La dama y el vagabundo
Las historias de amor entre contrarios se lo juegan todo y se transforma en atracci¨®n irrenunciable
Las historias de amor entre contrarios se lo juegan todo en el momento en que esa qu¨ªmica improbable entre los personajes se transforma en atracci¨®n irrenunciable. En?Dioses y perros, quinto largometraje de David Marqu¨¦s, el cineasta parece aplicar el mismo juego de opuestos que sosten¨ªa su anterior?En fuera de juego (2011): all¨ª, un ginec¨®logo argentino sin inter¨¦s por el deporte (Diego Peretti) y un p¨ªcaro cazatalentos futbol¨ªsticos (Fernando Tejero) como pareja clown de una comedia costumbrista; aqu¨ª, una profesora chispeante y dicharachera (Megan Montaner) y un vallecano tan lac¨®nico y rudo como sacrificado y noblote (Hugo Silva) como amantes a la intemperie en un mosaico de vidas perdedoras y desesperanza urbana. Tanto en un caso como en otro, la estrategia de Marqu¨¦s se revela violentamente injusta con su reparto: a Peretti, Tejero y Silva, el cineasta los encierra en su propio arquetipo, mientras que a Montaner no le concede la oportunidad de construir un personaje m¨¢s all¨¢ del t¨®pico que exige su romance de ant¨ªtesis. As¨ª, Dioses y perros lo pierde todo antes de jug¨¢rselo todo en ese momento delicado donde el pulso tenso se tendr¨ªa que resolver en seducci¨®n. Ese es el mayor problema de la pel¨ªcula, pero no su ¨²nico problema.
Una conversaci¨®n entre el personaje de Hugo Silva y su entrenador personal en los vestuarios del gimnasio, al comienzo del metraje, tambi¨¦n hace que salten las alarmas: la c¨¢mara inestable se olvida a ratos del rostro de los personajes para detenerse en sus manos, veladas por el humo de los cigarrillos que sujetan, en lo que no es m¨¢s que un manierismo, de insondable ingenuidad, orientado a evocar una cierta iconograf¨ªa de la representaci¨®n del loser en el cine indie americano. Cuando, en una escena posterior, comparecen unos navajeros de guardarropa, casi salidos del imaginario quinqui de una mala pel¨ªcula de la Transici¨®n, el espectador ya tiene claro que Dioses y perros ha perdido su particular batalla con la suspensi¨®n de la incredulidad. Entre personajes que verbalizan su dolor y desarraigo recurriendo a la obviedad y escenas clim¨¢ticas donde se sobreact¨²a la emotividad y el buen fondo de los tipos duros,?Dioses y perros parece una pel¨ªcula venida de otro tiempo. En concreto, de ese tiempo en el que hablar de pel¨ªcula espa?ola equival¨ªa, en la mayor¨ªa de los casos, a hablar de las malas decisiones que se concentran en este trabajo.
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