Tres historias con psicof¨¢rmacos
El rechazo del Nobel por parte de Jean Paul Sartre desencaden¨® pol¨¦mica y frustraci¨®n
Estuve en Barcelona visitando ¡°un ¨¢gora de reflexi¨®n y debate¡± cuyo nombre voy a dejar que adivinen. Acud¨ª de inc¨®gnito, circunspecto y mirando a todas partes (Sisiberto Gaireb¨¦, mi alarmista topo in situ, me hab¨ªa advertido de posibles ataques a mi persona a cargo de incontrolados provistos de sprays de gas pimienta), pero me empap¨¦ de lo que all¨ª se mostraba y dec¨ªa. Hubo de (casi) todo, menos moqueta. Hubo tambi¨¦n poco p¨²blico (no hab¨ªa aforadores), y la prensa dedic¨® escaso y desganado espacio al evento, pero tengo que reconocer que los peque?os editores se mostraban satisfechos de los contactos con sus clientes. Habl¨¦ con ellos y con bastantes libreros ¡ªdentro y fuera del hermoso, pero muy reformable, pabell¨®n Metal¨²rgico¡ª sobre la situaci¨®n del mercado del libro, a resultas de lo cual me entr¨® un ataque de ansiedad que tuve que repeler temporalmente con uno de los inhibidores selectivos de recaptaci¨®n de serotonina que, precavidamente, llevo en el bolsillo desde principios del Rajoyato. Las librer¨ªas espa?olas no andan bien, supongo que se habr¨¢n dado cuenta. A los problemas estructurales del sector se han a?adido los derivados de una prolongada crisis econ¨®mica. Y luego, como un c¨¢ncer, est¨¢ la pirater¨ªa, que nadie combate en serio. Al contrario de lo que sucede en Francia, donde el libro y la edici¨®n son asunto de Estado (y no s¨®lo del sector), y las librer¨ªas, templos laicos que hay que cuidar y preservar, en el Ministerio de Wert y Lassalle (aquel secretario de Estado al que los socialdem¨®cratas recibieron con los brazos abiertos, jua, jua) siguen mirando a otra parte, como si para ellos la realidad no fuera m¨¢s que spam. Pueden ponerse muchos ejemplos: en los mismos d¨ªas en que se publicaban dos platos fuertes de la rentr¨¦e ¡ªAs¨ª empieza lo malo, de Mar¨ªas, y El umbral de la eternidad, de Follett, ambos del mismo grupo editorial¡ª ya pod¨ªan encontrarse gratis en la Red y dispuestos para adaptarse a todo tipo de sistemas y soportes. Y hay m¨¢s: la velocidad de rotaci¨®n de los libros est¨¢ aumentando exponencialmente (hay novedades que aguantan s¨®lo una quincena) y las devoluciones se multiplican. Los libreros precisan espacio para hacer frente a la agobiante dictadura de la novedad y tienden a prescindir del fondo, una decisi¨®n suicida que, en mi opini¨®n, contribuye a imprimir velocidad de v¨¦rtigo al sistema y a desposeer a la librer¨ªa de su raz¨®n de ser; sobre todo en un pa¨ªs en el que los encargos librescos no funcionan con la rapidez requerida, lo que acaba desmotivando al posible consumidor. En cuanto a la angustia que todo lo expuesto pueda producir, tengo que decir que a¨²n m¨¢s eficaz que el inhibidor de recaptaci¨®n de serotonina result¨® ser la lectura de Ansiedad, de Scott Stossel (Seix Barral), uno de esos libros repletos de experiencias autobiogr¨¢ficas y erudici¨®n blanda que divierten mucho m¨¢s que los silencios del psicoanalista cuando uno est¨¢ tendido en el div¨¢n, o que 20 prospectos de benzodiazepinas cuando el sujeto ha decidido darle puerta a la cura de la palabra y medicalizar su angustia (con el consiguiente beneficio de las big pharmas).Y es que para las cuitas de cada cual sigue funcionando ¡ªseg¨²n el principio clave de la novela picaresca¡ª el ejemplo de quien tambi¨¦n las padeci¨®, sobre todo si es capaz de contarlo con humor.
Nobel
Cuando alguien ¡ªsi es que tal cosa sucede¡ª est¨¦ leyendo estas l¨ªneas ya se habr¨¢ hecho p¨²blico el nombre del premio Nobel de Literatura correspondiente a 2014. Mientras las escribo aumentan las apuestas acerca de su posible identidad, la mayor¨ªa bastante despistadas, a juzgar por la fotocopia de cierto papelillo que se cay¨® del portafolio de Peter Englund y que mi topo en la Svenska Akademien me ha vendido a precio de kilo de Beluga, disculpen la sin¨¦cdoque. En todo caso, comprender¨¢n que no quiera echarles a perder el despliegue a las chicas y chicos de la secci¨®n de Cultura, de modo que los improbables que quieran comprobar la exactitud de mis fuentes deber¨¢n buscar el nombre criptografiado en este texto, seg¨²n una original combinatoria (proporcionada por un testaferro de Oriol Pujol) que el curioso deber¨¢ descubrir. Por lo dem¨¢s, lo que verdaderamente me viene a la memoria estos d¨ªas no es tanto el premio como el recuerdo de un rechazo. El 22 de octubre de 1964 ¡ªpara todo hay siempre un aniversario¡ª, la Academia Sueca premiaba a Jean Paul Sartre por una obra que ¡°por el esp¨ªritu de libertad y la b¨²squeda de la verdad que testimonia ha ejercido una vasta influencia en nuestra ¨¦poca¡±, una afirmaci¨®n con la que hoy no todos estar¨ªan de acuerdo, incluyendo, desde luego, a mi querido Vargas Llosa, para quien, por otra parte, el autor de La n¨¢usea fue esencial referencia intelectual. Sartre ¡ªque avis¨® por correo cuando le lleg¨® el rumor de su elecci¨®n¡ª lo rechaz¨® por lo que denomin¨® razones ¡°personales¡± y ¡°objetivas¡± (¡°no es lo mismo firmar Jean Paul Sartre que Jean Paul Sartre, premio Nobel¡±), desencadenando pol¨¦mica, frustraci¨®n, acusaciones de soberbia, etc¨¦tera. Lo curioso es que los estatutos no conceden al galardonado el privilegio del rechazo, por lo que, en cualquier caso, Sartre contin¨²a en la lista de premiados. Otra cosa son las pelas: los acad¨¦micos suecos se reservan pagar al rechazador, de modo que Sartre no percibi¨® la pasta, por lo que no pudo gastarse en gitanes y c¨®cteles de benzedrina las 273.000 coronas que le habr¨ªan correspondido.
Silencios
No siempre funciona lo del ¡°vag¨®n silencioso¡± en el AVE. A la ida me toc¨® junto a un extrovertido y l¨®brigo individuo que, injertado a su m¨®vil, refiri¨® a su invisible interlocutor las ¨²ltimas intrigas (¡°tomate¡± con jefe y secretaria incluidos) de una empresa que, seg¨²n deduje, se dedica a la fabricaci¨®n de tubos de pl¨¢stico y a despedir mano de obra sobrante. Cuando, finalmente (soy t¨ªmido para estas cosas), me atrev¨ª a afearle la conducta, musit¨® una disculpa y cort¨® la comunicaci¨®n, para entregarse, acto continuo, a practicar compulsivamente un juego electr¨®nico cuyos pitidos, zumbidos, silbidos y chiflidos me obligaron a recurrir al lexat¨ªn reparador. Otra cosa fue el viaje de vuelta, en el que pude sumergirme parcialmente en dos breves pero sugerentes ensayos relacionados con Cristo. Giorgio Agamben estudia en Pilato y Jes¨²s (Adriana Hidalgo) la fascinante figura del primero ¡ªquiz¨¢s el ¨²nico ¡°personaje¡± con densidad del Nuevo Testamento, aparte de su protagonista¡ª y las relaciones entre ambos en un momento en el que ¡°la eternidad se cruz¨® con la historia¡±, pregunt¨¢ndose por qu¨¦ esa circunstancia clave adopta en el cristianismo la forma de un proceso. En Pasi¨®n del dios que quiso ser hombre (Acantilado), Rafael Argullol disecciona ¡ªempleando para su ¡°relato¡± una segunda persona vibrante de intensidad¡ª la figura de Cristo como personaje tr¨¢gico y humano, y fij¨¢ndose no en los testimonios can¨®nicos y teol¨®gicos ¡ªque no llegan a comprender la ¡°m¨ªstica invertida por la que un dios se precipita dolorosa y jovialmente hacia lo humano¡±¡ª, sino tal como la han representado esos ¡°mentirosos¡± que son los artistas. Dos libritos importantes que no deben pasar inadvertidos.
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