umberto Eco, Hugo Pratt no solo fue el Emilio Salgari del siglo XX, sino que escrib¨ªa mucho mejor.
Con la muerte de su creador, todo parec¨ªa indicar que los lectores solo podr¨ªan revivir las aventuras ya impresas, pero la industria del c¨®mic francobelga ya conoce de la rentabilidad de la continuaci¨®n de los cl¨¢sicos de la historieta: Lucky Luke, Los Pitufos o Spirou abrieron un camino de nuevas historietas que no llevaban la firma de sus autores originales, que ser¨ªa certificado cuando Ast¨¦rix se a?adi¨® a la lista. Con los rumores sobre Tint¨ªn en la rec¨¢mara, parec¨ªa her¨¦tico pensar en continuar las aventuras de un personaje tan fuertemente ligado a su creador como Corto Malt¨¦s, pero el propio Pratt ya hab¨ªa declarado en entrevistas que no le importar¨ªa demasiado que otros autores lo retomaran.
El problema era encontrar qui¨¦n podr¨ªa seguir ese camino y, aunque parec¨ªa imposible encontrar sustituto, la editorial Casterman ha acertado con dos autores que han generado un consenso inmediato: los espa?oles Juan D¨ªaz Canales y Rub¨¦n Pellejero. El primero, guionista de la exitosa Blacksad, ha demostrado fehacientemente en su obra su conocimiento de los c¨¢nones del g¨¦nero y su solidez narrativa. Por su parte, Pellejero es un dibujante de brillante trayectoria que gan¨® en 2010 el gran premio del Sal¨®n del C¨®mic de Barcelona, y que cre¨® en su d¨ªa el que posiblemente haya sido el heredero natural del esp¨ªritu de Corto, Dieter Lumpen.
La sombra de Pratt es alargada y ambos son conscientes de lo complejo del reto, pero resulta dif¨ªcil buscar dos autores m¨¢s apropiados para afrontarlo. Pero de momento hay que esperar: hasta octubre de 2015 no conoceremos las nuevas aventuras de Corto Malt¨¦s.
Babelia
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